miércoles, 22 de junio de 2016

YOGA yo


Ayer venía desde casa caminando y bueno pensando en el día 21 de junio. El día de celebrar la práctica del yoga a nivel mundial. En mi caminata, en mis pasos firmes sobre el pavimento, pensaba en qué ha significado el yoga en mi vida.
La prima palabra que se viene a mi mente es sanación. Luego aparece la palabra conexión.
Y así poco a poco, paso a paso, sentí/pensé que el yoga para mi ha sido importante porque me ha ayudado a dimensionar y a valorar profundamente la conexión que tengo ahora con mi cuerpo. Entender que todo es energía y que hago parte de una totalidad al tiempo que soy la totalidad, me ha dado una nueva visión y vibración. Me he reconciliado con mis dolores y mis síntomas. He podido entender desde una nueva sensibilidad y conCiencia el diseño de todos mis sistemas y la perfección de cada uno de ellos.
El yoga me ha hecho el o los regalos más grandes que alguien me haya podido dar: el aire es alimento, la respiración conciente es amor, las posturas son conciencia y relajación. Me ha dado entonces alimento, amor, conciencia y relajación. Me ha servido igualmente para reconocer que los límites y miedos están en mi mente. Nunca había podido entender esto de una manera tan real y dinámica.
La práctica me posibilita decirme frente a una postura retadora, hoy no puedo, pero seguiré intentándola. Entonces también me ha equipado de resistencia, paciencia y perseverancia.
Hay una parte de las clases con mi profesora Ana María Palau de AMA Yoga que particularmente disfruto. Cuando nos pide que hagamos la postura que pone nuestro corazón en contacto con el piso y nos invita a que nos conectemos con el corazón de la tierra. También nos pide colocar la frente para que descarguemos allí, en la tierra, nuestros pensamientos. En ese momento, me doy cuenta de lo agradecida que estoy con la tierra que me soporta, me recibe amorosamente los pensamientos basura y los transforma en material orgánico, ocre, barro, nueva materia.

He aprendido que en el lugar que realizo la práctica se está en un sitio sagrado donde se ejerce el Ahimsa o la no violencia. La primera, la no violencia contra nuestros cuerpos. Luego la no violencia, esa energía cálida que se genera, también está acompasada por la música y el ritmo que la profesora de turno proyecta. Por eso, prefiero, las profesoras no autoritarias, no gritonas, no regañonas. Lo experimenté en mi último retiro con la profesora Rosa López Santana, quien fue lo opuesto. Este retiro me hizo confirmar que ella es un ejemplo de alguien a quien no quisiera tener como profesora permanente y que ella es una en el mar y diversidad de estilos de enseñanza del yoga que tenemos que abrazar y aceptar. Es bueno, saber que será la excepción y no la regla. Que este estilo es la minoría porque, en esta práctica y disciplina, la tendencia es que quienes la dirigen sean personas que han salido de su castillo, han atravesado el foso y lo han visto desvanecerse con una sonrisa para continuar el camino con sus pasos firmes y seguros, que son los mismos pasos que me llevan a mí en esta caminata de descubrimiento que ha sido, encontrarle un lugar al yoga, en mi vida.