Ya sé que he estado perdida. Silenciosa. Pensativa. Ocupada. Ansiosa. Stressada. Sin poder dormir bien. Motivo: el octavo mes. El octavo mes de estar en El Progreso, de haber dicho sí a OYE y de haber asumido el desafio de llevarla a su siguiente nivel o etapa. El octavo mes en el año dos mil ocho. Un mes movido por la preparación del aniversario de la organización. Un mes en el que pasó de todo. Pequeños cataclismos. Hubo tormenta. Cayó granizo. Y en medio de la tempestad, como una voz saliendo de un pequeño parlante, recordé una conversación que tuvo mi hermana con alguien y en la que estuve presente de pura casualidad. Mi hermana menor, se encontró con una profesora de su MBA, quien en medio de una charla informal, más o menos exaltaba, cómo en medio de las situaciones laborales caóticas, se encontraban escondidas inmensas oportunidades de aprendizaje. Como si fueran pequeñas piedras, que uno pudiera recoger en una canastica y luego capitalizar para el futuro. Una de mis piedras favoritas es la amatista. Otra el lapislázuli. Y creo que de estos días del octavo mes, me queda una gema que es una mezcla de las dos. Un híbrido violeta y azúl mar que me ha invitado a reflexionar sobre la seguridad, la confianza en una misma y la necesidad de estar alegres a pesar del torrencial. Ser flexibles en el medio del temporal. Al final siempre se trata de uno en medio de las telarañas, los elementos, las redes complejas, los desencuentros...en fin, se trata de la vida misma. Entonces celebrando el tercer aniversario de OYE y el octavo mes de mis esfuerzos en este rincón de Honduras, me siento animada y dispuesta a seguir aprendiendo.
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