jueves, 15 de febrero de 2018

Espejos rotos

Caminando por los andenes, si vamos mirando, encontramos toda suerte de artefactos. En días recientes me he dado cuenta que hay montones de diminutas partículas de espejo en muchas calles, lo que me ha llevado a preguntar: ¿no será que en esta ciudad caminan muchas personas paseando su mala suerte por aquello de ir quebrando espejos mientras pasan? O  serán, sencillamente la prueba que alguna comparsa participando en nuestra gran fiesta anual -la feria de Cali-, dejó por allí tirados los pequeños recuerdos de sus trajes estrafalarios hechos de luces y lentejuelas?

Como quiera que sea inmediatamente estas mini-partículas se unen y empieza a hilvanarse el hilo para esta cuentería. Tenía una historia pendiente que mencioné en mi pasada entrada. La de Leonor, mujer a quien fugazmente conocí en mi hora de almuerzo ya hace una semana. Ella, sin pedírselo yo, me contó parte de su relato de vida. Leonor es una mujer que vive en un barrio de las afueras de la ciudad, Los Alcázares. Ella tiene una relación de pareja desde hace 12 años que se ha ido deteriorando y un hijo de 19 años de una relación anterior, quien describe como el "sol de su vida". 
Leonor trabaja incansablemente para ser la proveedora número uno de su hogar. Ella, me dice con orgullo, que tiene una casita con todo porque lo ha comprado a punta de trabajar y trabajar. Estos bienes adquiridos con el sudor de su frente, los disfruta en familia con su pareja e hijo. Cuando le pregunto y ¿qué hay con su compañero? dice que la relación no está bien y que ella cree que “allí ya no hay nada”. Sin embargo, hace poco ella, quien cree no querer a su compañero sentimental, hizo un préstamo para comprar un carro… “para ver si él lo trabajaba…y ni así. Es un mantenido”, concluye. 
Después de un cómodo silencio, sin que la nube del desamor cruzara o hiciera nido en su mirada, Leonor empezó a hablarme de su hijo quien está estudiando algo (no recuerdo qué) y me enseñó sus fotos. Veo a un joven que usa frenillos y que irradia salud y “buena pinta”. Cuándo estamos casi despidiéndonos, me pregunta y usted, ¿tiene pareja? En un ejercicio de la reciprocidad en la comunicación con extrañas que he venido desarrollando, le comparto que mi último intento de una relación lo había tenido hace ya 3 años, y para cuando percibí las señales, que no iba a funcionar porque no era el hombre que había inicialmente pensado, la había terminado; ella me alaba: “Usted sí que tiene autoestima, la felicito”. Fin de la conversación.  
La vida de muchas mujeres en relaciones que SON y NO SON, se parece a fragmentos de espejos rotos: no sirven para mirar la imagen general de quiénes son ellas y de lo que son capaces de hacer, una vez deciden finalizar la relación que no funciona. Me parecen mujeres que lentamente se acomodan en la isla del “estoy-bien-así-aunque-no-haya-amor-porque-estoy-acompañada” y sin dificultad alguna (ojo sin ser psicóloga me arriesgo a lanzar esta hipótesis chapucera), “desplazan” o “transfieren”  esa energía amorosa no tomada por la pareja, en el “otro” hombre de sus vidas: un hijo que aprende a través del ejemplo, cuál es la dinámica para convertirse en un ser “mantenido” en el futuro. 
Las mujeres podemos. Cuando nos proponemos, logramos. La mayoría de las veces cargamos, como el Atlas, el planeta entero a nuestras espaldas lo cual nos hace valientes y vibrantes. Pero esto no niega que haga falta empezar a revisar y cambiar la forma en cómo las cosas están hechas y la manera en la que estamos ayudando, a diseñarlas. Por eso, siento que dentro del inmenso mundo femenino potente, activo, hay mucho que las mujeres como Leonor tienen que construir, deconstruir, romper, recomponer, desarmar, volver a ArMAR. Un poco me lo imagino como un constante parirse a sí mismas, pareciéndose, con cada nuevo nacimiento, a lo que hay más allá del fondo del espejo.



viernes, 9 de febrero de 2018

Palabras SALVAdías


No sé cuánto de este ejercicio de la escritura viene del reflejo o de la pasión. Como quiera que sea hay días en los que sencillamente sientes que estás que te escribes y punto. Hoy es uno de esos días. Más cuando es viernes y, aunque la mitad del día ha salido dentro de la agenda planeada, la otra mitad, sin saber a ciencia cierta por qué, empieza a desmoronarse. Todo corre mal. Hacen su aparición como en un teatro del absurdo, toda suerte de obstáculos e inconvenientes, malabarismos sincronizados en los que las personas que se habían comprometido, te refieren o “pelotean” a perfectos extraños para hacer el trabajo que con antelación había sido pactado.

En ese momento y como por instinto sabes que tienes que lanzarte a la página en blanco y hacer catarsis. Debes encontrar ese pedazo del mundo en el que estas contigo misma y no existe sino el teclado, la pantalla, el aire rodeándote, la palabra rondándote y tratando de nacer con sentido completo, para darle un giro a tu día. Palabra-SALVAdías, palabra-aspirina, palabra-en-caso-de emergencia-rompa-el-silencio.

Ni sé bien por dónde empezar. Ha sido una semana peculiar. Primero, he sido invitada por una prestigiosa universidad de la ciudad a hacer parte de un grupo de panelistas en el tema (más o menos) “Relaciones hombres- mujeres: ética, poder y sexo”. Segundo, me ha tocado presenciar un quasi-asalto en uno de los articulados del transporte público y, por último, hoy he conocido a Leonor en mi hora de almuerzo quien sin pedírselo, me contó su historia.

