domingo, 6 de julio de 2008

Ingrid libre al fin!

En esta semana pasada ocurrieron muchas cosas, la principal de ellas, la liberación de Ingrid Betancourt en Colombia. Y la noticia me llegó como en cámara lenta. Primero por una llamada de mi madre desde Cali, en la que la emoción inundó la línea telefónica. Luego a través de breves pincelazos a través de CNN en momentos que la señal entraba a mi casa y con ella, el televisor funcionaba. La verdad me acosté el día de su liberación, con los ojos llenos de borrones y sin una clara idea de cómo se veía Ingrid. No fue necesario esperar mucho para al día siguiente ver sus ojos pequeños, su rostro un poco congestionado, y en general, el inmenso tamaño de la alegría desbordándola. Todo el tiempo en la televisión no hicieron sino transmitir su imagen y sus primerios testimonios. Me alegré mucho por ella y su familia, así como por las familias de los otros liberados. Me emocionó ver como finalmente, victoriosa, despertaba de esa pesadilla personal y locura colectiva que es el secuestro. Pensé que para la felicidad sencillamente no hay palabras, para la tristeza sí. Y al revés de lo que dice la canción brasilera "tristeza nao tem fim, felicidade sim", en este caso, la tristeza tuvo fin.