sábado, 22 de septiembre de 2018

La primera de muchas buenas noches de verano - Roma Septiembre 2018

Llegar a la ciudad que se lee al revés AMOR es una experiencia como cualquier otra de llegada a una gran ciudad. El punto para mí es que, es la primera vez que estoy en Europa, con la nueva ley que dice que las personas con nacionalidad y pasaporte colombiano no necesitan visa para ingresar a los países de la Unión Europea. Lo cual me crea cierta expectativa.

Migración en Roma. Cuando ya tu tiempo de viaje suma más de 24 horas entre aeropuertos y escalas, lo único que quieres es llegar rápido a descansar. Entonces esperas un proceso de migración rápido. Aquí va mi primera impresión. En el aeropuerto Fiumicino la fila de ingreso a las ventanillas donde te chequean el pasaporte y te lo sellan, fluye bastante rápido para el promedio de aeropuertos. Cuando analizo por qué, sucede que hay una fila caótica, auto-organizada. Caigo de repente en la cuenta que esto se ve mal pero funciona mejor que en muchas partes, y explico el truco: en la entrada las personas de diferentes vuelos se encuentran y se reúnen en lo que parece ser una masa amorfa o en una especie de manada sin líder. 

Allí cada persona empieza a caminar porque los demás caminan y se detiene, cuando los demás paran. No hay líneas definidas con largos sistemas de separación con cuerdas o lazos. Hay, unos cuántos ya hacia el final del espacio. Por lo tanto, esta horda humana, igual, termina haciendo una fila, y, esto hace que el proceso que parece ágil al principio, llegue a un punto de embotellamiento necesario. Con la orientación de un empleado de inmigración, va separándose lo que antes no tenía forma; este personaje, que corresponde a una mujer muy joven, indica a cada persona a qué ventanilla dirigirse de acuerdo a donde haya funcionarios disponibles. Es decir, el desorden, el caos, entra en un "ensamble final". 

Otras impresiones. Al lado de este enjambre que somos los que tenemos pasaportes de países no europeos, se nota, la tranquilidad con la que los ciudadanos miembros de países de la Unión, entran. No hay congestión. Hay máquinas que automáticamente les dan el OK a su ingreso y lo que a nosotros, nos toma más de una hora, a ellos, les toma máximo 15 minutos. Desde mi pequeño nicho vital de no europea, pienso, en el "poder" detrás de esta movilidad sin trabas, automatizada, sin fila y sin tiempo de espera. Los "otros", los que "no-somos" desde su concepción, esperamos a las autoridades (cuando cuento los oficiales, son cuatro para toda esta multitud), su aprobación y el golpe seco de su sello en nuestros documentos, admitiendo nuestra humanidad en sus reinos, jajajaja. Y claro, hay un lugar dentro muy mío donde puedo sentir el drama detrás de las personas que sin siquiera portar documentos, quieren ingresar a territorios donde desde la llegada hay todo este tratamiento tan distinto de acuerdo a de dónde y en qué condiciones provienes.

Al llegar mi turno en la casilla 25, me alisto para sacar la dirección donde voy a estar alojada pues se lee a través de carteles puestos en las paredes, que debes tener tiquete de regreso y dirección de hotel a la mano. La única pregunta que me hace el oficial, es, " a qué viene?". Mi respuesta: " vacaciones". Cuando  quiero leer la dirección donde me alojaré, y mostrar mi  pasaje o boleto de regreso, me dice, "no es necesario", me estampa el sello y me despide.


