viernes, 30 de noviembre de 2018

De Beuys, Buika y otras tribus

"La luz en tu cabeza es el arte" Concha Buika
Entrevista en INFOBAE TV

Entre la escritura de mi última entrada y hoy 30 de Noviembre de 2018, no ha sucedido realmente nada distinto a la vida. Y eso es una gran noticia. ¿Por qué? Primero porque sigo respirando, haciendo yoga, escribiendo y reflexionando en este viaje interno en el que siempre estoy antes de “embarcar” y hacer el cruce de fronteras.
Y el reflexionar además de ser un viaje interno prometedor, se ha convertido en una mirada constante hacia las actividades y acciones que he realizado en estas horas que separan mi vida, de una entrada a otra.
Sin duda, mirar, observar constantemente con una pregunta en la mente, te lanza a una tensión por querer descubrir una respuesta. Una para la que podemos o no estar preparadas. Mi última pregunta me condujo a tomar una decisión: “revolucionar” la ciudad que llevo en mí para encontrar una tribu. Una que permita conversaciones esenciales sobre la existencia, la post-existencia (como está tan de moda la post-verdad, ¿por qué no empezar a hablar de esto?) y sobre el entretanto.

Y he allí que en el continuum de los pasos y pausas de este viaje interno, he visto una película en Cine Colombia y un video que parecen “nada que ver” pero terminan “todo que ver”, como en uno de esos ejercicios de creatividad de los talleres dictados por la American Management Association que tomé en épocas pasadas.

Foto de internet a través de Google search

La película, BEUYS en Cinecolombia alternativo la proyectaron y la fui a ver con ojos de asombro. Es una mirada en modo documental de la vida y obra del artista alemán, Joseph Beuys,  a quien conocí años atrás en una visita que hice a un museo en Estados Unidos. Recuerdo la obra, no el título y el sentimiento que provocó. Una especie de instalación con mensaje guerrero y apocalíptico en la que un helicóptero se encontraba literalmente impactando una de las paredes del museo. Y claro, acto seguido, la pregunta: ¿Quién es este artista? Aquí en Cali no sé cuántos años después estuve conociendo a través de la pantalla gigante, quién era Joseph. Beuys era un artista, un activista quien hizo de su vida y su obra un acto de provocación y de protesta. Creía en el arte como cuerpo social y en el espíritu creativo como el recurso humano natural más democráticamente distribuido. Por esto, cuando pudo y tuvo oportunidad, proclamó que las escuelas de arte deberían ser espacios abiertos y no lugares, templos para el ingreso de unas cuantas personas privilegiadas. La consecuencia de su proclama, un juicio por parte de la institución educativa, en Dusseldorf, al que el reaccionó con su cerebro instintivo, el más sabio: su discurso de defensa fue un gagueo, o gugugueo infantil para tan erudita audiencia. Je!

En su obra Joseph nos enfrenta al arte como terreno de experimentAcción: montó performance, instalaciones, esculturas que surgían como verdades desproporcionadas. Reivindicó lo orgánico en la obra misma y se entregó a propuestas alucinantes, algunas incomprendidas. Hizo de su arte, un manifiesto, y de su dolor, una obra irreverente, provocadora, desafiante.

Esta película termina con una visión del hombre ya cansado. Había intentado integrar y participar activamente de las huestes del partido verde alemán en sus inicios y nunca fue aceptado. En los últimos minutos de la hora y 47 que duraba el documental sobre su vida, este visionario esboza el siguiente planteamiento. El arte es liberador porque nos interroga siempre. La dimensión política del arte, sucede, cuando, la pregunta se construye de manera colectiva.

Foto de internet a través de Google search
El video circulando en redes como Facebook es un segmento de una entrevista más amplia que le hacen a Concha Buika, canta-autora española https://www.facebook.com/sylvia.sanchez.927/videos/1719735754811026/. En este segmento ella nos comparte las ideas que tiene de la iluminación, fenómeno que en este momento tiene tantas personas aspirantes, y sobre cómo en su visión del mundo, este se logra a través del arte. Y aquí en el video, como en la película de Beuys ya en los últimos minutos,  encuentro las palabras que están destinadas a perdurar y seguir haciendo pliegues y olas en las aguas de mi conciencia.  Allí ella, Concha, dice: "la luz de la humanidad es su arte".

