martes, 26 de febrero de 2013

Dos meses y veinte días

Estoy hace dos meses y veinte días en mi ciudad. En mi país, disfrutando la presencia de mis amigos, amigas y familia. He hecho las visitas, las caminatas, las tardes de café en compañía muy grata. Mi rutina se ha visto cambiada a partir de comienzos de Febrero. La supervivencia llama e invita a empezar este ciclo nuevo de búsqueda de mi siguiente oportunidad laboral. En mi día, las mañanas están dedicadas a esto. En las tardes trato de caminar la ciudad e ir al encuentro de mis amigos los libros, los periódicos, las salas de cine de bibliotecas y sitios de arte. No puedo pasar por este recorrido de mi vida actual, sin decir que el lugar del que llegué hace dos meses y veinte días, es Nicaragua. País que me hizo muchos regalos. Me inició en muchas artes. La principal invitación, fue a conocer una parte de mi misma que estaba oculta, casi perdida. Ahora ya cuento con ella. La incorporé y espero que con los días siga creciendo para engrandecer mi propio poder. El poder personal de elegir la vida que quiero. Aquí voy a transcribir la reflexión de cierre de experiencia.

Reflexiones sobre el aprendizaje como inspiradora en Nicaragua Por Sandra Erika Gómez O. “Tocar el alma de otro ser humano es caminar por tierra sagrada” . S. Covey, 7 hábitos de la gente altamente efectiva. 

Termina mi tiempo de permanencia en Nicaragua. Vine con todos los preparativos; sin embargo, nada me preparó para “caminar por tierra sagrada”. Así es como siento mi experiencia en estos nueve meses de estar con la Fundación Desafíos. La satisfacción que me queda no es sólo la del cumplimiento de los objetivos descritos en los términos de referencia de la ubicación como inspiradora, sino también la de haber cambiado mis referentes con respecto a los y las jóvenes rurales. Esto lo agradezco con una sonrisa. Las personas a las que vine a apoyar en el contexto de la ubicación como inspiradora, las técnicas territoriales de la Fundación Desafíos, me acompañaron a caminar por tierra sagrada, al mostrarme sus características de liderazgo, sus dinámicas, sus fortalezas, sus lógicas y sus redes de apoyo y afecto. Compartieron conmigo sus ideas, sus aprendizajes y preocupaciones. Sus risas y almuerzos. Encontramos juntas el ritmo para acompañarnos. Nos dimos espacio, aire, tomamos café, comimos helado y güirilas al atardecer san ramoneño y matagalpino. Me manifestaron sus necesidades, sus sueños recurrentes, sus ilusiones aplazadas y sus proyectos en construcción. Compartieron su vida y la de la organización conmigo. Allí, en medio del ir conociéndonos como lo que somos y lo que seremos, fueron surgiendo la confianza y creatividad necesarias para realizar el reconocimiento de capacidad y el potencial de capacidad simultáneamente; la alegría de desempeñarnos con seguridad, a la vez de la entereza para decir “tengo que aprender a desaprender “. Enfrentamos los retos en el territorio con tranquilidad, mientras el azar hacía de las suyas. Y así pude aprender que en Nicaragua la juventud no es un interruptor que se prende y se apaga. Aprendí también que ser joven rural es estar sumido en un gran silencio familiar, institucional, social y político. Por eso una organización como Desafíos es tan importante. Porque en ella, los y las jóvenes rurales salen del silencio en el que no son, encuentran su voz y se ponen a conversar con sus pares, con las instituciones y las autoridades en los ámbitos sociales y políticos donde circulan. Mi granito de arena en esta etapa de la vida institucional que compartí fue influir para que comprendieran que la primera gran conversación que los y las jóvenes merecen tener, es consigo mismos/as. Saber quiénes son, qué proyecto de vida tienen. Saber si están interesados en ser dueños y dueñas de sus mundos y si en su panorama aparece el ser líderes, ser agentes de cambio y desarrollo para construir un proyecto de país donde sus sueños quepan. Esto, a mi manera de ver, es dar el primer paso en el acompañamiento técnico territorial. Por eso, es tocar el alma de otros y otras semejantes y es caminar por tierra sagrada. De pronto pensamos que tener el dominio de un arte, de algunas herramientas y técnicas, puede ser nuestro gran equipaje. Pero no. Las herramientas, las técnicas, el arte y la ciencia, no son suficientes. Para caminar por tierra sagrada, no hay preparación que baste. Para esto se necesita sencillamente dejar fluir la vida. Encontrar el ritmo, la historia, la pregunta correcta y después dejar ir la experiencia con una sonrisa.