¿Será que las personas que nos dedicamos a escribir, sin proponérnoslo, nos volvemos magneto de situaciones y personajes que anónimamente quieren volverse relatos?

En el paso rápido de las páginas de mis días, tengo que contarlo: Rechacé la oferta de la universidad. Y lo hice porque no me considero especialista en el tema. Tengo un punto de vista, claro. Inclusive he asumido una postura al respecto. Sin embargo, la imagen de estar en un auditorio compartiendo mesa de panel, con personas expertas vino a mí como en una visión premonitoria, y me hizo sentir incómoda. Igual si hubiera participado habría terminado haciendo de todas las intervenciones, la más corta. Habría dicho algo como: “Buenos días. El tema que nos convoca hoy, las relaciones hombres- mujeres: ética, poder y sexo, me trae a la memoria el chiste clásico en el que dos amigas están conversando y la una pregunta a la otra: ¿Oye, cómo te fue en el divorcio? y la aludida contesta: “Él se quedó con todos los bienes y yo con todos los males”…pues bien, este tema, es más o menos lo mismo. En la repartición de esta sociedad tan justa (sonrisa sarcástica), parece ser que a las mujeres nos han endilgado tener ética y a los hombres se les ha adjudicado tener todo el poder y el sexo ...que quieran”.

La verdad nada muy académico. Risas.

En el relato relacionado con el asalto en el bus, las circunstancias rodeando el hecho, fueron bizarras y me llevaron a enfrentar una realidad que no había reconocido y es que, las mujeres también cometen hurtos y delitos.

Esta mujer en sus 30 años, roba a un hombre más joven quien percibió la fechoría cuando ella le extrae un celular del morral. El hombre la confronta a gritos para que se lo devuelva ante la mirada de las 30 personas que estábamos en el bus. La mujer al principio niega tenerlo, pero ante la persistencia del afectado, le toca entregar el botín. Lo extraño es que el incidente que duró unos pocos minutos dejó “hipnotizados” a todos los usuarios de este medio de transporte, porque ninguna persona, pareció reaccionar ante la mujer la cual continuó en el bus como si nada hubiera pasado. Nadie parecía querer hacer nada, ni siquiera el afectado.

El evento es extraño porque pocas veces vemos a las mujeres en el rol de delinquir.  Desafortunadamente la vida y las circunstancias de desigualdad en nuestro país, arrinconan  a algunos hombres y mujeres y los lleva a cometer actos no muy santos, como estos.

Terminaré aquí citando a Fernando Pessoa en su Livro do desassossego: “Sabe acaso alguém o que é certo ou justo?”. Yo tengo una idea. Será la misma para todo el mundo? No creo, no sé, no respondo.

Benditos los días que se desmoronan.

jueves, 1 de febrero de 2018

Los murmullos invadiendo: próximo destino?

Cuando corre sangre errante en tus venas y eres viajera, después de sesenta días de llegar a tu lugar de origen, las piernas y brazos empiezan a ponerse pesados. Hay cierta sensación de hormigueo que sube de la cintura hasta los hombros. Lo que son tus rutinas empiezan a extraviarse y los encuentros con las personas que quieres y te quieren, aunque animados, se pintan de un tono como de esos de los días cubiertos de nubes que no dejan ver ni sentir realmente la piel ni el sol en ella. En ese momento, sabes que estás empezando a extrañar tu mochila en la espalda y que la incertidumbre te sonría a la cara como usualmente lo hace cuando viajas. Sabes con el cuerpo -que es a lo que yo llamo intuición- que necesitas empezar a planear tu próximo viaje.Y ahí es cuando se despliega sobre la mesa, el arte de buscar como en un evento astronómico, el mejor momento, el día propicio para alzar el vuelo o soltar las amarras. 

Empiezas con un silencio que se convierte muchas veces en plegaria a pedir que todo coincida: El lugar de destino soñado, la tarifa clase económica del tiquete aéreo, la cuenta en tu banco medianamente saneada de tu último trayecto, pero sobretodo, que la intención del viaje se manifieste. 

Desde el 2010 he querido emprender la ruta a India. He hecho algunos planes y dado algunos batazos de loca que NO han logrado "romper" la piñata hasta el punto que, aún dicho viaje no cuaja. Llegué a realizar los primeros pasos claves para mí, como contactar y ubicar a alguien que esté viviendo allá para que me comparta desde una perspectiva "inside", o "desde dentro", los detalles a considerar como son, las mejores épocas para viajar, los puntos de llegada/entrada, las posibles actividades o paradas a realizar en el viaje, y así... Igual nada. Y bueno creo que todo este preguntar sin actuar o sin decidir, es un poco una prueba que hay destinos para los que aunque tengamos muchas ganas, la intención no se ha alineado con el corazón, y eso, hace que no se emprenda el camino.

Hay otro país que me ha resonado desde una vez que en un retiro de yoga compartí habitación con alguien que tenía la obsesión de viajar a destinos exóticos y remotos: Vietnam. Parece ser un país de gran belleza y muy económico. 

Y claro, siempre he querido ir a la heroica isla. A Cuba. Este país/isla que tiene para mí un poco de todo lo que la convierte una tierra de andanzas afortunadas - nostalgia, coraje, arte, ciencia, son, cultura política, playa - me ha llamado mucho la atención. En particular porque allí se encuentra la escuela de cine de San Antonio de los Baños y, obvio, también una muy buena amiga, con quien hemos hecho planes para constelar, o debo decir, triangular , un encuentro internacional Cuba-España-Colombia.

Playa Pilar, foto toma de http://www.bloghalconviajes.com

En fin, los destinos y las posibilidades son infinitas, como lo son las intenciones. Sin embargo, alinear los destinos y las intenciones, requiere de magia y de escuchar con atención, los murmullos del corazón... invadiendo.