lunes, 8 de octubre de 2018

Roma o el encuentro de lo inesperado


En los viajes como en la vida hay que tomar decisiones. Algunas son fáciles. ¿Tomas un café en el barrio donde estás alojándote, o por los alrededores de los sitios más turísticos? 

Otras decisiones no son tan fáciles de tomar. Por ejemplo, ¿qué hacer en los tres días que me restan de permanencia en Roma, o “la ciudad eterna”?

El viaje continua y el tiempo que parecía detenido, empieza a ir más rápido de lo esperado.  Entonces, aparece en mi mente la lista de lo que ya he visitado y lo que todavía me queda por conocer dentro de la ciudad y sus alrededores. De manera tajante y práctica decido revisitar sitios que he visto desde afuera, como el conjunto de ruinas Coliseo, Foro Romano y Palatino; también opto por pasar por un pequeño museo que queda a pocas cuadras de mi residencia temporal, fuera del radar turístico, como es el Museo Vía Ostiense, Puerta de San Paolo. Por último, decido incluir una parada en un sitio que pasé de manera apresurada por cansancio: Villa Borghese y su imponente Galería (próxima entrada).


Desde adentro, la zona más visitada de Roma, el eje Coliseo, Foro Romano y colina Palatino, el epicentro de lo que otrora fuera el Imperio Romano, ofrece una visión expansiva y desbordante (ya comentada en la entrada de 10/01/2018 de este mismo blog http://sandraoye.blogspot.com/2018/10/que-le-dapersonalidad-caracter-una.html). Una vez en estos espacios, se echa de menos, no tener un guía de carne y hueso, compartiendo el pasado en el presente. Recurro a un servicio de audio-guía que funciona a través de un celular Huawei (5,50 €) para el Coliseo  y quedo impresionada por el dato de la existencia de la función del “editori” desde tiempos inmemoriales, quien era, palabras más, palabras menos, el encargado de la publicidad de los eventos siempre sangrientos que sucedían en él.









El museo Vía Ostiense puerta San Paolo, realmente no tiene mucho que enseñar (sin costo); sin embargo, se convierte en un buen punto para lograr imágenes desde lo alto, de algo que como viajera nunca esperé encontrar en Roma: una pirámide.

La pirámide Cestia, también conocida como Pirámide de Cayo Cestio, fue el último recinto de un magistrado de la antigua Roma, inspirado en las egipcias. Colinda con el cementerio acattólico o protestante. Desde que visité en Buenos Aires el cementerio de la Recoleta,  en Diciembre de 2010, me siento cómoda recorriendo estos lugares. Hay una cierta estética única para cada cementerio. Invitan al silencio y al recogimiento y hasta pueden darte una buena pausa en medio de la agitada rutina del día.

El cementerio acattólico (entrada por modalidad donación), tiene por un lado la pirámide Cestia, y, por el otro, la muralla aureliana. En él se encuentran enterrados personajes del mundo, y por supuesto, de Italia; entre estos últimos, se encuentra la tumba del fundador del partido comunista italiano, Antonio Gramsci. Otros “habitantes” ilustres aquí son los poetas ingleses Keats y Shelley cuyas últimas moradas con sendos epitafios sobresalen.

















Me llaman la atención los otros "inquilinos", los felinos que  están por todas partes, y cual guardianes, se pasean y descansan sobre las tumbas en medio del bochorno y el calor de la tarde.



No hay lugar que pase desapercibido en un destino como Roma. El sitio que parece no ofrecer gran atractivo, puede estar al lado de uno que inesperadamente resulta interesante y hermoso, dentro de su peculiar manera de estar y de ser encontrado, al final del día.







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