Cuando corre
sangre errante en tus venas y eres viajera, después de sesenta días de llegar a tu lugar de
origen, las piernas y brazos empiezan a ponerse pesados. Hay cierta sensación
de hormigueo que sube de la cintura hasta los hombros. Lo que son tus rutinas
empiezan a extraviarse y los encuentros con las personas que quieres y te
quieren, aunque animados, se pintan de un tono como de esos de los días
cubiertos de nubes que no dejan ver ni sentir realmente la piel ni el sol en
ella. En ese momento, sabes que estás empezando a extrañar tu mochila en la
espalda y que la incertidumbre te sonría a la cara como usualmente lo hace cuando
viajas. Sabes con el cuerpo -que es a lo que yo llamo intuición- que necesitas
empezar a planear tu próximo viaje.Y ahí es cuando se despliega sobre la mesa, el arte de buscar como en un
evento astronómico, el mejor momento, el día propicio para alzar el vuelo o soltar
las amarras.
Empiezas con un silencio que se convierte muchas veces en plegaria a pedir que todo coincida: El lugar de destino soñado, la tarifa clase económica del tiquete aéreo, la cuenta en tu banco medianamente saneada de tu último trayecto, pero sobretodo, que la intención del viaje se manifieste.
Empiezas con un silencio que se convierte muchas veces en plegaria a pedir que todo coincida: El lugar de destino soñado, la tarifa clase económica del tiquete aéreo, la cuenta en tu banco medianamente saneada de tu último trayecto, pero sobretodo, que la intención del viaje se manifieste.
Desde el 2010 he querido emprender la ruta a India. He hecho algunos
planes y dado algunos batazos de loca que NO han logrado "romper" la
piñata hasta el punto que, aún dicho viaje no cuaja. Llegué a realizar los
primeros pasos claves para mí, como contactar y ubicar a alguien que esté
viviendo allá para que me comparta desde una perspectiva "inside", o
"desde dentro", los detalles a considerar como son, las mejores épocas
para viajar, los puntos de llegada/entrada, las posibles actividades o paradas
a realizar en el viaje, y así... Igual nada. Y bueno creo que todo este
preguntar sin actuar o sin decidir, es un poco una prueba que hay destinos para
los que aunque tengamos muchas ganas, la intención no se ha alineado con el
corazón, y eso, hace que no se emprenda el camino.
Hay otro país que me ha resonado desde una vez que en un retiro de yoga compartí habitación
con alguien que tenía la obsesión de viajar a destinos exóticos y remotos:
Vietnam. Parece ser un país de gran belleza y muy económico.
Y claro, siempre he
querido ir a la heroica isla. A Cuba. Este país/isla que tiene para mí un poco
de todo lo que la convierte una tierra de andanzas afortunadas - nostalgia, coraje, arte, ciencia, son, cultura política, playa - me ha llamado mucho la atención. En particular
porque allí se encuentra la escuela de cine de San Antonio de los Baños y, obvio, también una
muy buena amiga, con quien hemos hecho planes para constelar, o debo
decir, triangular , un encuentro internacional Cuba-España-Colombia.
Playa Pilar, foto toma de http://www.bloghalconviajes.com |
En fin, los destinos y las
posibilidades son infinitas, como lo son las intenciones. Sin embargo, alinear los
destinos y las intenciones, requiere de magia y de escuchar con atención, los murmullos
del corazón... invadiendo.
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