miércoles, 20 de diciembre de 2017

La última clase de yoga, 2017: vida compartida

Ayer estuvimos en la última clase de yoga del 2017 en Ama Yoga. Asistimos pocos porque en estas fechas la mayoría de las personas tienen montones de compromisos familiares y comunitarios que les hacen no querer estar en posturas como " perro mirando abajo" ó Adho Mukha Svanasana, sino en posiciones más gratas como "humana sentada en sofá" cantando villancicos antes de comer natilla y buñuelos. Risas.


La última clase estuvo rítmica, dinámica y difícil. Muchas posturas que hacía tiempo no realizábamos y algunas nuevas, se fueron planteando en la secuencia a cargo de Ana María Palau, la profesora que ha hecho que se consolide nuestro grupo de yoginis en Cali. Siempre hay una población estable y una itinerante entre las que asistimos. Soy de las fervientes y entusiastas que desde hace años, nunca falta a la cita, a menos que me encuentre viajando.

En el yoga hay dos momentos claves para mí: el inicio con una meditación que nos lleva a aterrizar en el presente y, una vez en este lugar, "sembramos" una intención en la práctica que resuene durante toda la clase; y el cierre, en el que hay un tiempo de relajación/meditación y agradecimiento a nuestros cuerpos, a nuestra sintonía con la respiración que se vuelve conciencia. Esto va seguido de un canto de Om Shanti Shanti Shanti.
En el día de ayer mi intención estuvo dirigida especialmente a todas las mujeres del mundo para que durante esta época no se dejen arrastrar por el frenético ritmo que hay impreso en los días navideños. Pensaba en nosotras allí y me parecía fácil imaginar que estábamos en un oasis mientras el resto del mundo sucumbía al marasmo.

Mi meditación final - que siempre incluye la petición del fin de la violencia en el mundo - ayer tuvo un toque especial. Pedí que todas en este tiempo, podamos "bajarle" a la agitación. Ojalá y nos propongamos parar la carrera loca del consumismo y, decidamos, regalarnos, tiempo, palabra, alegría. Vida compartida. 

lunes, 18 de diciembre de 2017

Cuando sabemos que estamos entre países, entre mundos, entre ...

Siempre después de un viaje hay una época de euforia que puede durar o terminar abruptamente. La nostalgia por lo que dejamos atrás puede invadirnos. O sencillamente, la sensación de un eterno desacomodo, nos persigue. Qué es? Estamos de nuevo en nuestro país y sus rituales. Las rutinas que conocemos y nos resultan fáciles. Vivir en el propio origen, donde se supone que está enterrado nuestro ombligo, se siente como "pan comido".
Entonces por qué nos acechan los recuerdos, las memorias, las imágenes de otras geografías?
Entrar en un modo volver necesariamente implica ajustes.


Hemos estado en otro lugar, hemos sido visitantes de otra cultura que nos ha mostrado su cara y la hemos visto para bien o para mal.
Quedan las fotografías, las conversaciones, las observaciones, las anotaciones, las vivencias, las sensaciones que no se pueden describir todas en una entrada de blog.  Recibimos, como un nuevo impulso para volver a asumir lo que llamamos nuestra propia cotidianidad.
En este tránsito me encuentro: viendo lo que dejé con ojos nuevos y, extrañando lo que de mí se quedó en otra parte.

Empiezo a sentir mi ciudad, su latir, las vibraciones, las relaciones, las agradables ráfagas de viento al atardecer tan características de mi Cali, y claro, lo disfruto todo. Sin embargo, empiezo a reconocer también que algo no está más quizás porque nunca ha existido.
Las calles en mi país, están totalmente tomadas. Lo que se llama vía pública, en Cali, es un bazar donde cada persona, se posesiona y emprende un negocio, de ventas. Venden dulces, empanadas, minutos, loterías, venden hasta a la madre, como usualmente, se bromea. 
Otro aspecto que noto es que somos completamente irrespetuosos con el otro. El otro, llámese peatón o peatona, conductor, es alguien al que no importa, si le tiramos el carro, o si le pitamos e insultamos, hasta el cansancio, porque es así como es y siempre ha sido.

Uruguay es un país en el que al peatón se lo tiene en el primer lugar. Las personas al volante nunca pitan, las calles no son un bazar y hay cierto sentido de espacio que no le pertenece a nadie porque es de todos y todas.
La nostalgia de lo que ya pasó, se puede transformar en tristeza o en depresión. En mi caso, no será así. Estoy en el aterrizaje a mi realidad que siempre puede ser transformada. Igual, si no la puedo trasnformar, me pertenece y puedo aceptarla o dejarla ir, con una sonrisa.


viernes, 8 de diciembre de 2017

El precio sombra, a calcularlo cuando viajamos mujeres!