Una película y un video, ¿cómo se conectan o sincronizan conmigo y con mi última entrada? He ahí la cuestión. La exploración general, es, la importancia de la tribu. La particular, es cómo construir tribu en un mundo como el actual donde estamos pareciera ser cada vez más “conectados” pero menos dispuestas como personas a tener conversaciones esenciales y transformadoras. En un momento de la historia humana en el que es mejor mandarnos emoticons que tener oportunidades reales para sentarnos a compartir un café o una cerveza, tratando de entender el viaje interno de otros y otras?

Buika con su certidumbre en la palabra de una vida hecha a pulso, dice que la tribu es aquella que da confianza y te permite construir en vez de destruir la vida. Beuys dice que el artista está tratando de dar expresión a las múltiples voces que constituyen sus tribus internas. Sin embargo, en algún momento ese adentro tiene que salir a reunirse en proyectos sociales, de tribu, y de allí su búsqueda, en la política.

Una conclusión posible para esta entrada sería entonces que en la decisión de encontrar una tribu en donde sea que nos encontremos, deberíamos estar atentas a los espacios que nos hacen sentir confianza, primero en nosotras mismas y luego, en el colectivo que generan, porque allí, el devenir no traerá caos ni destrucción sino apoyo y avance. 

Para integrar a tribus pre-existentes como partidos políticos, agremiaciones, grupos de defensa de derechos y libertades, es necesaria la aceptación de quien eres por parte de estas tribus, con todo lo que te da sentido y forma; es decir, con tu pasado, presente y tu potencial. Sin esto, es mejor detenerse. Evitar cruzar las aguas (diría El I Chin), dedicarse a la no acción (dirían las runas, Je") y esperar a que el tiempo sea el propicio. Quizás como diría un amigo: en estos casos es mejor no buscar la tribu, sino dejar que ella te encuentren sin esfuerzo.

Podrían nombrarse de mil formas...pero prefirieron llamarse Beuys y Buika.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Conversaciones esenciales

"Lo más terrible se aprende enseguida
Y lo hermoso nos cuesta la vida"
Canción del elegido, Silvio Rodriguez

Desde que me pasó el jet-lag de mi último viaje, se fue el cansancio de dormir en camas ajenas y procesé la "tusa" del regreso (*), se me ha quedado calado entre la piel y los tejidos, un desacomodo existencial. Una sensación de constante búsqueda por una respuesta a una pregunta.
Por lo que sé esto del jet-lag, y me refiero a las sensaciones físicas, suele durar de uno a 10 días dependiendo del cambio de horario. Pero cuando hay una emoción más profunda o un sentimiento instalándose entre los días y las noches y algunas veces al amanecer te hace despertar sin razón o motivo aparente, es hora de darle un poco de voz a "ese" algo que está pasando en tu interior.
Y "ese" algo que tengo gira en torno a la pregunta:  ¿ Qué significado tiene volver a la ciudad de nacimiento, al país de ciudadanía,  a esa suerte de espiral energética que te repele y atrae de manera simultánea hacia el centro y que marca siempre el regreso a tu lugar de origen? Esto a lo que algunas personas le llamarían volver al ombligo. Me ha costado habitar el ombligo nuevamente después de este viaje. Y he trazado entonces la génesis de esta sensación/sentimiento encontrando un hilo que intento hoy desenredar mientras escribo.

La fuente de tal estado que me visita y frecuenta por estos días - ya van 26 días desde mi regreso - es la conciencia de una carencia y después de la aceptación, el reconocimiento que es necesario hacer algo con ella: extraño las conversaciones esenciales que sucedieron durante mi breve paso por Europa 2018. Estar viajando y conociendo gente/ re-conociendo las amigas que han migrado a otras latitudes, siempre te coloca en circunstancias en las que cada conversación que tienes con dichas personas, se vuelven esenciales. Intentas recorrer las vidas y existencias con sus caminos conexos mientras te sientas a disfrutar de una copa, café o sencillamente, caminas por un parque. Extraño esto.


