viernes, 18 de septiembre de 2015

Retazos, visiones de lo invisible


Hoy el despertar fue cortesía de los cánticos de los niños y niñas que asisten a la iglesia pentecostal. No se oían como querubines sino como un coro bastante destemplado. Inútil seguir durmiendo. El salir de la oruga azúl (el toldillo que protege contra los zancudos), era urgente. Desayunamos con nuestra acostumbrada selección de arepas, café, huevos y luego a esperar que el mar nos ayude creciendo para poder salir rumbo a nuestro último paseo: El Morro.
El mar nos dio permiso después de las 10:00 a.m.. Hay buen sol porque anoche llovió toda la noche una lluvia de intensidad media y hoy aunque está cargado el cielo de nubes, no se presagia aguacero. No por lo menos ahora.

En nuestra cabaña comunitaria todo es silencio. Solo de vez en cuando los pasos de los lugareños y lugareñas se escuchan con poca percusión porque la piedra y la humedad amortiguan las pisadas. Lo otro que se escucha son los compases ritmicos del armador de canoas que está haciendo con destreza antigua su encargo ( que tal si el próximo objeto de madera que haga sea su propio cofre mortuorio o ataud? Estará esto en alguna obra garcia marquesiana?). 
Este hombre habita en una casa sobre palafitos que está a punto de caerse. Vive solo y tiene más de 80 años. Se toma su buen tiempo serruchando la canoa. Está a un 50% de terminarla. Improvisó su taller en un corredor de la vía principal del caserio por el cual desfilan las personas para movilizarse entre casas y lugares. Los sitios reconocibles son: la tienda, el restaurante, la escuela y la iglesia. La escuela está también en estado crítico y se ha tenido que trasladar con sus aprendices para la iglesia.
Una piscina natural en El Morro. Lo mejor fue la ruta allá entre manglares y selva. Los ecosistemas en su simbiosis y lucha perenne. Algunas piernas de manglares forman figuras en el reflejo del agua que mi cámara no pudo captar y que son de algun manera alucinantes.

El mar está tranquilo y bajito. Todo se refleja y se vuelve una copia doble en su versión especular marina.
Esto del mar subiendo y bajando con las mareas deja ver lo que está invisible: las conchas, las rocas, los troncos, las hojas que se vuelven poco a poco cama vegetal. Los pájaros entonces encuentran más y mejores lugares para el descanso entre sus largas travesías.
Este viaje para mi es una parada como la de los pájaros. Un descanso en esta travesía de la vida que ahora tengo.



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