miércoles, 4 de marzo de 2015

Modo viajero en tiempo de agradecimiento y pura vida

Es un hecho. Me encanta viajar. Tengo un gusto inusual por los aeropuertos, tiempos entre vuelos, llegadas a terminales, todo me parece fascinante. Cuando viajo quiero ese mini-stress de estar entregeografías, cambios de hora y desconciertos.
Mi modo viajero, se activó este 23 de Febrero pasado. El tema de este viaje es el renacimiento y el florecimiento. Me puse desde un mes antes a planear y preparar. Hablé como acostumbro con algunas personas en el destino y también hice contactos de personas en mi ciudad natal, para tratar de encontrar claves y pistas sobre cómo, dónde, qué hacer. Sin embargo, como la vida es perfecta, todo ha resultado fuera del plan. Y puedo decir que hasta hoy 4 de Marzo, el viaje ha estado lleno de sorpresas. La primera, es que mi agencia de viajes, hizo magia y me promovió a clase ejecutiva. Siiiii. Esta cuestión de viajera clase económica, de los últimos 7 años, se quebró, como un hechizo, en esta oportunidad. No estoy acostumbrada a que apenas te sientas en la silla gigante, te ofrezcan champagne Veuve de Clicquot y tu menú sea deliciosamente balanceado. Me llegué en algún momento a atortolar porque toda la gente de esta clase, está llena de aditamentos que nada que ver con mi marginación voluntaria de la parafernalia tecnológica. Estrené entonces esta comodidad en medio de una profunda sensación de ser mosca en vaso de leche, gozosa.
La siguiente sorpresa, estaba reservada cuando aterricé en mi refugio de estos días en tierras centroamericanas. Más exactamente, en San José de Costa Rica. La anfitriona que me hospeda me tenía, un viaje de una semana preparado para recorrer zonas entre la montaña, la selva y el mar caribe y pacífico, de película. En una semana, he tenido la fortuna de estar en tal diversidad de microclimas y paisajes que me ha parecido que este país de 5 millones de habitantes, lo tiene todo en una extensión mínima. Y todo es naturaleza exuberante. El mar en sus azules profundos y claros. La selva vibrante al lado. Los árboles lujuriosos, gigantes, pegados de la playa como queriendo irse a chapucear. Algunos hasta parecen estar dotados de pies que están a punto de estrenar para salir a refrescarse entre las olas juguetonas. El guía Juan Francisco, en uno de los parques nacionales visitados, el parque nacional Cahuita en la provincia de Limón, lo puso en sus palabras: "Ven los almendros tirados hacia el mar?... tienen prospección".
Los atardeceres son intensos, una paleta de colores dorados, diluyéndose sobre el agua y más allá, matizando los contornos del mar entre rojos y amarillos plata como si el sol, oculto bajo la línea del horizonte, jugara a pintar el cielo y salpicarlo todo... qué artista! Hay atardecer después del atardecer, en este país. Y el lema, pura vida que lo caracteriza, podría por ahora decir, que es real.
En un momento, me puse a pensar mientras observaba con gran admiración estos nuevos paisajes, en mis padres. Ellos nos hicieron amar la naturaleza y el arte de viajar desde que eramos niños. Desde este canto loco de guacamayas y este murmullo de mares, la mujer, la niña que soy y el amor a mis padres se reconectan. Todo en un tiempo de agradecimiento y pura vida.


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