jueves, 29 de octubre de 2020

Las brumas de los días

Hay brumas esenciales en la vida. Algunas son densas, espesas; otras un velo transparente como cortinas leves hechas de fino lienzo  que nos dejan con una sensación de frescura y desaparecen. En el caso de las densas, la opción que tenemos es atravesarlas o no. Y al hacerlo decidir cómo salir de ellas. 

En un viaje, las brumas densas pueden ser las dificultades. Lo inesperado. Un pasaporte perdido, un sello vencido en un permiso, una ruta o itinerario que súbitamente se complica por alguna razón, un robo de los dineros que llevamos. En fin, toda suerte de anomalías. En la literatura, las anomalías pueden dar origen a múltiples nudos narrativos. 

En la vida viajera, una bruma densa da pie para, en ocasiones, sorprendernos. Recuerdo un viaje familiar en tiempos de mi vida como estudiante universitaria en el exterior. La meta era realizar la Ruta Maya(1) por tierra en época decembrina, para terminar en México, en la famosa Cancún, lugar donde teníamos pensado pasar el 31 de Diciembre. Cruzando una frontera que no recuerdo exactamente cuál era - imagino que la de ingreso a México-, un oficial nos dijo que faltaba algo para permitirnos continuar el viaje. En medio de la situación, en la mente, como nube que pasa, la imagen de que todo era un ardid para hacer que de alguna parte apareciera una jugosa cantidad en dólares, y el oficial dejara de obstaculizar el paso de nuestro grupo familiar. Después de unas horas de debatir las posibles salidas, mi familia decidió, no aceptar el estado de las cosas y devolvernos a Guatemala, a Antigua, donde disfrutamos unos días de fin de año, en un hotel colonial llamado Museo Casa Santo Domingo. Una bruma densa que terminó regalándonos unos días de ensueño.

Cuando en la vida otras brumas densas se instalan, por efectos de la falta de salud mental temporal o permanentemente, o por lo que intuyo puede ser un abuso de sustancias psicoactivas, las personas parecen estar inmersas en realidades paralelas. Caminando en sus propias burbujas interestelares, recorriendo los filos de los abismos, o escalando de manera intrépida árboles sinfín pretendiendo tener una cita para hablar con los pájaros.  

Recuerdo el caso de dos caminantes o huéspedes así. Uno lejano, cuando vivía en Honduras y trabajaba para la organización OYE Adelante Jóvenes, Organización para el Empoderamiento de la Juventud (2). 


Corría el año 2007 y era un día de Octubre. Para ser más exacta era un día 26 de Octubre y en la oficina antes de mediodía un visitante inesperado, una suerte de Quijote sin su Sancho Panza ni su Dulcinea, entra sin ser invitado. Es alto, está sucio y oloroso pero tiene en el rostro la dignidad que da el haber conocido antes un universo en el que todo se podía nombrar y dividir en horas, minutos, segundos. Mi reacción ante el visitante inesperado es ofrecerle una fruta que hay en un paquete abierto sobre la mesa donde estoy trabajando. El visitante se toma el paquete entero y hace un gesto que no entiendo bien. Como mascullando las palabras dice que no las iba a recibir pero “el desprecio es cruel” y por eso se las lleva. Más adelante como una media hora después vuelve a visitarnos. Viene con la mirada más brillante. Quiere pagar por las frutas, saca un manojo de billetes de papel como de un juego estilo Monopolio. Luego de explicarle que eran un regalo, pide un lapicero y escribe en mi cuaderno de notas:“En-serio Profesor Emilio Augusto Santelly García. Comida en-casa. Frescos-en-casa, carros despacio o-andar-a, pie. La Fruta Es exportada”. Y sale de la oficina.

Recientemente, un joven apareció de entre la bruma densa de la montaña, donde paso muchos fines de semana últimamente, envuelto en su propia bruma. 


Se veía musculoso e iba descamisado. En un esfuerzo por intentar la comunicación inicial que abre las burbujas, le pregunto su nombre. No responde y empieza a cargar unas guaduas que habían cerca; luego se dirige todavía sin mediar palabra y se sube a un árbol donde se posesiona en una rama, a hablar de manera ininteligible para mí, no sólo por la distancia sino porque mientras lo hacía, engullía hojas. 

¿Qué tal estamos para salir de la bruma actual llamada pandemia? ¿Estamos a punto de desvariar? ¿Caminar al abismo? O sencillamente ver a través de la bruma de los días y pensar que  tal vez, somos ¿guías entre las nubes?


Hay brumas esenciales en la vida. Algunas son densas, espesas; otras un velo transparente como cortinas leves hechas de fino lienzo que nos dejan con una sensación de frescura y desaparecen. En el caso de las densas, la opción que tenemos es atravesarlas o no. Y al hacerlo decidir cómo salir de ellas. 

(1) México, Belice, Guatemala, Honduras y El Salvador son los cinco países que integran este circuito a través de una extensa red de ruinas y paisajes que dejan sin aliento. 

(2) Para conocer más sobre mi experiencia en OYE Adelante Jóvenes, Organización para el Empoderamiento de la Juventud pueden leer todas las entradas de Enero a Octubre de 2008 en este blog. Si lo que quieren es leer sobre la organización ahora, visitar http://www.oyehonduras.org/es/

1 comentario:

Elvira Sanchez-Blake dijo...

Este pasaje capta la esencia de la bruma en sus atribuciones poéticas y psicológicas. Las anécdotas vivenciales añaden al tono y al efecto lírico de la reflexión. Me encantó. Muy bien escrito.