domingo, 16 de agosto de 2015

En tiempo de familia y claro...de algo más (Parte 2)

El plan en Estados Unidos es simple: conectarme con los ritmos y rutinas de la familia. Si hay un tiempo para esto, todo lo demás vendrá por añadidura. Y bueno, a los pocos días de estar, siento que disfrutar el encuentro es también, hacer parte de los pequeños rituales familiares como ir a la heladería del barrio, a la clase de natación/volleyball, a la caminata en el parque o participar de los programas que se arman cuando llega más de una visita a casa. 



Igualmente implica pasar horas y horas en lo que es parte fundamental del American Way: el automóvil. Las pequeñas ciudades en este país del norte sufren de la falta de transporte público. Considero que hay mejor sistema de transporte en cualquier ciudad pequeña o intermedia de Latino o Centroamérica que en una de los Estados Unidos. Una sociedad carro-dependiente constituye a sus ciudadanos y ciudadanas en gasolino-adictos con todo el impacto ambiental que esto suele acarrear. Pero digamos que en este hecho no hay nada novedoso. Lo que me resultó totalmente revelador, fue comprender lo que esta necesidad/adicción al carro puede generar en el estado de ánimo de la gente. Mantenerse en movimiento o aprender el arte del "commuting" (traslados para ir/llegar al trabajo, la casa,etc.) pasa cuenta de cobro en el diario vivir de las personas. Y las personas optan por acostumbrarse. 
Entre reconocer estas señales de lo que implica vivir en el país más poderoso del mundo y los deseos de tomar nuevos rumbos, aparece entonces el plan de armar una pequeña maleta e ir a pasar un tiempo en la ciudad que nunca duerme: New York, New York. Las redes sociales me sirvieron para contactar a una amiga de viejos tiempos quien tuvo una rápida y fantástica respuesta a mi intención manifiesta en un correo, de pasar unos días con ella y su familia. Mi boleto de Megabus con regreso tres días después, me puso en pleno Manhattan, en el lugar de encuentro más maravilloso que pudo haber escogido mi amiga: la calle 23 con 5a avenida. Justo donde se encuentra el emblemático Edificio Flatiron. Desde donde me senté a esperar, pude ver a mi derecha la imponente fachada del Edificio Empire State.Caminé entre los bloques alrededor y desde diferentes ángulos tuve la fortuna de ver la caída del sol sobre estos dos monstruos, colosos, gigantes de la arquitectura neoyorquina. Me emocionó la visión y quise tener una cámara. Luego recordé que lo importante es lo que se retiene en la memoria. 
Nueva York es una ciudad de pequeñas y grandes emociones que invita a redescubrirla cada que una pueda. 


En mi paso por ella, además de ver a mi amiga, conversar y disfrutar las ocasiones que compartimos, visité el Museo de Arte Moderno (mi ritual de siempre) e hice un cititour en bicicleta.  La visita al MOMA coincidió estratégicamente con el día que tiene entrada gratis y bueno, la sensación no fue muy grata porque la multitud estaba enardecida con la manía de tomarse "selfies" con cuanta obra de arte le gustaba. 


















En cuanto al bici-cititour fue toda una gran aventura en "la gran manzana". En un momento del recorrido entre Queens y el Parque Central, entré en pánico por estar manejando en zonas de la calle que no estaban delimitadas o que no aparecían demarcadas como corredores para ciclistas. Una vez pasado el susto, me sentí haciendo algo nuevo, único, muy recomendable. Me quedaron muchas cosas por hacer como pasear por el High Line, ir a un par de museos más (The Cloisters, por ejemplo) y quizás aprovechar un poco el mundo de los eventos Off- Broadway. Sin embargo, no me lamento porque habrán nuevos viajes a Nueva York, la ciudad que no solo nunca duerme sino que siempre te invita a volver ( eso sí con muy buen dinero en el bolsillo). 







Estamos unidos? Estados Unidos perdón...la llegada ( Parte 1)


De mayo 22 a junio 20, mi viaje me llevó por tierras del norte a una visita familiar a mi hermana y su tribu. El vuelo a la reunión con ella, me dio tiempo para pensar y sentir que lo vivido en núcleos familiares de personas que son amigas y amigos hasta entonces me había hecho mucho bien y me había dejado grandes recuerdos. Sin embargo,  este momento se perfilaba como el de ir a vivir "the real thing" por aquello de estar realmente entre sangre de mi sangre. 