Ya de vuelta en mi cotidianidad al recorrer los lugares que habitualmente constituyen mis rutinas, encuentro que la comunicación se vuelve práctica, funcional y se distancia de eso que se destila en las otras conversaciones. La esencia se "destiñe" quedando rápidamente diluida como pintura que no se ha fijado sobre la acera en un día de lluvia. 
Logro, entre los circuitos que recorro en el día a día, algunas pequeñas oportunidades para tener una que otra charla con algún viso de humor y profundidad. Sin embargo, no son muchas. E intuyo que estoy a un paso de un descubrimiento. Mi ciudad, mi círculo, mi habitat necesita ser sacudido por una onda telúrica, un golpe de suerte y salir al encuentro de una tribu. Cero especificaciones a excepción que crea en lo que quiera (incluso en el nomadismo) y que como me decía mi amiga MIS hoy que "le encante hablar de cosas que la mayoría tacha de extrañas. "

(*) En diccionario caleño/colombiano, esta es una especie de resaca después de haber experimentado estados etílicos que puede trasladarse a situaciones como son, la pérdida de un novio, una mascota, etc.)

miércoles, 14 de noviembre de 2018

La mesa de al lado

Tengo ciertas manías y algunas de ellas, se disfrazan de rutinas. Me gusta, por ejemplo, después de mudarme a un sitio nuevo, encontrar un café, donde pueda abrigarme para mi tarea diaria de volverme palabra mientras disfruto de una buena taza. Este lugar, entonces se convierte en mi centro de operaciones durante el día. Lo escojo por la tranquilidad y el anonimato que ofrece y, claro, por la calidad de su café. 

Puedo tener un café para escribir en horas de la mañana y otro para escribir en la tarde. Me muevo y buscando, en la secuencia de actividades adicionales que programo en el día, los visito, con devoción como la persona creyente entra a una iglesia. Poco a poco, me familiarizo con quienes atienden el lugar, me aprendo sus nombres. Voy identificando los clientes habituales, los flotantes y  empiezo a ser perceptiva de las dinámicas que tienen lugar mientras los visito.


Estoy por ahora viviendo en el sur de Cali, mi ciudad natal. Cerca hay un gran centro comercial en donde he ubicado un sitio que se ha vuelto una marca nacional e internacional de café, y allí he escogido, la mesa del rincón con vista al flujo de personas que vienen a hacer múltiples diligencias durante el día. He visto  suceder de todo desde esta mesa. Hace unos días, una persona del común, un hombre en sus cuarenta años, la convirtió en un banco. Entregaba fuertes cantidades de dinero en efectivo a personas que según pude ver, eran bastante jóvenes. Contaba y recontaba billetes, los cuales a su vez, las personas recibiéndolos, volvían a contar.


Hoy la mesa de al lado se convirtió en consultorio astrológico. Había una mujer joven dedicada a leer las cartas astrales a una pareja también joven. Alcanzo a escuchar antes de ponerme mis audífonos sobre "la ley de la atracción" y "las cuadraturas".

Mientras todo esto sucede a mi alrededor, la chica que atiende el café, joven también, cuyo nombre en esta entrada, será Valeria, me comparte mientras sirve mi taza pequeña de esta bebida aromática que ella, está dudando entre irse o quedarse en Cali, porque ha conseguido un trabajo en un crucero. Está a la espera de la visa para poder arrancar. Me empieza a compartir que es una época de tomar la decisión y saber qué hacer. Se comunica conmigo y en medio de "abrir su corazón", me dice que lo que la tiene dudando, es su hijo de 6 años, Saulo, al que tendría que dejar con la abuela paterna. En medio de sus 28 años y su habilidad para cambiar filtros y servir líquidos calientes, su rostro tiene los ojos oscuros y pesados. Decidirse por un mejor salario, dejando atrás a su hijo, ensombrece su mirada y le hace perder, la templanza, además del sueño por estos días.

Entonces pienso/siento en todos los micro-universos en los que circulamos paralelamente mientras nos sentamos a hacer lo que más nos gusta. Valeria necesita un salario justo y digno, en su país,  para no tener que migrar. O quizás una lectura de una carta astral en la que vea un futuro brillante para dos: su hijo y ella? Mientras trabaja, reflexiona y duda, los prestamistas y las "astrólogas" no dejan de contar billetes ni de leer los destinos de las personas en las estrellas, justo aquí, en la mesa de al lado.

