domingo, 27 de enero de 2008

Un domingo corto para un relato largo

Domingo. Son las 5 y 12 de la tarde en El Progreso. Ha sido un día de cocinar lento, de lecturas salteadas, en medio de dos libros y una revista, de una corta siesta, escuchar a Idan Raichel,tomar una ducha rápida y comer muchos chocolates con almendras y algunos dulces de guayaba con queso fresco. Hace poco llamó mi hermana de Inglaterra, Ana Patricia, a quien llamamos toda la familia cariñosamente Shuffi, para saber cómo estaba. Cómo estoy, cómo me siento, cómo me veo, cómo me encuentro comprimir la vida en una respuesta que no puede exceder los 15 minutos, sin decir, realmente lo esencial. La nuez de la experiencia.
Estoy tranquila. Me siento confiada. Me veo igual quizás con un poco menos de peso. Oigo muchas historias de inseguridad y violencia, masacres, robos, asaltos, intentos de asalto, gracias. Qué no sé si estas historias son las mismas de hace tres meses que no oía porque estaba recién desempacada oyendo la historia de OYE, o si son nuevas. Qué opino? No sé. En la medida que indago, sin profundizar mucho, pienso en Colombia. Tantas historias de violencia, pero la vida continua. Y entonces uno circula por otras partes en las que tangencialmente le llegan los relatos. Sin parar, sin dejar de hacer. Sólo que sin dejar de estar alerta. La mejor manera de cuidarme es estar presente a cada instante. Ser observadora e intérprete de los múltiples lenguajes que esta nueva cultura me habla. Y no hablo sólo de la hondureña porque al interior de la organización, tenemos multiculturalidad. La mezcla latina y la norteamericana ( 50% latinos y 50% norteamericanas) está presente en el equipo. Salgo y observo la vida en la calle. La señora de más de 50 años, bajándose del bus, por la puerta de atrás, mientras, con una mano desliza a la niña de 2 años, con sus crespos recién deshechos por el viento. O el señor del sombrero ranchero, cabalgando su bicicleta, con el machete al cinto. Ellos son Honduras y no sólo las noticias en los periódicos, que diré son los más descarnados que he visto en el planeta. Todos clasifican para hacerle la competencia a El Caleño, en Colombia, que al escurrirlo deja un reguero de sangre. Se llaman La Prensa, El Progreseño, etc. En fin, ni que decir de los noticieros locales, donde el camarógrafo se extasía en el primerísimo plano del cuerpo desbaratado.
Otras historias que también son Honduras me interesan más.
A partir de hoy, voy a empezar a incluir mis notas de viaje. Lo voy a hacer en un orden cronólogico desde que llegué al país. La primera entrada es del 17 de Octubre. Trataré de editar las notas para hacerlas cortas. Sin embargo, pido paciencia. Y hoy va una como se me ocurrió. Esas historias otras que son Honduras también, empiezan a ser contadas.

Octubre 17, 2007

Humedad. Es la primera palabra que se me ocurre para describir a El Progreso. Estoy despierta desde las 5:30 a.m. y son casi las 8. La humedad es creciente y el día con sol, el primero de mi estadía en esta ciudad, luce despejado. Vamos a ir a desayunar en alguna parte todos. La idea me imagino es socializar un poco y luego entrar de lleno en la agenda de inducción.

Ayer, la llegada fue por Tegucigalpa. Una ciudad poco agraciada, en una topografía de colinas, pliegues y estrias. El recuerdo que tengo es el de un señor con lentes, con rostro de aflicción leve y el tráfico pesado que nos impidió en dos ocasiones tomar un bus para llegar más temprano de las 9:30 p.m. a la ciudad. Me recibieron con la inmigración más corta de mi vida.
Llueve, hace sol, escampa, vuelve y llueve. (Recomendado: Libro Prisión verde de Ramón Amaya Amador. Leído ya. Interesante relato costumbrista de las tensiones y luchas obreras en el boom de las bananeras).
En el bus a El Progreso, la música que se oye en un buen trayecto, es música cristiana. El paisaje es de colinas suaves, casas dispersas en el tapete verde natural y algunos chiquitos y chiquitas corriendo a la vera de la vía. Por ahí ya me enteré que a los niños y niñas, le dicen sipote ( con c o con s?).
En el trayecto recorrido dentro de Tegucigalpa algunas son las imágenes que se fijan: Un joven hondureño vistiendo la bandera de los Estados Unidos como capa. Se creerá el superhéroe centroamericano?. O es Estados Unidos el héroe de Honduras?
Un mariachi viejo cruza la calle con su guitarrón a cuestas.
El arcoiris entrecortando las nubes.
Los buses que han salido de circulación de los colegios norteamericanos se transforman aquí en buses de servicio público.
Una base militar, altamente custodiada en la mitad del camino a El Progreso; al preguntar sobre qué era esta construcción, el hondureño, Marcio, quien viene con nosotros en el bus, y trabaja para Students Helping Honduras, organización con la que OYE comparte oficina, me dice que es una base militar y una garantía para Honduras.
La palabra corrupción, la he escuchado ya en dos ocasiones, cuando pregunto sobre las características de Honduras. La otra es pobreza. Vaya alianza para El Progreso….

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