En la
secundaria en clases de filosofía, nos hablaron sobre el mito de la caverna de
Platón. Este mito, que en realidad es una alegoría, explica de acuerdo a Platón el mundo de lo físico y el mundo de las
ideas y cómo nos movemos entre ellos. En pocas palabras, cómo nos relacionamos
con el conocimiento los seres humanos.
¿Qué
es lo real? ¿Qué es lo ficticio? ¿Qué es lo que nos lleva a discernir la
diferencia?
Esta
entrada tiene como principal intención que nos hagamos constantemente en
nuestra vida práctica estas preguntas. No se trata que estemos, cual paciente
en ciernes de ingreso a hospital psiquiátrico, en permanente inquietud o en desasosiego,
preguntándonos, todo el tiempo. No. Sin embargo, sí se trata de estar
vigilantes, frente a lo que reaccionamos y a cómo lo hacemos. ¿Escogemos reaccionar
ante situaciones que de realidad, tienen poco? ¿Somos personas que continuamente
nos vemos desbordadas, ante eventos que tienen asidero en presupuestos,
imaginarios, bosquejos o atisbos de realidad, y que siempre terminan
explotándonos como un espejo en mil astillas frente a la cara?
Claro,
es un tema que tiene mucho de ancho, montones de largo, y bastante de ajeno.
Tela para cortar y armar lo que se nos antoje: una hamaca, un telón, una
cortina. Me gustan las hamacas.
La
realidad en esencia es. La realidad del mundo físico, se nos plantea de manera
descarada en constante bombardeo a nuestros sentidos para que la devoremos. En el
instante siguiente, estamos interpretándola y muchas veces distorsionándola a
través de nuestra mente.
Cuando
se han transitado caminos como los de la meditación y el yoga, el equipaje
conceptual y perceptivo se reestructura y se entiende mucho más acerca del cómo
opera esta distorsión tan propia de nuestra condición humana. Gracias a esta
nueva manera de ver, lo que pensamos/creemos se empieza a desmoronar y las
certezas, adquieren una cierta inestabilidad en la sustancia de las que están
constituidas: las ideas. Estos constructos mentales a los que investimos de
poder para definirnos, afirmarnos, opinar, ser y comunicar, entran en algo a lo que
he llamado el efecto cubo de azúcar: ante la gota de cualquier líquido, el cubo
empieza a deshacerse dejando un reguero viscoso y perdiendo su forma para
siempre.
Ojalá pudiéramos mantenernos
en modo reguero para poder fluir mejor con los contornos naturales de las
cosas, las personas y las situaciones con las que nos encontramos en el día a día. Sin embargo, empeñadas en ser este
ejército de cubos de azúcar, cada vez con mayor frecuencia, entramos en choque y
las aristas se vuelven genuinas armas de guerra.
Por
ejemplo, en los últimos tiempos, siento que los universos paralelos de las
redes sociales por los cuales a veces navego, se han convertido en un campo de
batalla. Se asiste allí a una hiperbolización de la realidad. Todo se exagera,
mucho es falso y poco de lo que circula invita a la creación de una conciencia
y claridad meridiana que vivimos en un mundo complejo de realidades
hiperbólicas. Ni
qué decir de la otra tendencia mundial, la hiperrealidad.[i] La pasmosa y creciente incapacidad
de definir si lo que registramos como real en nuestras vidas, lo es ( Hiperrealidad: número de
amigos en Facebook 549. Realidad: Tienes más de 6 meses que no te sientas a
hablar en directo con ninguno de ellos).
Tiempos difíciles estos. Sin embargo, en medio de la complejidad siempre cabe seguirnos preguntado: ¿Qué es lo real? ¿Qué no lo es? ¿Escogemos reaccionar ante situaciones que de realidad, tienen poco? ¿Somos personas que continuamente nos vemos desbordadas, ante eventos que tienen asidero en presupuestos, imaginarios, bosquejos o atisbos de realidad?
Tiempos difíciles estos. Sin embargo, en medio de la complejidad siempre cabe seguirnos preguntado: ¿Qué es lo real? ¿Qué no lo es? ¿Escogemos reaccionar ante situaciones que de realidad, tienen poco? ¿Somos personas que continuamente nos vemos desbordadas, ante eventos que tienen asidero en presupuestos, imaginarios, bosquejos o atisbos de realidad?
Sería
genial finalizar este “trozo de hamaca”, diciendo, seamos personas adultas más astutas, más conscientes, despiertas. No le sigamos el juego a las redes, ni a los mundos
prestados que nos crean los medios de comunicación. Sin embargo, nos
quedaríamos así, a mitad del esfuerzo. El tema de lo que es real y no lo es, empieza
en casa. En nuestra mente (a veces llamada la loca de la casa), en lo que pensamos sobre lo que estamos viendo y viviendo. Es desde aquí y desde nuestra capacidad de discernir y de escoger cómo reaccionar ante ello, que vamos volviendo el atisbo de realidad, en realidad plausible, con sentido, afín a nuestro continuo movimiento. Nuestro caminar entre la complejidad y la simplicidad de la vida debería aquietar la mente para una vez logrado este nuevo estado, poder ver la realidad con los ojos limpios de una conciencia engrandecida.
Fuente: Galaxium Anirak. "No creas todo lo que piensas o lo que escuches. Escúchate, desde tu esencia" Foto: Sandra E. of course! Argentina, Estancia Cristina, Calafate, 2011 |
[i] La hiperrealidad de acuerdo a san google, “es un concepto
trabajado en el campo de la semiótica y la filosofía postmoderna. Generalmente
se utiliza para designar la incapacidad de distinguir la realidad de la
fantasía, especialmente en las culturas posmodernas tecnológicamente avanzadas.”
Wikipedia, la enciclopedia libre.
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