martes, 9 de octubre de 2018

El arte de decir bye Roma, parte 1


Llegar al final de un trayecto de un viaje (en un viaje de dos paradas, quiere decir llegar al final del 50% de tu viaje) nos coloca siempre en modo analítico-emocional-existencial. Momento de hacer balances, de sumar, nunca restar (aunque la cuenta en mi banco si va de restas) y, claro, de despedirte de un lugar que te ha dejado ver tanto. Esto te genera un estado de introspección obligado antes de entrar en un nuevo vacío: tu próximo destino.

Hay balance físico, – la espalda, a veces  me grita, junto con un dolor que ha aparecido en mi codo izquierdo por razones desconocidas-, emocional – buenos y regulares momentos vividos, ninguno realmente malo-, y energético – nada como mi tapete de yoga para recargarme-.  Hay balance de lo que viste y de lo que se quedó por ver, y, claro, te das cuenta de algunas oportunidades que no tomaste y se han ido para siempre como agua entre los dedos.

Por ejemplo, tan pronto pisé suelo romano, mi anfitriona, Junko Nakai tenía lista para mí una revista con información de lo que había  a nivel cultural en la ciudad durante el mes de Septiembre. Me la entregó mientras íbamos en el tren rumbo a la stazione Ostiense donde era nuestro punto de bajada. Mi llegada fue el 19 y por eso, la revista tenía información de un concierto en homenaje a uno de los compositores italianos vivos más interesantes que conozco, Ennio Morrecone. Él es un gigante porque ha compuesto música para cine y, para mi alma sensible, existe desde que supe que era el compositor del tema de la película, La Misión, el cual me encantó. Pues bien, él iba el 27 de Septiembre a tener en el auditorio Parco della Musica de Roma, una fiesta musical en celebración de sus 90 años a través de un concierto. Me dormí y no compré de inmediato las entradas ergo no hubo Ennio. Sin embargo, en esta misma revista pude enterarme de otras cosas que sí disfruté; como la descripción de la terraza Les Etoiles adonde estuve. 

Mi cuota de actividad musical, quedó redimida y con creces, gracias, a mi anfitriona, quien como regalo de cumpleaños, tenía tíquetes para asistir al Teatro della Opera de Roma a ver el ballet, La bella addormentata, en un gran momento de asombro por la belleza del lugar y el despliegue de virtuosismo encarnado por los bailarines y bailarinas de la obra. La primera bailarina entre otras cosas, era de Argentina (Susanna Salvi), según pude informarme después. De este momento quedaron las imágenes en mi retina-cabeza. Un gran lugar, una experiencia única.

Mi aproximación al arte, ha cambiado con el paso de los años y los kilómetros viajados. Es arte, una escena en un parque, un jardín, una pinta o graffitti en cualquier pared o calle. Es arte, la caída del sol bañando la ciudad y más cuando puedo contemplarla desde una terraza con una copa de vino en la mano. Es arte, un encuentro con una buena amiga y una conversación hasta la madrugada alrededor de unas cuantas anécdotas. Es arte, la vida.

Claro, están los templos, las catedrales, las basílicas del arte, como llamaría yo, a los museos, que cuando estás viajando, siempre se tornan en un desafío. Tantos y tan poco tiempo, para realmente detenerte en ellos y poderte dejar transformar visitándolos. Son desde mi punto de vista, esa otra manera de “consentir” el alma.

En esta ocasión, entrando en la recta final de mi estadía en Roma, y por la historia personal, me incliné a visitar el museo Galería Borghese, en la fabulosa y extensa área verde llamada Villa Borghese (el equivalente del Central Park aquí en Roma?). La entrada se consigue únicamente por el sitioweb y hay que llegar unos 15 minutos antes de la hora (lapsos de 2 horas por persona) para reclamarla en la puerta (15 €).

No voy a detenerme mucho ni a construir una visión con palabras de lo que pasó mientras recorría este lugar. Dejaré mejor que las imágenes hablen por sí solas. Debo insistir, sin embargo, en que haciendo un despliegue de astucia, y considerando que la hora de la partida era inminente, me orienté en el mapa, y vi que una de las alas de ingreso al parque de Villa Borghese quedaba próxima a la Piazza del Poppolo, lugar que no había visto. De manera que B I N G O! camino a la Galería, pasé por esta plaza para cerrar con broche de oro, mi tiempo en Roma.

Encontrarán aquí un álbum en el que verán la plaza del Poppolo y algunas imágenes del parque Villa Borghese. En el siguiente álbum/entrada subiré fotografías de piezas dentro de la galería. Disfruten!







En el parque Villa Borghese.












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