Siento el cansancio invadiendo mi cuerpo, cuando llevo mi maleta de ruedas y mi morral, tres bloques arriba de la estación donde nos deja el tren que nos trae del aeropuerto. Sin embargo, la emoción me hace saltar de nuevo a la calle, para terminar el día con una taza de café y pastel en el restaurante caffé Cucina Saba. El primero de muchos buenos cafés y la primera de las que espero serán muchas excelentes noches de verano en tierras italianas. 




jueves, 20 de septiembre de 2018

Entre aeropuertos


Estoy en tierra turca. Increíble pero cierto. Este sí que es un destino que no esperaba tener aunque fuera por un breve tránsito. Tengo dos horas de escala porque mi verdadero punto de llegada, es… es, es, la ciudad que tiene un nombre que al leer al revés, se lee AMOR. Roma. Sí, merecida Roma. Sí, soñada Roma, allá voy.

En el inicio de 2018, por aquellas sincronicidades del destino pregunté a través de un breve correo por los ires y venires de una amiga japonesa, sobre la que sentía que había perdido la pista. Mi amiga en una sorpresiva y rápida respuesta me compartió que ahora, se encontraba radicada en Roma y que cuando quisiera podía pasar a visitar. De inmediato, me puse a imaginarME en las calles romanas, caminando con la caída del sol a mis espaldas y heme aquí: despertando nueve meses después, en una Roma gris, lluviosa y con mi espalda un tanto adolorida después de todo el trajín del viaje entre continentes.

Estoy en el aeropuerto Ataturk de la ciudad de Estambul. Me preparo para abordar el siguiente vuelo que me pondrá en otro aeropuerto nuevo para mí: el Fiumicino en Roma. Llaman a abordar ahora.



En el aire reflexionando antes que acabe el trayecto, sobre la experiencia Turkish Airways y el avión que me trajo desde Miami, un Boeing 777, tengo que decirlo, el servicio de esta aerolínea, es fenomenal. Y de lo mejor que tiene es su comida. Increíble el sabor del bacalao con zuccini que tuve la oportunidad de degustar. Pensé que no iban a servir licores pero gracias al universo, me equivoqué. Toda una experiencia multi-sensorial. Una aerolínea en la que el chef del avión, sale a despedirte junto con el piloto y los asistentes de cabina, tiene que ser distinta. Quise decirle algo al chef y hasta darle la mano pero no me atreví, dejando que mi espectacular y agradecida sonrisa, lo dijera todo.




Ya van dos cosas inusuales en este viaje: Una, el aeropuerto donde hice escala larga, el Miami International Airport, tiene un Yoga room, o salón de yoga donde puedes estirarte, y si tienes tiempo, hasta hacer una práctica personal, la cual hice. Así que no olviden que el tapete de yoga es mejor llevarlo siempre a la mano. Dos, una aerolínea en la que el chef es tan importante como el piloto de la nave, Ja!

P.S. Quizás son tres las cosas inusuales. La tercera es que el Ataturk, es un aeropuerto con carritos para el equipaje tipo los de supermercado, que ves por allí, y puedes tomar, a ningún costo (O serán los de las tiendas del duty free que puedes utilizar también para trasladar tu equipaje? Como sea, sirven).




sábado, 1 de septiembre de 2018

Vipassana o estar en un eterno "perro mirando hacia abajo" ( Adho Mukha Svanasana)


En el comienzo hubo emoción, alegría y expectativa. Era el mediodía del 09 de Agosto de 2018 y estaba en la parte trasera de un vehículo jeep con Eva Corzani, mujer francesa, recién conocida en el camino a Vipassana. Entre brinco y brinco en la ruta, pensaba en la nada. Aunque sentía que estaba en buenos pasos, no podía fijar la mirada sino en los dos morrales casi idénticos de Eva y mío. Por los morrales, nos conocerán. Ella y yo en el Parque del pueblo Guarne, nos saludamos porque nuestros equipajes, nos delataron: "ibamos para Vipassana".

Llegamos después de una subida algo empinada a la finca donde se iba a llevar a cabo el retiro de silencio de diez, en realidad once días y, por la hora, había poca gente todavía. Los organizadores apenas disponían las mesas que iban a ser el centro de inscripción y el sitio donde iríamos a desprendernos de todo aquello que nos conectaba con el mundo externo por el lapso de tiempo que duraba el retiro. 

