“Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la
montaña”; “La fe mueve montañas”. Son muchos los dichos populares o las frases, algunas de contenido bíblico, que hablan de ella. La montaña, como protagonista, la podemos
encontrar también, como parte de grupos de signos y símbolos en oráculos. Tal es
el caso del famoso I Ching o el "libro de las mutaciones", donde uno de sus hexagramas, el 52, nos la revela invitando
al aquietamiento y a la calma.
Foto: SandraE of course! |
En otro tipo de tradiciones, como la nativa indígena
americana, hacer una búsqueda de visión, requiere como requisito sine qua non, ir a la montaña. La
exploración del ser a través de una búsqueda de visión, implica el viaje a la
montaña, como realidad y como metáfora del recogimiento necesario para que en
medio de los elementos, el silencio, la soledad y el ayuno por cuatro días con sus noches, nos proporcione un nuevo sentido del sí
mismo, en contacto con la naturaleza.
Sin duda, la montaña está, ha estado y estará.
Algunas personas, imbuidas por una fuerza devocional,
se dedican a escalarlas como sinónimo de conquistarlas. El mundo gana adeptos y
adeptas al día, quienes parten en aventuras no exentas de riesgo, para llegar a
la cima de montes como el Everest, el Fitz Roy o la montaña Aconcagua. Son un símbolo de
esfuerzo, superación, logro supremo y victoria. Y bajan de allí y la montaña se queda.
Desde hace días vengo, por circunstancias únicas de la
vida que me toca vivir ahora, caminando mucho de la montaña a la ciudad y viceversa,
para encontrar que esta polaridad es real, es física; y en ocasiones, te coloca
en un lugar de imaginar que, como toda polaridad, va a terminar en un conflicto
que precisa ser resuelto.
Foto: SandraE of course! |
No siendo ya muy proclive a ver el mundo desde esta lente de
blancos y negros sino a querer profundizar en los claroscuros recurrentes,
he logrado encontrar y descifrar la medicina de la montaña en su interconexión y
dependencia con la ciudad. El desafío es vivir la una y la otra, sabiendo que
ambas existen; y, en un momento propicio, poder disfrutar las bondades que cada
una de ellas nos ofrece.
La medicina de la montaña es esto: una montaña, tus pies y estar dispuesto o dispuesta a sentir cómo te desnuda. Solo eso.
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