martes, 30 de julio de 2019

¿Es usted hippie?



La pregunta a la que lentamente me ido a acostumbrando que me haga la gente cuando, por ejemplo, alguien me ve bajando de la medicina de la montaña[i], armada de mi morral, tapete de yoga y una cartera, no me toma por sorpresa. Le respondo sin emoción en la voz: No. Y de inmediato empieza, el conductor de la camioneta que tiene en un lado de la puerta un parlante con música de despecho a volumen moderado -dícese así a la música popular colombiana que tiene lírica o letras en las que se echa sal a las heridas del corazón recientemente herido o destrozado-, a compartir la historia de una hermana, a la que mi "look hippie" le recuerda. Ella, a quien no le da nombre, hace unos quince días, rompió el silencio con una llamada anunciando que estaba en Brasil, después de haber dejado a la familia en una larga y dolorosa espera, me comenta.
No sé bien a qué características hace alusión esta etiqueta en las mentes urbanas. ¿Será lo del morral que en sus imaginarios, trae la visión de la que huye de casa? No sé. Los hijos de una amiga de la universidad, me han asignado el mote de “la amiga hippie” de su mamá. No ofensa. Hippie. 

Se llama hippie, de acuerdo a Wikipedia,  “a un movimiento contracultural, libertario y pacifista, nacido en los años 1960 en Estados Unidos, así como también a los seguidores de dicho movimiento”. Contracultura, libertaria y pacifista, podrían ser adjetivos calificativos que me van. Mochilera tardía... ¿una forma de vida y, quizás, una mejor manera de ser descrita?

Me gusta identificarme con aquella persona que se mueve y moverá mientras está viva. Alguien que encuentra gran placer en la vida curiosa donde quiera que esté y que disfruta participar del viaje constante y efímero por los caminos de la vida. Pero igual, me gusta des-identificarme de lo que son atributos de ciertas tipologías humanas. Soy. Punto.

En una reciente entrevista de Ramiro Calle[ii], a quien realmente no conocía, y que gracias a uno de esos envíos casuales (Merci, Eli), tuve el gusto de leer, encontré una categoría que parece ser la que, de manera perfecta, como aquella que tiene el sastre haciendo un traje a la medida, encaja con una teoría en construcción, en la que sostengo que este mundo se parece cada vez más a un gran, a un gigantesco hospital psiquiátrico.

Por eso, hoy creo que es un día de revelación. Nos vendría bien a todos los habitantes de este planeta reconocer o vestir esta etiqueta sin drama como una segunda piel: Homoanimales. Somos “homoanimales”, nos dice Calle. Somos una falla evidente “que no es hombre ni mujer, es un homoanimal, con el dudoso privilegio de haber adquirido un cerebro humano. El homoanimal es el estado intermedio entre el animal y el verdadero ser humano”. 


La próxima vez que alguien me pregunte ¿es usted hippie? responderé emocionada: No. 
Homoanimal, solamente.




[i] Ver en este mismo blog esta entrada: https://sandraoye.blogspot.com/2019/05/la-medicina-de-la-montana.html
[ii] Calle Ramiro, es uno de los pioneros del yoga en España,“Si te crees iluminado, ve a visitar a la familia”, en Vanguardia, Junio 21, 2019. Recuperada de https://www.lavanguardia.com/vivo/20190621/463013587494/ramiro-calle-entrevista-dia-del-yoga.html?fbclid=IwAR25k57HCVm__OXoiEnCahvv2t5WBqBHBZxxVBD3p3OT150zAadO41eXFCg

1 comentario:

martoba dijo...

Súper! Como siempre...! Buen análisis mí homoanimal amiga.