Los hostales de los países que visitas, traen sorpresas, aventuras, nuevos y nuevas amigas, y conversaciones interesantes. Son una fuente o manantial inesperada de encuentros en los que puedes si quieres nunca dejarte ver o sencilla y llanamente mostrarte. En una de esas situaciones en las que sencilla y llanamente eliges hablar como hablas, ser como eres y actuar como usualmente actúas, aparece esta joven chilena, economista a compartirte toda una nueva teoría y una gama de conceptos con los que nunca has tenido contacto y que de repente, te abren todo un nuevo horizonte frente a tus ojos.
La escenografía de esta conversación es la habitación compartida femenina con 5 camarotes que implican una sana y cordial convivencia con otras 9 cóngeneres. En una mañana en la que estamos haciendo apenas el ejercicio de despertar, la chilena, a quien llamaré Iris (quien es chilena pero vive y estudia en Argentina una maestría y cuya mejor amiga en Buenos Aires, es una colombiana), está ya casi lista para salir a buscar el desayuno, cuando me comenta que se ha encontrado con Eva, una austríaca, que está allí también alojada, quien le dice que va a buscar qué desayunar. Yo me quedo un poco extrañada. No sabía la austríaca que se podía conseguir en el mismo hostal, habitación compartida femenina con desayuno incluído? Iris, también se extraña y allí me comenta: "Seguro ella no sabe del precio sombra". Yo con mi característica curiosidad le pregunto y "eso qué es?. Iris, me explica en un lenguaje ameno, que este es un precio que casi nunca se calcula. Muchas veces, cuando pensamos que estamos haciendo economía, estamos incurriendo en mayores costos/gastos de los esperados. 
" Pues sí, porque mirá, Eva ahora tendrá que salir en la mañana fría a caminar, a buscar un sitio dónde comprar el pan, el café, la fruta para desayunar, por no pagar, el precio del hostal con el desayuno incluído...y eso, se lo podría evitar, y estar aquí tranquila desayunando...sin tanto rollo".
Inmediatamente entiendo y creo, sin expresarlo, que le estaré infinitamente agradecida a Iris, por cambiar mi paradigma de lo que es hacer economía cuando viajo.

Muchas veces pensamos que al bajar una tarifa, por lo que sea, estamos ganando cuando, en la realidad, estamos perdiendo, calidad de hacer, calidad de tener, calidad de tiempo, que es el que ahora, entiendo, da más valor agregado a la vida.
Iris y yo bajamos por el ascensor del hostal a desayunar divertidas y nos paseamos muchas veces por el buffet del hostal a tomar lo que se nos antoja, mientras Eve, está buscando, el yogurt, la fruta y el carbohidrato que consumirá para empezar su día.
Esta chilena, a la que he tenido que inventarle un nombre, porque su verdadero nombre se me olvidó ya, cambió mi apreciación de la economía viajera. Ahora como un eco de los días pasados en tierras extrañas, en mi rutina diaria, pienso: estaré o no, evitando el valor sombra cuando hago actividades en mi ciudad. Entre Iris y Eva, toda una nueva Sandra Erika, hecha de luz intentando bajarle a la sombra sigue su camino. Risas.


martes, 5 de diciembre de 2017

Ecos y murmullos de Uruguay: en lo pequeño va lo grande

No sé si es dentro de la la física cuántica, donde se habla de los fractales...recuerdo que alguna vez le escuché al doctor Julio Cesar Payán en una exposición audiovisual muy impactante, todo, todo en este planeta, en su diseño, del más sencillo al más complejo, termina pareciéndose. Luego en un documental de Daniel Schmidt,  Mundos internos y mundos externos, se demostraba con asombro pasmoso, esto mismo. No se me ha podido desaparecer todavía la imagen del interior de un girasol, mi flor favorita, que luego se reproducía en millón de estructuras naturales. Esa danza infinita del microcosmos desenrollándose para adoptar otras mil maneras de existir en el planeta. 
A veces cuando practico yoga siento que estoy siendo parte de esta danza. Muchas posturas en realidad están buscando que nos alineemos desde dentro con figuras de la geometría universal. No me desvío. Risas.