Días después, como en un salto en el tiempo, en realidad nueve días para ser más exacta, en la misma carretera, otra hora, bajo el hábil timón del señor Horacio quien me lleva de vuelta a la realidad, yo respiro aliviada. El señor Horacio, me interroga en su cadencia en la voz "paisa" (se dice de la música con la que hablan los habitantes de Antioquia y otras regiones de raigambre cultural antioqueña) y con una sonrisa en los ojos: " y entonces qué...le pudo el retiro?".

Me pudo el retiro Vipassana, lo admito. El tiempo de estar allí sin esfuerzo y con entrega, fueron 7 días. Los días siguientes, dos más, fueron un poco, el caer en una postura o asana de yoga, eterna, como la de "perro mirando hacia abajo" con mucha dificultad, sin realmente poderme enfocar y claro, emprendiendo el camino a una resistencia que terminó convirtiéndose en un malestar físico y emocional intenso.

Vipassana, como se conoce a una de las técnicas de meditación más antiguas de la India, me dejó muchas conclusiones. Necesito volver a emprender la ruta de la meditación con otra técnica; con una más afín a mi espíritu. Por ejemplo, la meditación Zen que realicé ya en el pasado con el maestro André Lemort, en el proyecto La Tierra en Cachipay, Cundinamarca.

No tuve con qué escribir ni llevar un diario de lo que viví. Sin embargo, hice mentalmente cada día un mapa de palabras claves que respiré por cada poro. Trataré de recuperarlas de manera aleatoria.

Cambio. El primer día me siento en una parte del jardín de la propiedad donde nos congregamos 40 mujeres de diferentes partes del mundo. Claro una mayoría rotunda de Colombia, y pocas mujeres de Francia, Estados Unidos, Alemania. Mientras pasan las horas, percibo el cambio de la luz, la caída del sol y la calidad del aire con el descenso de temperatura que ya anunciaba la tarde. Cuando me doy cuenta, estoy pensando, todo es cambio.
Este concepto que viví sensorialmente en estos momentos del jardín, luego se transforma en una de las columnas o pilares de la técnica de meditación vipassana que estaba a punto de aprender. Se llama "anisha" y hace referencia a la impermanencia que constituye la vida. La impermanencia, el cambio, está en todo. Se vuelve la constante en nuestra experiencia humana.

Volición. Esta palabra estuvo presente en una de las primeras conferencias que acompaña la rutina de levantarse, meditar, comer poquito, volver a meditar y dormir. La volición en nuestra mente es la cocreadora de lo que vivimos. 

Árbol. Cada día me detengo a contemplar un árbol y sostengo diálogos imaginarios con ellos. A veces, me gusta un pino, otras veces una palma amplia, otras un eucalipto. Definitivamente, me encantan los árboles y sus maneras tranquilas de estar. Al cuarto día, ya estoy sosteniendo estos mismos diálogos, con las gallinas, los pájaros, las vacas y las mariposas.
Foto tomada de https://elviajero.elpais.com
Hay una resonancia en las charlas del maestro Goenka quien es el que se ha encargado de la transmisión de la técnica. La referencia a cómo la vida de Gautama Buda, estuvo signada por los árboles. La iluminación le ocurre a Buda bajo un árbol, el árbol del Bodhi, que es ahora un sitio de peregrinación en la India. La muerte lo encuentra bajo un árbol.  Aprendo que Buda se iluminó a los 33 años y hasta los 80, cuando trasciende, se dedica a la transmisión de la técnica Vipassana.