Llegar a Nueva York, al John F Kennedy en plena madrugada, deja una sensación de temor quizás por tantas malas películas vistas sobre las calles oscuras de la gran ciudad donde suceden toda suerte de crímenes y atropellos. En fin, cuando salgo de aduanas, decido tomar un taxi _ ahora sé que existe Super Shuttle, servicio por el cual por no más de $30 dólares una minivan te lleva a la puerta de tu apartamento o casa_ el cual conduce un personaje de un color indefinido entre cera y papel pergamino. Su larga y descuidada barba me toma por sorpresa y aunque pretendo sonar familiar y experta, me siento intranquila todo el trayecto. El hombre de origen ruso, intuyó mi desazón y se dedicó a poner música clásica que en determinados pasajes sonaban al preludio perfecto para cualquier fechoría ( Mucho CSI New York?). Por eso llegar a la morada temporal que un alma caritativa puso a mi disposición por esa noche/amanecer, me devolvió toda la respiración y las energías. 

Después del descanso vino el tren y con el sencillo hecho de tomarlo en plena Penn Station, definitivamente me doy cuenta que estoy haciendo el tránsito entre el país de la "Pura vida" al de la "Pura adrenalina". Bulliciosa, perniciosa, deliciosa adrenalina. El tren tocó puerto en la estación que me correspondía descender en Delaware, dentro de los horarios previstos. Primera señal que estás en Estados Unidos. Todo en este lugar, está circunscrito dentro de un horario preciso, en un día concreto y por tanto, cumple una agenda. No se puede vivir sin agendar, sin tener un plan establecido con la suficiente anticipación. Es como si el engranaje aceitado y perfecto de un gran reloj pesara sobre los plácidos días agobiando con su peso la existencia. Apenas siento su tic tac, mi plan de no tener mucho plan se resquebraja y empiezo entonces a sintonizarme en modo "organiza tu vida de un verano en el gigante del norte".  

lunes, 3 de agosto de 2015

El Salvador, una estación inesperada

En un arrebato después de una mezcla de emociones producto de un correo que me dejó impactada y también por la reciente pérdida, decidí la compra impulsiva de un tiquete a El Salvador para visitar a una gran amiga de la época de la universad en Estados Unidos. Tan pronto bajé del avión, sentí el calor húmedo de lugares que en principio parecen infernales pero terminan en pocos segundos cautivándote. Clotilde Soledad Quintero Rodriguez me esperaba con esa sonrisa de siempre y su actitud jovial, fresca.

Santa Tecla, ciudad donde ella y su familia vive, me parece interesante porque está construida al pie del imponente volcán El Boquerón (no hay ningún temor en esto de dormir practicamente bajo el volcán) y desde la montaña, ofrece un mirador 360 grados a una llanura que se extiende hasta San Salvador, la capital del país. 

En el paso por calles y avenidas, identifico centros comerciales con una arquitectura imponente al mejor estilo de los de los Estados Unidos. Se siente uno en otro El Salvador. No el de los conflictos con las maras. Hay una distancia, una burbuja protectora que hace que las noticias sobre cómo en los barrios, las pandillas mantienen a las mujeres acorraladas porque son los jefes de estas organizaciones quienes definen cómo deben vestirse y si pueden o no usar maquillaje, parezcan irreales.
Estos relatos noticiosos me remiten de inmediato a mi país donde en ciertas partes del territorio nacional los actores armados, los guerreros, son los que dictaminan los horarios, costumbres, estilos de vida de la población, especialmente, el de las mujeres. Somos países marcados por la violencia y por ello, aunque quisieramos olvidar por un fin de semana a qué mundo pertenecemos, debemos cada día levantarnos y reconocernos como pueblos construyendo caminos hacia la paz.






Mi tiempo en El Salvador se acabó demasiado pronto. Sin embargo, lo recordaré como el país que me ofreció la experiencia maravillosa de llegar en 20 minutos al mar a disfrutar de un fabuloso paisaje y donde cada paseo fue una ocasión para sentirme parte de un núcleo familiar amoroso departiendo y compartiendo una buena conversación y comida. 

Viaje interruptus

El 9 de Abril decidí interrumpir el viaje que con tanto brío inicié para venir a despedir al padre. Ver el hilo de la vida de quien te dio la vida, cortarse, es una sensación extraña. El desenlace ocurrió el 9 de Mayo a un mes exacto. Mi padre, Jesús Emilio Gómez Saldarriaga, un hombre de origen campesino que se apasionó por la educación y no paró hasta lograr su título de médico cirujano, partió a su reunión con el origen. Se fue extenuado en su cuerpo físico dejándonos su legado de integridad, disciplina, inteligencia, buen humor y persistencia. 
En una actividad de cierre de un taller de biocreación con el arquitecto facilitador Ronald Esquivel, caminé por un laberinto. En mi recorrido por él, me conecté con la energía de mi padre y lo pude ver convirtiéndose en una semilla perfecta dentro de una gran espiral amorosa que me acompañará siempre. Buen viaje padre!