En los días de viaje recientes, llegué a la constatación directa que no es sino observar bien para ver cómo los seres humanos demuestran que en lo pequeño están mostrando lo grandes que pueden ser, o lo humanos, no tan grandes en que pueden llegar a convertirse. Tuve esta precisión casi como una epifanía al detener la mirada en  dos o tres gestos en los que comprobé esta naturaleza ó condición humana.
Uno, en el evento Encuentro Internacional Feminista y Latinoamericano y del Caribe, sostenido en Montevideo, cuando una prominente líder del feminismo criollo, durante la fila inmensa del almuerzo que aguarda su turno para comer el famoso asado uruguayo, ella se "cuela", al detectarnos a otras colombianas. Un comportamiento arbitrario y ventajoso, que dice mucho, de una persona.
Dos, en otro escenario completamente distinto, el hostel, llega una "manada" de jóvenes que hablan un idioma que no logro detectar entre mis bases de datos idiomáticas. Es la hora del desayuno y me encuentro en función preparación de mi puesto de individual con mis propios ingredientes y me desplazo, para conseguir algo. Al volver al lugar que creo que ya está definitivamente claro se encuentra ocupado, veo en el asiento una mochila de alguien. Cuando busco al dueño, es un joven que después descubro habla hebreo. 
Entre los pliegues de los pensamientos, encuentro que en el caso uno, en ese "colarme" hay una persona que tiende a pasar por encima de los derechos de las que también están en la cola. Viniendo el gesto de una mujer, lideresa que dice precisamente estar defendiendo los derechos de las mujeres, desluce. En el segundo caso, de inmediato caigo en cuenta que este joven judío me remite a lo territoriales e invasores que usualmente son los llamados miembros del pueblo errante. 
Mis aproximaciones a estos gestos, no es política, es personal. Sin embargo, lo personal es político y cuando realizamos este tipo de acciones estamos de alguna manera "hablando" de quiénes somos y de cómo vamos "parándonos" en el mundo.

Por eso, el tercer caso, el de un gesto genuino, de una mujer madre con hija adolescente que me cedió el puesto en el bus que me llevó del aeropuerto internacional Carrasco al centro de Montevideo, en mi día de llegada a este país de 3.444.006 de habitantes, es una voz que a gritos me habla que tiene gente amorosa, de una gran calidad humana, y que en mi estadía, pude comprobar repetitivamente. A este pueblo de origen entre charrúa, guaraní, español y portugués, le diré siempre, gracias. Namaste.



sábado, 2 de diciembre de 2017

Los puentes, los gatos y los viajes


Hay una película para mí sensacional llamada Los Puentes de Madison protagonizada por Meryl Streep (una de mis actrices favoritas) y Clint Eastwood. En esta película de gran fotografía, en una escena pico del drama, el protagonista hombre, le dice a Meryl: " Sólo lo diré una vez...esta clase de certeza se tiene una vez en la vida".
Esta clase de vida, la de viajera, me ha hecho ver una y otra vez, sin certezas, que cuando viajamos estamos construyendo puentes. Puentes entre el pasado y el presente y quizás también hacia el futuro. Puentes con lo conocido y lo desconocido. Puentes con las culturas que nos exigen salir de nuestra zona de confort para volver luego, a ella, como personas transformadas.
Ví varios puentes tenderse ante y desde mí en este viaje que duró del 2 de Noviembre al 30.

Un puente fuerte y viejo tendido a la amistad de hace algunos años en Brasil, cuando decidí visitar a amigos y amigas muy gratos en uno de los paisajes de belleza natural más pura. También un puente entre mi pasado como activista del feminismo que ha recorrido ya muchos espacios y decide sumar al Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe para ver y reconocer qué nuevos puentes puede tender en el futuro en temas críticos dentro del contexto universitario.



El más maravilloso puente empezó tendido de manera fragil a través de las palabras. Lo empecé a ver con forma de tela-araña sobre la tierra y luego adoptó una más definitiva forma: era una red. Una red amorosa que soporta, calienta, levanta y deja brotar la voz de mujeres en situación de incertidumbre. O quizás mejor, voces que surgen desde la resiliencia.
Saludo todos estos puentes maravillosos tendidos y los que todavía tendré que construír que me sean útiles para ir no sólo a otra parte sino para cruzarlos con otras personas que quieran avanzar en la conquista de una vida sin miedo... sin importar el tamaño de sus pasos sino la profundidad de sus miradas al empezar a caminarlos. Miauuuuu




viernes, 1 de diciembre de 2017

Entre el "matahambre" y la fauna humana


Tengo hambre, sueño y dolor en las lumbares o espalda baja. Como quien dice estoy entregada a las necesidades básicas y primarias que algunas veces te plantea tener que pasar unas horas en un aeropuerto entre conexiones. Entregada a los instintos con deseos de comer, dormir y/o tenderme en el piso no a rezar (Nada de "Comer, rezar y amar"), sino a intentar un asana como Adho Mukha Svanasana decido no hacerlo porque si lo hago  me quitan el lugar en una cómoda poltrona de la sala de espera del aeropuerto internacional Carrasco...dilema. Decido seguir endilemada con dolor, sueño y hambre.  Para el dolor, recuerdo que tengo en mi kit esencial viajero de Just, Oil 31 y me aplico en la región de la baja espalda. Ahora me caería perfecto, un "matahambre", simpático nombre para una entrada en los menús uruguayos. Risas.