Metáfora. Cuando llevo casi cinco días y empiezo a sentir, los dolores por estar sentada un tiempo de más o menos 10 horas al día, sin tener una rutina previa de tanta meditación, mi mente vagabunda empieza a construir preguntas y acertijos. Será que este dolor físico es una metáfora para el dolor mental y emocional que acumulamos en la existencia?. Poco a poco, la manera en que esta pregunta se resuelve, llega a través de una de las charlas del maestro. Estamos abordando la técnica de meditación para purificar la mente de tanto "equipaje" indeseable que hemos empezado a cargar. Para lograr esto, la técnica te lleva a la observación de las sensaciones todas impermanentes. Estas sensaciones al ser pasajeras, buenas o malas, no deben ocupar nuestra atención. Deben ser observadas con otro concepto clave, y quizás, la mayor de las enseñanzas de este retiro introductorio de la técnica: la ecuanimidad. La ecuanimidad es el resultado de no dejarnos arrastrar por las sensaciones, que se pueden transformar en emociones y éstas a su vez se vuelven pensamientos y cuando menos esperamos se transforman en sentimientos. Es decir, no dejarnos volver esclavos como seres humanos del entramado ni del cuerpo ni de la mente. El estado al que el o la aspirante a ser meditadora debe apuntarle es a uno en el que no lo domine ni la avidez (deseo de lo que nos da placer y nos gusta) ni la aversión (rechazo por lo nos ocasiona dolor). Si logramos ser ecuánimes, gravitamos en una suerte de mundo neutral en el que nunca estaremos a merced de lo externo porque todo lo interno, mantiene su equilibrio o balance.

Quiénes o qué somos. Escasamente llegué y pude saber algo de Eva y reconocer los rostros de las siete compañeras de habitación. Mi cama la E4 está en la parte baja de una litera que con los días me doy cuenta es la única que tiene una talla en madera bonita. Se supone que estamos allí para simular las condiciones de vida monásticas sin lujos ni excesos. El noble silencio es lo que complementa este ambiente de retiro y observación. Silencio absoluto, código de comportamiento con ningún contacto físico ni visual. Estamos cuarenta mujeres con sus actos de volición mental, intentando olvidar o mejor ignorando, que allí estamos. Nuestro comedor colectivo, es una mesa larga que da contra la pared y la mirada se extravía entre la pintura blanca y el plato. No podemos o no debemos, mirar a nuestras compañeras de mesa. Sin embargo, mi mente otra vez, juega al diálogo interno; ese que crea personajes y voces (a esto se le conoce como ser escritora). Y mientras me encuentro bajando del salón de meditación y veo a mis compañeras en fila por la rampa que conecta este lugar con la casa donde dormimos, mi mente dialogante me pregunta: "¿Quiénes somos?".
En una de las charlas del maestro de nuevo, algo que menciona, me lleva a cambiar la pregunta: " ¿ qué somos?". Somos un cúmulo de samskaras o "sensaciones brutas ...algo así como cicatrices karmicas" (tomado de artículo de A. Convers, "Cómo entrar en la lista negra del vipassana, febrero 21 de 2014, revista diners).

Crisis. Esta palabra aparece en mi vivencia hacia el séptimo día. Mi malestar va en aumento, sobretodo por consideraciones de la metodología y diseño de la jornada posterior al almuerzo. Despierto con la certeza de ya no querer estar allí. Cuando sostengo una conversación con la coordinadora de la actividad, y le manifiesto que quizás no estaba preparada y le pregunto cómo se prepara uno para este tipo de retiro, ella me responde: "Nada. No hay que hacer nada. Sencillamente querer". Entiendo que estas palabras como la voz del maestro Goenka, fueron maestras para mí. Ya no quería estar allí. Ya había cruzado la línea de no retorno, de comenzar a sentir que la experiencia aunque importante, había concluido en mi centro espiritual.

El "perro mirando hacia abajo" quería convertirse en una postura de "árbol" o Vrksasana, que es una postura de equilibrio en Yoga, en la que tus pies se conectan con la tierra y tus brazos con el cielo para decirle a todos tus sistemas que el cielo es grande y te sostiene tanto como el suelo que pisas. Por algo será que estas dos palabras se escriben tan parecido.


Namaste Vipassana, retiro introductorio de silencio, Guarne, Antioquia, Agosto 09 a 17 de 2018.