viernes, 9 de noviembre de 2018

RomAmor, epílogo


¿Qué estamos buscando? La respuesta a esta pregunta es simple: la felicidad. Eso parece ser a lo que vinimos. A ser felices, y  es, por tanto, a lo que debemos dedicar nuestro transitar por este plano.
Cada persona puede darle contenido a la felicidad de acuerdo a su marco de referencia, historia personal y equipaje ancestral. Algunas personas construyen este edificio de la felicidad persiguiendo el amor, otras el dinero, y unas cuantas, buscando destinos para respirar otras culturas y vislumbrar otras geografías.
Soy del último tipo. Aunque en mi viaje reciente, empecé a hacer un ejercicio que conectaba mi búsqueda de la felicidad a través del viajar con el amor también. Escogí Roma, porque al leer el nombre de esta ciudad al revés, se lee Amor (Y también porque una amiga de antigüas misiones en tierras africanas me dijo que llegara a su nuevo sitio de residencia donde sería muy bien recibida).

Y busqué el amor en Roma.

No digo el amor romántico ese que nos han vendido tan bien en los cuentos, películas y canciones populares. Busqué el amor en cada gesto desinteresado que percibía en personas ajenas y extrañas, en situaciones incluso bizarras. Y es que durante el viaje me preguntaba a veces, ¿qué tal si la verdadera misión del amor, es proporcionarlo desde el no parentesco, desde el no apego, desde el no volvernos a ver ni a coincidir en ningún otro espacio ni tiempo? Es la primera vez que me planteo esto.

En la mirada más detenida del regreso, me siento como alguien a quien le gusta ser parte de una comunidad de personas viajeras, que busca llenar la vida de perplejidad ante situaciones que además de únicas me permitan expandir mi repertorio de respuestas. Busco con cada aventura viajera, aprender a partir de experimentar el cambio constante… las casualidades, las sincronías e incluso los contratiempos para moverme, reaccionar, despertar, solucionar con los elementos nuevos del día a día.
Me encanta percibir toda esa energía que está flotando por allí en los lugares que no conozco y que me recuerda que hay otras maneras de vivir distintas a esas que acostumbro tener desde mi pequeña esquina del mundo. Viajar es entonces, romper con los confines que hemos creado culturalmente, que nos encierran y limitan en una manera de ver, ser, hacer, estar y sentir. Es un gozo y desafío, construir los caminos imaginados con variaciones y poder ser flexibles en medio de lo que cada día trae. Busco como ya lo decía Mark Twain derrumbar prejuicios, intolerancia y estrechez de mente. Aquí la frase completa del viejo Mark,  " viajar es un ejercicio con consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente". Y de corazón, agregaría (ver https://sandraoye.blogspot.com/2017/03/en-tiempo-de-ser-viajera-y-caminante-de.html). 

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Encontré en Roma dos eventos de amor. Uno, en la casa de Cinema de Villa Borghese, donde la madre de todos y todas, la gurú Shir Mataji Nirmala Devi reverenciaba a los buscadores de la verdad.  Y en un parqueadero de la estación Ostiense, pude ver a un grupo de jóvenes participando en un programa RomAmor llevando un plato de sopa y comida caliente a personas habitando la calle.

Creo en estos gestos, en estas verdades pequeñas que nos traen los días y sus noches mientras viajamos. 

A ellos y a mis anfitriones en este último periplo, J. Nakai, María y Miryam, mi reverencia y gratitud infinita. 


jueves, 8 de noviembre de 2018

Bajo el hechizo de Estambul


Eran las 3:10 p.m cuando llegué a Estambul. O al menos eso nos informó el capitán de la aeronave de Turkish Airlines. Desembarcamos y de inmediato, pensé en Touristanbul (https://www.turkishairlines.com/en-us/flights/fly-different/touristanbul/ ) considerando mis opciones de tomar el anunciado tour nocturno de la ciudad. Sin embargo, comienzo a descartarlas porque tendría que ser el aeropuerto y la zona de migración más eficiente del mundo para poder estar a las 4:00 p.m. lista en la oficina de la aerolínea en el primer piso, entregando mi pase de abordar del siguiente  vuelo, Estambul- Miami, para realizarlo.

Quedó esperar al tour en horas de la mañana.