En los días pasados la experiencia hostel, estuvo muy particular. Guardé quietud y reposo por un día completo y resultó que esto trajo un encuentro con el otro género. Sí. Con los hombres que hacen parte de la fauna humana variopinta que se aloja en hostales como en el que de manera intermitente me estuve alojando en Montevideo. La escena rueda así: Un hombre del Brasil de nombre extraño empieza a cocinar en la cafetería colectiva o mejor en la cocina comunitaria, porque sí, en los hostales, los hombres cocinan, jajajaja. Yo estoy escribiendo en una mesa y él cocinando, qué encuentro!. Cuando los olores del ajo, la cebolla y el tomate empiezan a volverse efluvios, manantiales celestiales a mi nariz, no puedo evitar desconcentrarme de lo que hago y decirle: " huele bien". No sé si él lo interpretó como una coquetería o un avance. Era totalmente cierto. Vuelvo al oficio de escribir y la próxima vez que levanto la mirada, veo una mesa puesta para dos, con una deliciosa ensalada y unas verduras adicionales salteadas que se ven provocativas. El hombre de contextura gruesa y bajo, de unos 60 años, me dice en un español enredado, que si me puede invitar a comer con él. Aleluya...qué maravilla, dichosa acepto.

Como era el día del reposo y de no tener que hacer ninguna cosa, me siento a manteles con la intención de disfrutar la buena mesa y la conversación con él. Lisley me cuenta que es de un lugar al sur de Sao Paulo con nombre de fruta, que no registro porque mi paladar está entretenido degustando el dulzor de la cebolla frita. Nos enfrascamos en un "bate-papo" que termina cuando el tiene que salir a buscar transporte colectivo para el aeropuerto internacional Carrasco.

Con su partida y en mi regazo un regalo que el amablemente hace, como sus últimas provisiones de alimento y una botella pequeña de aceite de oliva, me pongo a pensar y a reflexionar. Y paso entonces una tarde enfocada en ver el desfile de la fauna internacional en clave masculina: el surfista-niño que busca olas gigantes, el inmigrante que se quiere trasladar a un tercer país dejando atrás aquel donde ha buscado refugio, el que compra y el que vende carros de colección, en fin, hombres.

Con ellos vienen sus historias de vida y con ellas las nacionalidades que terminan imprimiendo una cierta marca cultural  a su comportamiento que en algunos casos, destaca. Entre los especímenes más reconocibles registro aquí el encuentro con dos españoles quienes como cosa curiosa son a los que menos les entiendo cuando me hablan el idioma que nos debería unir, el español. Uno de ellos me ha contado que es del norte de España y que viene a comprar autos de colección en Montevideo para llevar a Brasil donde vive ahora. Está "atrapado" en el hostal sin cerrar el negocio porque alguien que había quedado de llegar todavía no aparece.

Entre frases que van y vienen, entre estos dos españoles, comentan lo del negocio de carros. "Hay que apurarse porque ya han venido los alemanes y se están llevando todo". De inmediato, en mi mente, aparece otra conversación propia de fondo histórico. Una en la que intervengo y quizás, digo: " Qué raro...primero vinieron ustedes en 1492 y de aquí se llevaron casi todo y ahora en 2017 se lamentan e igual se siguen llevando cosas no sólo ustedes, sino los alemanes?".  Me controlo quedo en silencio y me quedo con mi diálogo interior envuelto en sonrisas.

Aparece también la conversación sostenida con un hombre que dice llamarse Raúl que tiene en su acento la musicalidad esa hecha como de porro, que resulta ser de Venezuela. Raúl al saber que soy colombiana me dice que hace un tiempo estaba trabajando en la co-producción de la mítica " El abrazo de la serpiente" y a mí, este hecho me pareció una verdad de dudosa procedencia. Ante lo cuál aquí con menos suerte, le suelto: " Para creerte...". Ayyyyy, "qué hice?".

Raúl no se lo tomó mal o como nada personal sino que sacó su celular para abrir y mostrarme la "prueba reina": una foto en la alfombra roja en la entrega de los Oscar al lado de Ciro Guerra y del reparto de la película. Uuuuy, tuve que reirme a carcajada plena porque mi impertinencia dio lugar a la contundencia hecha imagen. Que me perdonen los españoles, pero entre los brasileros, venezolanos, australianos, uruguayos que conocí ellos son los más planos y aburridos de toda esta fauna humana. Y me sigo riendo.