domingo, 8 de noviembre de 2009
Mi primer mes, entre mangos y ese mar presencia
Hace un mes llegué. Me bajé del avión y me quedé trancada en la escalerilla del mismo, porque el transporte desde el aparato hasta la terminal donde iba a ser la migración no llegaba. Un vaticinio? Aquí en Luanda, todo son esperas. Entonces creo que la principal lección en este primer mes ha sido la paciencia. Un "engarrafamento" o embotellamiento te deja a merced de los elementos. Llegué al terminal y pude, arrebatarle al vecino una hojita de inscripción de datos, entre las que figuraban igual cuántos dólares traía como si había tenido gripe en los últimos días. Y después de de mi osadía, hice la entrada como en la monumental de la Cañaveralejo, de ingresar a la fila no-existente fila de las personas con visa diplómatica o visa de servicio. Sobra decir que mi caso era la visa de servicio. Y luego después salí al calor, la humedad creciente y el polvillo fino del mediodía sobre la ciudad. Y hace un mes estoy aquí. Con el polvillo todavía entre los labios. Con la sensación que no estoy ni a mitad de camino y que no puedo concluir nada sobre mi trabajo, sobre las personas de mi trabajo ni sobre lo que me espera. Sería un atrevimiento. Estoy sólo observando. Y entonces recuerdo a Alberto Cancinco mi coterráneo médico también viviendo esta experiencia pero en Nigeria, que me aconsejaba desde el primer mes empezar a escribir mi reporte final......siento que esto es posible para los médicos, quienes pueden en medio de las lecturas epidemiológicas intrepretar el futuro y hasta consultar los oráculos del más allá. Yo de lo único que doy fé es que conocí a Maria Pinto, caso confirmado de Polio y a su madre, que en frente de mi puerta hay un árbol de mango, que me rodean unos cuántos ángeles en Luanda y en mi tejado, en las noches unos gatos de poco pedrigree y pelambre ralo se pelean la luna frente a la ausencia-presencia del mar que nos arrulla!
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