La migración de este aeropuerto que se llama Ataturk en honor del fundador y primer presidente de Turquía, Mustafá Kemal Ataturk, es lenta y confusa. Un poco trae a mi memoria la del aeropuerto de Roma, nada más que en esta ocasión, la ameniza, el relato de un francés que parecía un náufrago con urgencia de hablar, cuyo nombre es Ciryl por lo que pude ver en su pase de abordar. A veces siento que atraigo gente contando historias. La de Ciryl era una de múltiples percances por su regreso a Europa con su novia tailandesa; el resultado, según entendí, había sido, muchos desvíos, ingresos y salidas de varios aeropuertos, la separación de la chica a quien había tenido que enviar por una ruta alterna, y claro, los costos asociados, a toda esta misión que por lo que oí, parecía imposible: coincidir en Francia. Hablaba y gesticulaba. Gesticulaba y hablaba. Y compartía lo siniestras que habían sido las autoridades aeroportuarias en varios países y cómo había tenido que pagar pasajes aéreos extra de última hora (por valor de más de 2000 ), para ir cual caballero andante y viajante, al rescate de la novia. Lucía desesperado, la verdad, y no sé, de dónde me salió preguntarle: “Y su novia, es mayor de edad?”.  Sin inmutarse, me dijo, “Si, es mayor de edad y tiene todos sus documentos en orden”. Dejo a Ciryl desesperadamente enamorado cuando me dirijo a una casilla a buscar sello de ingreso a Turquía. Una vez lo hago sin problema, me pareció recordar la época en la que tener la nacionalidad colombiana, parecía una pesadilla a la hora de cruzar fronteras. Como le resultaba ahora a la chica tailandesa. Y todos mis pensamientos, volaron de nuevo al tema de las nacionalidades y las fronteras. En este momento, con historias como las de Ciryl, no parecen ficciones, como he insistido en otras entradas. Parecen una catástrofe humanitaria.

Fría la tarde de mi arribo a Estambul.

Salgo sin equipaje distinto a mi morral y una cartera porque el más grueso, ha sido despachado hasta Miami. Estambul me recibe vestida de gris. Me detengo a pensar mientras camino los pasillos exteriores del aeropuerto, en lo que me depara esta ciudad en un lapso de tiempo tan corto: 22 horas. Por el momento, quiero un café, el famoso café turco y me dirijo a una venta de kiosko. Cuando lo pido gesticulando, noto, percibo, me percato que a mi alrededor, hay puros varones… soy la única mujer, y para más descripción, la única occidental por allí, sentada en un muro del aeropuerto, tomando sorbo a sorbo el elixir color marrón de la taza de papel cartón. Nada para recordar en este café de aeropuerto.


“Buena idea haber hecho una reserva en un hotel cerca del aeropuerto, a un costo razonable, desde Roma” pienso mientras tomo mi café. Mejor aún, aquel que ofrecía  servicio de “shuttle” o de bus desde el aeropuerto hasta el hotel. Termino mi café sin gracia y cuando trato de ubicar el paradero donde se supone debo tomar el transporte, por ninguna parte. Ok. Una llamada, lo soluciona. Nop, no hay un servicio de transporte a hotel a esa hora.  Un taxi, lo resolvería… Entonces me pongo en modo exploradora por los alrededores de aeropuerto y busco, busco, hasta encontrar, una escalera eléctrica que me lleva a un área que es aquella donde se conecta el subway de Estambul con el aeropuerto. Por un instante cruza por mi mente, la idea de ir, comprar un pasaje para ir al centro histórico porque está alejado del aeropuerto y hacer mi propio tour nocturno. Los segundos pasan y en una especie de flashback, se instalan en mi pantalla mental en blanco, las noticias de los últimos meses/años de Turquía, las explosiones en el aeropuerto, las conversaciones con mi amiga María, sobre tener cuidado en este punto de mi viaje. Imaginando me quedo y gana el pulso entre mi impulso salvaje y la cordura, esta última.  Ergo me abstengo de la aventura por físico miedo. Mujer, sola, extranjera, cansada, sin hablar turco en país musulmán, con pocas mujeres en la calle, sin brújula distinta a las ganas…tamaña osadía.

Hay osadías de osadías.  

