viernes, 1 de marzo de 2019

Un tiempo en verde

Foto: SandraE of course, tomada en Baden-Baden
Tiempo extraño. No hablo de un mundo extraño como el título de una canción. No. Hablo de un tiempo extraño. Y como el tiempo es un concepto que se construye de una manera tan personal, tan propia, tan única, últimamente siento que al retomar mis rutinas de vida, esas de un café antes del almuerzo, una cerveza a media tarde o en horas de la noche, o las de encontrar a algún amigo para un almuerzo, me he dado cuenta que estoy viviendo extrañando alguna parte de mí que me hace falta. 
Me pregunto ¿qué parte será? ¿La parte que sueña, la  que imagina, o la que se eleva sobre las circunstancias y construye mundos inventados dentro de la, a veces, monótona estética de la cotidianidad? Estoy atrapada en una ausencia que no se deja nombrar. 

La mejor terapia: escribir. La única opción: intentar atrapar en palabras y códigos lo inexplicable, para romper su aura de misterio. En el libro que consulto como quien quiere descifrar la profundidad de las eternidades, El libro del desasosiego, de Fernando Pessoa, encontré una buena mirada: 
"Todos los días suceden en el mundo cosas que no son explicables por las leyes que conocemos de las cosas. Todos los días, hablando de ellas, en los distintos momentos, se olvidan, y el mismo misterio que las trae se las lleva, convirtiéndose el secreto en un olvido. Tal es la ley de lo que tiene que ser olvidado porque no puede explicarse... " (traducción libre). 
Lo inexplicable como olvido, sencillo. 

Me olvido entonces de la parte, "persona", o "subpersonalidad" que no se deja nombrar y en pos de algo más concreto para explicar este estado extraño, me conecto con Green book, película que ganó el premio Oscar a la mejor cinta. Se ubica en los años 60 y tiene el empaque de" película de carretera". Este género conocido como road movie, tiene como principal característica, que los personajes, la trama, el nudo o conflicto, se desenvuelve mientras hay un viaje. El corazón de la historia que narra la película, y que, a propósito está basada en la vida real, es el tejido de una amistad insólita entre un hombre negro de origen jamaiquino con un talento excepcional para la música y un norteaméricano blanco de origen italiano. En el trasfondo de este relato que va desenvolviéndose mientras los viajeros paran para la realización de conciertos, se sugieren temas explosivos, como la situación de discriminación y afectación de derechos humanos que el hombre negro enfrenta realizando su gira musical por un sur envuelto en un ambiente de racismo extremo en el país del norte; el otro tema singular, sin embargo, es el de la identidad y los conflictos que de manera interna libran los personajes por no estar totalmente "ubicados" en lo que las fronteras (casillas) de su raza, clase, preferencia sexual y en lo que éstas determinan como comportamiento razonable. Un hombre negro, culto, bien hablado, virtuoso del piano, empleando a un hombre blanco, sin mayor educación, mal hablado y cuyo talento esencial, es solucionar la vida, así sea a golpes.

Gran tema para estos tiempos en el que no sabemos realmente qué parte nos hace falta, o en qué mundo estamos viviendo, o si, aquello que nos identifica está hecho de concreto del tamaño de un muro, o de otra sustancia porosa que pueda fácilmente deshacerse. Entre las inquietudes están todas las otras preguntas sobre si esa identidad que con disciplina férrea construimos,  a través de las experiencias de la vida o de los legados familiares, luego, la convertimos en identidad institucional por afiliación de partido, causa, religión o cultura, y si los partidos, las religiones, las causas nobles, las culturas están en decadencia, no estamos enfrentando ¿una dupla de inseguridad? 

Parece ser que deambulamos por un mundo (aldea global de acuerdo a McLuham) caminando las duplas, los bordes, los precipicios exponiéndonos con cada paso a colocar un pie en un lugar que tiembla mientras el otro pie sencillamente sufre un calambre o da vueltas... No sé si esto explique algo de lo que hace que mi otra parte no quiera revelarse o dejarse nombrar. Nada más expreso que escribir alivia lo inexplicable. Lo desbloquea. Hace que de pronto al voltear a mirar mi ventana cubierta por una sencilla cortina color tarde vea una playa, un oasis donde escampar para sentir de nuevo a la ausente. La que olvida.