martes, 5 de diciembre de 2017

Ecos y murmullos de Uruguay: en lo pequeño va lo grande

No sé si es dentro de la la física cuántica, donde se habla de los fractales...recuerdo que alguna vez le escuché al doctor Julio Cesar Payán en una exposición audiovisual muy impactante, todo, todo en este planeta, en su diseño, del más sencillo al más complejo, termina pareciéndose. Luego en un documental de Daniel Schmidt,  Mundos internos y mundos externos, se demostraba con asombro pasmoso, esto mismo. No se me ha podido desaparecer todavía la imagen del interior de un girasol, mi flor favorita, que luego se reproducía en millón de estructuras naturales. Esa danza infinita del microcosmos desenrollándose para adoptar otras mil maneras de existir en el planeta. 
A veces cuando practico yoga siento que estoy siendo parte de esta danza. Muchas posturas en realidad están buscando que nos alineemos desde dentro con figuras de la geometría universal. No me desvío. Risas.

En los días de viaje recientes, llegué a la constatación directa que no es sino observar bien para ver cómo los seres humanos demuestran que en lo pequeño están mostrando lo grandes que pueden ser, o lo humanos, no tan grandes en que pueden llegar a convertirse. Tuve esta precisión casi como una epifanía al detener la mirada en  dos o tres gestos en los que comprobé esta naturaleza ó condición humana.
Uno, en el evento Encuentro Internacional Feminista y Latinoamericano y del Caribe, sostenido en Montevideo, cuando una prominente líder del feminismo criollo, durante la fila inmensa del almuerzo que aguarda su turno para comer el famoso asado uruguayo, ella se "cuela", al detectarnos a otras colombianas. Un comportamiento arbitrario y ventajoso, que dice mucho, de una persona.
Dos, en otro escenario completamente distinto, el hostel, llega una "manada" de jóvenes que hablan un idioma que no logro detectar entre mis bases de datos idiomáticas. Es la hora del desayuno y me encuentro en función preparación de mi puesto de individual con mis propios ingredientes y me desplazo, para conseguir algo. Al volver al lugar que creo que ya está definitivamente claro se encuentra ocupado, veo en el asiento una mochila de alguien. Cuando busco al dueño, es un joven que después descubro habla hebreo. 
Entre los pliegues de los pensamientos, encuentro que en el caso uno, en ese "colarme" hay una persona que tiende a pasar por encima de los derechos de las que también están en la cola. Viniendo el gesto de una mujer, lideresa que dice precisamente estar defendiendo los derechos de las mujeres, desluce. En el segundo caso, de inmediato caigo en cuenta que este joven judío me remite a lo territoriales e invasores que usualmente son los llamados miembros del pueblo errante. 
Mis aproximaciones a estos gestos, no es política, es personal. Sin embargo, lo personal es político y cuando realizamos este tipo de acciones estamos de alguna manera "hablando" de quiénes somos y de cómo vamos "parándonos" en el mundo.

Por eso, el tercer caso, el de un gesto genuino, de una mujer madre con hija adolescente que me cedió el puesto en el bus que me llevó del aeropuerto internacional Carrasco al centro de Montevideo, en mi día de llegada a este país de 3.444.006 de habitantes, es una voz que a gritos me habla que tiene gente amorosa, de una gran calidad humana, y que en mi estadía, pude comprobar repetitivamente. A este pueblo de origen entre charrúa, guaraní, español y portugués, le diré siempre, gracias. Namaste.



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