Toma tiempo aceptar y desactivar el miedo en mi y hacer que se sincronicen mis pasos para buscar la zona de taxis del aeropuerto. Sigo por inercia caminando, por los alrededores de la zona sub hasta encontrar un pequeño supermercado donde me aprovisiono de quark, yogurt turco para el desayuno, y algunos pasteles y delicias que se encuentran, al fondo de la tienda, en una especie de panadería que  atiende un hombre de cabello blanco. Recomendación: vayan siempre hasta el fondo de estos locales que parecen puestos en su camino por algo. Siempre hay sorpresas. Él se encarga de partirlas y embalarlas en una caja de cartón que ordeno a través del lenguaje de señas. Error: compro apenas unos pocos pasteles y delicias, en vez de al menos pedir tres cajas de estos dulces para llevar conmigo en viaje del día siguiente.

El hotel Kadak Garden de Estambul, proporciona lo necesario para una noche de paso. El tema con estos hoteles cercanos al aeropuerto, es que están lejos de todo y de alguna manera te aíslan en sus corredores y cuartos. Te obligan a imaginarte la ciudad allá en la lejanía sin ti. Desde mi ventana una zona industrial que suma al gris del cielo, con un tráfico pesado que desalienta cualquier intención de explorar nuevamente los alrededores.


Me refugio en mi clase de yoga.

Bajo después de ducharme al restaurante y pido una sopa de lentejas que parecía más una deliciosa crema de arvejas. Je!

Octubre 18, 2018. Lista para el anhelado tour, el P22, muy temprano en el aeropuerto. El ingreso del taxi al área donde puede dejar pasajeros, es interrumpido por una requisa de parte de personal militar al auto. Sin embargo, llego a tiempo y puedo caminar para conseguir mapas por allí. Demarco la ruta que haremos hoy, con emoción.





Tres horas después de iniciarlo, la emoción se ha transformado en una sensación de logro. Sí, logré darme un vueltón por Estambul en tiempo record. Quedé antojada de más. Y justo allí, entiendo la potente estrategia de mercadeo de la aerolínea. La guía, una mujer sin velo, cuyo nombre es Jazmín estuvo genial. Habla alto y despacio y relata que Estambul está en la región de Marmara y que tiene 18 MM de habitantes. La capital de Turquía contrario a lo que muchas personas creen no es Estambul, sino Ankara. El fin del imperio otomano y la constitución de la república turca, ocurren en 1927, y está a cargo de Mustafá Kemal Ataturk, cuyo último nombre significa “padre de los turcos”. Jazmín es hábil en transmitir con entusiasmo los detalles que convierten Estambul en la perla que es. Punto de la geografía rodeado por agua, alcanzando a ser cuatro los mares que la rodean. Así, pues, un verdadero canal y flujo privilegiado, que toca dos continentes, el europeo y el asiático, con un puente, el de los mártires del 15 de Julio, que los une creando una imagen de una belleza inigualable.  Uno de los puntos del recorrido, el Palacio Dolmabahce, en medio de la bruma del día que intenta despejarse, parece una ilusión óptica. Fue construido por el arquitecto Garabet Amira Balyan. El acueducto de Valens sobresale en el recorrido de regreso al aeropuerto.









Alcanzo a percibir a esta ciudad a través de la luz difusa de un otoño incipiente y desde la ventana del bus turístico que nos transporta. Con lo que tengo, hago lo que puedo. En el palacio Dolmabahce consigo por fin un verdadero café turco. Me regalan acompañando una fruta confitada. Delicia. 






Lo disfruto lentamente mirando al puente sobre el Bósforo, el cual me regala una luz que hechiza.







Ya en la puerta de salida 219, paseando y revisando en la memoria quedan muchas historias o mini-relatos. 
Quizás el que más recordaré es el del ingreso a la zona de seguridad del aeropuerto, donde hacen un chequeo a través de máquinas y a algunas personas, les hacen revisión física de equipajes; en mi fila, hay un hombre que no se resigna a ver cómo le quitan un trompo de madera que tiene en su equipaje de mano. Claro como todo trompo, su punta es metálica, y por eso en el detector, no pasa. No puede subir al avión con él. Me da un poco de pena, saber que la ilusión del padre por llevarlo, será la decepción del hijo al no recibirlo. Y por otro lado, me pone a pensar, “¿por qué el detector de metales no identificó una navaja suiza, entre mi equipaje que tenía en mi morral de mano?”  Sigo sin  inconvenientes hacia sala de espera. 

