martes, 10 de julio de 2018

Fronteras, nacionalidades, ¿ficciones?

Era Diciembre de 2010 o Enero de 2011 cuando me tropecé con una "pinta" (street graffitti) en una pared de un barrio de Buenos Aires, Argentina, que decía, FRONTERA IGUAL FICCIÓN. Es interesante cómo las imágenes se te quedan grabadas en la memoria, primero de tu celular, y después saltan de tu retina a tu mente, para traerte un mensaje siete años después. Así a veces, pasa. Vamos coleccionando los recuerdos, los momentos, los instantes como pequeños tesoros, que una vez vuelves a mirarlos, se revelan más preciosos y llenos de significado.

Durante los últimos meses, hemos asistido a toda suerte de conjeturas sobre el destino que nuestro país, Colombia, va a correr en los próximos años. Son críticos por múltiples motivos, siendo quizás el más relevante, el de la consolidación de la paz. La paz en todos los niveles de la sociedad; la paz como derecho humano inalienable; la paz como forma de vida cotidiana para el conjunto del país.

Este tema y los resultados no muy alentadores en los procesos políticos recientes, como el electoral, que dio la victoria a un candidato que quizás tenga poco o ningún interés en conjugar el verbo hacer la paz, de manera sustantiva, ha traído reacciones diversas entre mi círculo de relaciones cercanas y lejanas.

La que me ha generado particular atención, es la de algunas personas que sienten en este momento, que ser colombianas, las avergüenza. 

Vivir en un país que te avergüenza, debe sentirse terrible. Algo similar a tener que vivir con alguien que nos abochorna, o a quien no podemos presentar, porque no sabemos cómo va  a comportarse. Yo tiendo a creer que sentir vergüenza, ira, intenso dolor, mortificación por alguien, como una relación cercana, o por algo, como un país, puede traer como consecuencia, enfermarnos. De otra parte, considero, que es completamente inútil. La vergüenza engendra mal-estar. Y si ya estamos mal, ¿para que aumentar la cuota de sufrimiento?

Tenemos problemas como cualquier país. Tenemos problemas en los que aparecemos como directos culpables cuando somos, co-responsables. Entonces, sugiero como antídoto a esta racha de sentir mal-estar por ser de Colombia, adquirir claridad sobre qué creemos significa ser de nacionalidad colombiana en un momento como el que enfrentamos. Yo veo en esto de las nacionalidades, algo similar a las fronteras: ficciones.

Me he ido a través de los años convenciendo que tengo una ciudadanía global con la que me siento cómoda. Me identifica. Por eso, cada que viajo, trato de observar y contrarrestar lo nuestro y lo de los otros. He permanecido en lugares por épocas largas, que me han permitido visualizar los problemas que tiene el mundo y así, poner en perspectiva, los dramas locales. En verdad, sumo fácilmente a las personas que piensan/sienten que las fronteras son ficciones, las nacionalidades, accidentes, y los gobiernos y sus promesas, resuenan y tienen eco en problemas de gobernanza más complejos y globales.

La crisis del mundo que repercute en nuestra pequeña esquina, tiene trasfondo político tanto como humanitario. Que si reinventamos la forma de hacer política ¿se solucionaría?. No sé. Lo cierto, es que el ser humano está llamando en su totalidad y en la extensión de la geografía a, ser artífice de su propia reinvención, con otro modelo de lo que significa existir y ser habitante de esta pequeña villa en red en la que nos correspondió vivir o navegar.