viernes, 18 de septiembre de 2015

En el balance 4 x 4

He estado viajando por 4 países en un lapso de 4 meses dentro de la misma América que considero mi tierra. He registrado impresiones que quizás no tengan significado en sí mismo. He registrado hechos en la medida de lo posible tratando de entender cómo un país define comportamientos en sus ciudadanos y ciudadanas. Los contrastes inevitables surgen como fotos "quemadas" y superpuestas. 
En la mirada que hago queriendo llegar a profundizar y ver más allá de lo aparente, me parece que que logro vislumbrar un último país, Estados Unidos, no tan gigante como se proclama. Vislumbro que los países todos con sus maneras de construir identidad, están de de alguna manera en una encrucijada (crisis?). Hay tiempo, hay prisa, hay soledad, hay esfuerzo, hay goce, hay entrega, hay sacrificio... En todos hay de todo.
Si se tratara de calificar cada país por algún mérito, diría que me quedo con el que menos conocí porque fue el único que en menos de una hora, me llevó de la capital a la playa. Es decir, con El Salvador. Si los mido por el amor y afecto que se siente entre su gente, no dudaría en decidirme por Nicaragua y El Salvador. Estados Unidos, sería mi última elección porque no concibo la vida metida en un automovil, totalmente cuadriculada y sin buena comunicación espontánea. Sin embargo, en este último país es donde está la familia y son los lazos de sangre, los que ganarían.
Como no se trata de una competencia sino de un sencillo ejercicio de observar y compartir lo observado, quiero finalizar este trayecto existencial comentando algo que me pasó en estos viajes. Cuando compartía con las personas ocasionalmente que quería una vida de vacaciones permanentes, viajera, o que no sabía muy bien qué iba a suceder conmigo en este resto o próximo año a nivel laboral, siempre encontré reacciones que se manifestaron preguntándome: " Y sus raíces?", " Y su familia?". Lo viví en Nueva York en dos diferentes escenarios. El primero en el bus rumbo a esta ciudad procedente de Newark, Delaware, cuando improvisé una conversación con un joven que estaba en viaje de descanso antes de entrar a elaborar su tesis de grado. Seguna situación, en conversación con un taxista de Bangladesh, contador de historias que hablaba con propiedad de su país y de los premios nobel de literatura, especialmente de Gabriel García Marquez.
Siempre surgía el asunto de dónde están sus raíces y su historia.
Las raíces si se entienden como la manifestación de lo que nos da sentido de pertenencia no han sido muy contundentes en mi vida. Me siento medianamente aterrizada en donde nací, en Colombia, con pies y alas que quieren llevarme cada vez más a encontrar un lugar dónde estar y sentir como si allí hubiera magia.
Lo de mi desarraigo, me intriga. Es la paradoja en la que gravito. Siento que he querido estar siempre en una geografía distinta a la que me corresponde por derecho de nacimiento. Y por eso, soy todavía una"buscadora de otras latitudes y horizontes". Cualquier podría decir y cuestionar: " Y qué estará buscando?" No me importa. Igual el camino no tiene por qué ser explicado. Sencillamente es el camino que se va inventando con cada paso o cada vuelo.































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