Es un trompo la vida!  Estambul, hasta la próxima vuelta.





domingo, 4 de noviembre de 2018

Un regreso: tres continentes

Volver al lugar que el pasaporte dice que es al que una pertenece (a veces creo que lo de las nacionalidades y las fronteras son ficciones) es un proceso. Y cuando se decide volver en una secuencia escalonada de paradas técnicas, en vez, de en un regreso directo, el proceso es complejo.
Primero, tienes que llegar de donde quiera que estés, al lugar donde debes embarcar. Léase en mi caso, de Alemania a Italia; más exactamente Roma. Luego tienes que embarcar nuevamente, a uno o dos destinos intermedios, para llegar a tu país, en un lapso no de un día sino de tres.  Léase, Roma – Estambul, Estambul – Miami, Miami – Cali. Esto es lo que hice, lo que decidí. Y a pesar, que en algún momento me hice reflexiones auto-flagelantes -es decir, mi voz interna, me bombardeó día y noche repitiendo: “cómo se te ocurrió hacer esto?”; “estás muy loca, vos!!”-, al final, llegué a Cali con una sonrisa.

Sí, muy duro. Sí, el cuerpo lo resiente. Sí, no puedes dormir bien de lo cansada que estás, pero igual, sigues sonriendo, entre tanto.






Del trayecto Frankfurt- regreso a Roma, queda decir, fue un buen vuelo en compañía de la cerveza Worsteiner Premium. 
Lo otro que puedo agregar es que volver a una ciudad en la que has estado recientemente te regala tranquilidad, una cierta suficiencia y desenvolvimiento que el cuerpo agradece. Ya sabes exactamente dónde dirigirte y por qué puerta salir. Qué tren tomar para ir sin pérdida a tu lugar de “pasar” una noche. 

Claro, existen las hadas madrinas  que hacen que el toque de la varita mágica funcione, como Miryam Fuentes. Qué mejor forma de agradecerle, que invitándola a un lugar cercano a su apartamento, para comer algo. Miryam, namaste.


Del trayecto persiga el avión a Estambul en el aeropuerto Fiumicino de Roma, queda la humanidad adolorida, de tanto correr. Una verdadera maratón, gracias a los imprevistos. Quién iba a pensar que a pesar de tener tiempo de sobra y la ruta definida, en una estación del metro en Roma, la cual usualmente tiene ascensor y escaleras eléctricas para tu transporte con equipaje, el día que tú viajas, tenga las dos cosas, fuera de servicio? Esto es aterrador, y hace el ascenso, por las escaleras a pie, eterno, hasta el momento en que un buen “samaritano romano” se llena de compasión y te ayuda con la maleta. 

La nota inolvidable, ya en el aeropuerto, consultando la pantalla para saber la salida del vuelo de Turkish Airlines, me la da, un pequeño tropiezo que tengo con una mujer italiana mayor, quien me insulta y me pega en un brazo. “Ma que cosa". Sin pizca de interés en reaccionar, sigo mi camino, porque siempre es mejor, evitar cazar una gazapera en un aeropuerto, si como resultado de ella puedes perder un vuelo internacional. Un ángel en la estación de metro y una abuela energúmena en el aeropuerto, me dicen que voy en perfecto equilibrio de regreso, ja!

Del trayecto Roma – Estambul, y escala de 22 horas allí, queda compartir lo que considero mi “bonus” en esta aventura Europa 2018: “Touristanbul.” La aerolínea turca  ofrece a quienes tengan escala de más de 6 horas en Estambul, un servicio que han bautizado “Touristanbul”, en el cual gratis (esto es relativo), te invitan con un(a) guía especializado a hacer una visita o tour que dependiendo del día de la semana y las horas en la ciudad, te da derecho a recorridos que varían entre 1.5 a 5 kms. Mi escala, aunque larga, no permitió sino el tour P22 que es el que se realiza en bus turístico, y,  a través de 2 horas y media, con una pausa de 20 minutos, te permite caminar un poco y percibir lo que este puente de culturas, esta convergencia de Europa- Asia significa. Valió la dicha. Continuará



Bye bye Alemania


Mi tiempo en Alemania termina y el regreso, es inminente. Ya mi aventura Europa 2018 salpicada de buenos momentos, encuentros con viejas amigas y amigos y con algunas nuevas personas que hicieron milagros al cruzarse en mi camino, llega a su fin. Tiempo de despedida.  El reloj marca las horas que me quedan antes de volver a saltar los océanos y regresar a la tierrita.

