jueves, 13 de agosto de 2020

De la desobediencia al miedo

En desobediencia. Decidí esta semana que terminó, la primera de agosto, declararme en estado de desobediencia civil. Entiéndase por esto, hacer pequeños gestos de rebelión ante las insistentes y prolongadas medidas del gobierno local, de continuar con una estrategia de prevención para evitar los contagios por el innombrable virus, que incluye, uso de tapabocas obligatorio en todo sitio público, distanciamiento social y constante lavado e higiene de manos. Salí desobediente con el tapabocas colgando en el brazo derecho y caminé así por unas cuantas cuadras o bloques. La sensación de estar respirando sin filtro fue increíble. Estaba entregada al goce de este buenaire, cuando una agorera en sombrero de ala ancha, cruzó mi camino sobre un puente peatonal y me dijo: " Siga así y verá cómo la linchan". 

Ooops principio de realidad, llamado al orden. El brazo derecho descolgó el tapabocas y mi mano, lo colocó sobre el rostro, nariz y boca, en automático. Mi cabeza mientras mi brazo y mano actuaban, pensaba en la odiosa palabra "linchamiento" *. La emoción que recorrió mi cuerpo fue el miedo. Obediencia a la norma, miedo bajo control. Esto apesta. Las dos opciones que nos ha dejado el estado raro de las cosas en la que nos hemos sumido, es, obediencia o miedo. 

Continúo caminando y vienen a mi, las imágenes de las marchas en Alemania contra el régimen de control que se ha instalado en la vida cotidiana y que restringe libertades como la de movimiento, la de reunión o asamblea, entre otras (https://www.dw.com/es/protestas-en-berl%C3%ADn-libertad-de-reuni%C3%B3n-vs-salud-p%C3%BAblica/a-54421903). Entiendo mejor ante mi experimento de agosto, ante mi pequeño gesto libertario de unos cuantos bloques, de qué se trató este acto de protesta en el cual la ciudadanía alemana en rebeldía concertada, se arriesga a hacer movilización política sin temor al contagio o al castigo. Política sin tapabocas o mascarillas. 

Como he expresado ya en otros artículos no creo en teorías de conspiración con respecto a lo que estamos viviendo. Sin embargo, sí me sorprendo algunas veces pensando en todo el ritmo que hemos perdido como ciudadanía participante, al estar esperando que la famosa curva epidémica se aplane. 

Foto: SandraE of course! Marcha 21 de noviembre, 2019, calle 5a de Cali

Había un tiempo anterior al 24 de marzo 2020 en Colombia, cuando empezó el período de cuarentena, donde las calles eran el lugar del encuentro, la palabra, la protesta, la marcha, el plantón y la celebración. No el lugar del miedo, la obediencia, la desconfianza en el otro u otra, o en el que recibes la señal de alarma que las agoreras instigan cuando te ven feliz disfrutando de los buenosaires.

Hubo también un tiempo, hace un año, que en Hong Kong las protestas de la población alcanzaban a estar a la orden del día mientras se tomaban de manera pacífica calles y edificios como el aeropuerto; y en París, las marchas de los chalecos amarillos tenían en vilo la normalidad de la ciudad luz. 

Foto recuperada en https://www.elpais.cr/2019/08/03/


En todas las latitudes se ha perdido momentum. Los tapabocas y las batas médicas parece ser que se han impuesto sobre los chalecos para acallar los rumores de una insatisfacción planetaria creciente que se propagó exponencialmente, casi a la velocidad de un virus altamente contagioso. 
¿Paradoja social que un año después estemos temiendo respirarnos cerca, interactuar, reunirnos?  Quizás quizás quizás. 


* "El linchamiento es un acto colectivo y anónimo, que sigue a la conmoción social producida por un crimen, mediante el cual se pretende castigar a una persona que, se presume, ha infringido una norma, la cual puede ser social (no escrita) o legal (formal). En ocasiones, puede causar la muerte del sospechoso". Recuperado en https://www.significados.com/linchamiento/