Cuando
estás a punto de comprometerte con una experiencia transformadora de esas que
te revuelcan de adentro hacia afuera, te sientes en una emoción más allá de las
palabras. La constante inquietud y ansiedad,
te visitan. Un poco como cuando no sabes si vas a alcanzar a hacer la conexión
entre dos vuelos internacionales, y como seas tienes que llegar a abordar ese
otro vuelo. Por estos días sintiéndome así, he tenido que recurrir a toda suerte
de técnicas conocidas que atemperen el estado de incertidumbre: la respiración
profunda, las conversaciones eternas con amigas que parece que no tocan ningún tema
o no tienen propósito, y por último, la siempre milagrosa, copa de vino blanco
frío (o ¿verde?).
Estoy
preparándome para mi primera vez…sí, mi primer retiro Vipassana. Mi deseo de
estar en una actividad así, viene de tiempos lejanos. Viendo mis correos de
años atrás desde el 2010; es decir, ocho años, le he coqueteado a la idea de tener
la experiencia y he contactado a quienes organizan, para nunca llegar a
concretarla. Es como con el viaje que quiero hacer a la India; quiero, pero la
intención, la voluntad y la determinación han andado “divorciadas” para arrancar.
Esta
vez me decidí y, en preparación les ofrezco una reflexión rápida sobre el
silencio y su significado en estos días pre-retiro.
En años más recientes, la vida me ha colocado en situaciones en las que sin buscar, he encontrado significados y sinónimos para esta palabra. Silencio es sinónimo de paz, para mí. En otros momentos, ante la sensación
de “turmoil” o “confusión” laboral imperante, me sentí propensa a quedarme quieta y en
silencio para ver cómo todo decantaba. Inclusive mientras todas mis certezas laborales se desmoronaban, llegué a saludar con una
sonrisa la sensación que, sentada meditando en silencio, podía quedarme
viviendo.
El buen silencio. Ese
instante en el que en vez de lanzarte a proclamar un juicio, hacer un reclamo, o
propagar un chisme, prefieres sencillamente callar. Gran diferencia, la que
este buen silencio hace. No te enredas, no te haces un manojo de palabras que
pueden significar el tono o manera, en el que empiezas o terminas tu día.
La soledad silencio. Esa
en la que te envuelves cuando pasas la mayor parte sin relaciones
con un otro significativo o relevante. O mejor, esa de la que te rodeas cuando, tu relación esencial, eres tú misma. Esa que te aporta liviandad sintiéndote casi como pluma al viento. En
muchas ocasiones esta soledad silencio se vive como instante gozoso que se prolonga en días y hasta en años enteros. El silencio hace buena pareja con la soledad: te acompaña, te hace sentir
íntegra e imperturbable.
El silencio sabiduría. Ya
los grandes líderes espirituales convocan al uso de la palabra, si y sólo si,
es completamente necesaria. No son los que más hablan, dicen ellos y ellas, los seres más
inteligentes o más lúcidos del planeta. Es mejor medida de ambas características,
aquella persona que sabe cuándo callar, cuida cada palabra que dice y escucha.
Vengan
pues estos días de Vipassana como una buena oportunidad para cumplir con un
deseo postergado y así, entrar a experimentar el buen
silencio, el silencio soledad, el silencio sabiduría en carne propia. Un
prospecto de días que me permitan encontrar una variación de mi misma, sin
tanto murmullo interno (murmurio en portugués; suena linda esta palabra, ¿cierto?) desde donde poder decidir, sobre lo que sigue en este segundo semestre del año 2018.
Días de
revelación de lo importante y poderosos que son los sonidos del silencio.
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