Cristy, hija de mi amiga Coty, de El Salvador, estudiante de la U de Heidelberg (Biotecnología Molecular) conmigo en Heidelgerg

Una parada más en un pueblo que queda a 25 minutos en bus desde la parada Seckenheim Rathaus, el cual conserva la arquitectura típica alemana con toda su  autenticidad, es lo que me tiene reservado María,  como cierre de experiencias. Es Ladenburg, el elegido que tiene además el atractivo de ser el pueblo donde vivió y murió Carl Benz, quien inventó el primer vehículo automotor de combustión interna, y que, con el paso de tiempo, dio origen a la que se conocería más tarde como la Mercedes Benz por allá en el  año 1926 aquí en Alemania.






Aquí se reunía el viejo Carl a hablar y discutir sus ideas con los locales religiosamente






















Qué maravilla de recorrido! Lo hacemos de manera rápida para ver los sitios de mayor interés: hay una zona de ruinas romanas y castillos medievales; hay una plaza de mercado con una virgen en el centro repartiendo sus bendiciones. En este caminar, la  ciudad me parece congelada en el tiempo y nosotros, los visitantes, los extranjeros perdidos entre sus laberínticas calles, esperando ser sorprendidos y… vaya sorpresa! 


El Zwiebelkuchen, nos aguardaba. El Zwiebelkuchen, es el mejor pastel de cebolla que he probado en mi vida en plena plaza principal. Vino esta delicadeza a sumar a las otras delicias típicas que ya había probado durante mi estadía que está próxima a culminar.

Probé la salchicha con ensalada de papa típica alemana, y otro tipo de salchicha artesanal con cascos de papa que pude probar en la taberna local Prinz Max, en una cálida noche de fin de verano, cuando ya estaba mi maleta lista para volver.


La taberna local o Gasthaus Prinz Max en luz día
Podría vivir comiendo cascos de papas, salchichas y cerveza.
También probé comida turca en un sector del centro de Mannheim y, obvio, sobra mencionar las suculentas comidas caseras preparadas con el ingrediente principal: amor, en donde mi amiga María y su familia-. 









La Alemania que termino de ver, y que percibo con altos estándares de vida, tiene muchas curiosidades que sería difícil resumir aquí (se pueden beber bebidas alcohólicas en la calle, sin restricción). Sin embargo, me atrevo a decir, algunas pocas cosas. Se confirma con el breve lapso de tiempo que estuve, que es un país con altos estándares de vida, con una sociedad bastante “organizada” en términos de tener claro qué es el tiempo de trabajo, y cuál el del ocio (hay que programar ambos con minuciosidad). Los horarios de trabajo, son muy particulares porque la mayoría de negocios, por lo menos en el barrio/ciudad donde me alojé, cierran a mediodía y en fin de semana, no abren sino mediodía del sábado. 



Percibí algo que me atrevo a llamar nacionalismo ( que me perdonen los expertos), o, mejor un proteccionismo de lo nacional por encima de todas las cosas (pocos productos de otros países y por tanto, todo viene descrito en alemán, pensado para consumo interno principalmente), las personas son amables dentro de una cordialidad distante y claro, el idioma, es una barrera que aumenta la distancia. 

Mis indicadores de alto nivel de vida son simples,  sin entrar, en elucubraciones sesudas de índole sociopolítica: Un país donde sus viejos, independientemente de la edad si se encuentran en capacidad física, después de las 5 de la tarde de un día soleado, salgan a hacer paseos en bicicleta alrededor del río y caminatas por sus parques, es uno que tiene, un alto nivel de vida. Un país, donde en sus zonas comerciales, casi cada dos almacenes, o en cada bloque, hay una librería, es un país con un alto nivel de vida. O uno donde, los barrios/ciudades cada determinado número de casas, cultiva sus propias hortalizas, es un país con un muy alto nivel de vida, sin duda.




Recomendaciones cuando viaje a Alemania: vaya a un lugar amoroso donde tenga la suerte de estar y ser  lo que usted es con todo lo que esto signifique (y donde haya al menos dos gatos, je!). Y recuerde como el slogan de la universidad de Heidelberg, “Semper apertus”, ó esté “siempre abierta” a las posibilidades que la vida planee regalarle. Namaste María con familia! Namaste Europa! Hasta la vista!