lunes, 13 de diciembre de 2010

Entre cantos gregorianos, iluminaciones navideñas y estaciones de luz




























En tanto pasan los días en una ciudad que conocemos pero no visitamos hace tiempo y que recorremos con ojos nuevos, comienza a picarnos un bicho que nos deja entre felices y ansiosas. Felices porque estamos de vuelta allí y la vemos crecida y linda, y ansiosas porque desafortunadamente se va acabando el presupuesto y los días para seguir haciendo escalas y tener nuevos descubrimientos. Entonces hay que decidir bien, a dónde ir. Con quién encontrarse. Empiezo a hacer la lista de los imperdibles antes de continuar mi viaje.
Una visita al monasterio de San Bento donde los aprendices a curas cantan cantos gregorianos durante la misa y después uno puede comprar panes y pasteles elaborados con recetas benedictinas parece un lugar distinto y una experiencia además de espiritual altamente sensorial, que me convence de inmediato. La cita entonces es a las 7:00 de la mañana, en el monasterio. La llegada allí, de acuerdo con las indicaciones de la gente en el metro, es fácil. La misa ya empezó, y al instante, que los cantos gregorianos empiezan, sé que valió la pena la madrugada. La iglesia, que no dejan fotografiar -pero de la que subrepticiamiente logré una imagen de San Benedito - es un lugar de paredes amplias y arcos pintados en ocre, dorado y marrón.En el altar un trabajo de madera fino y un vitral gigante, que apenas deja traspasar la luz, completa la decoración y definitamente le da al templo un sello propio. Otro toque que lo vuelve único es que los santos y santas, están enmarcad@s por palmeras cargadas de frutos y por lirios erguidos como haciéndoles la guardia imperial. Entre las demas decoraciones hay muchos motivos orientales y de alguna manera una cierta extravagancia y contraste. Es como si quisieran replicar los detalles de un tapete persa que en vez de reposar en el piso estuviera colgado en todos los espacios, magnificando y ennobleciendo el cemento común y corriente.
La palabra encarnada, la comunión fraterna, la providencia, divina, presente y actuante en cado uno o una de nosotras, son palabras que el oficiente, nos dispara al centener de asistentes a la misa. Está bastante extenso y difuso el mensaje. Mi mente viaja; hago un esfuerzo, sin embargo, no puedo seguir la reflexión sobre el evangelio. Los caminos o cables se me cruzan y hago cuentos en mi cabeza. Cómo y dónde es que podemos conseguir el desayuno? En fin, voy de lo religioso a lo profano. De lo espiritual a lo mundano. Intercede por nosotras, virgen inmaculada. De repente, los cantos, los sonidos del órgano vienen y me rescatan. Me devuelven a esta escena.
En la continuación del día, si hubo comunión solo que no con la hostia bendecida sino con un pan benedictino comprado al lado de la salida de la iglesia y un café brasilero comprado en una cafetería próxima.Nos dirigimos después de la misa, que para nosotras, María Teresa y yo, terminó al darnos con todos los vecinos de la banca en la que estábamos el saludo de la paz, a tomar un café con el delicioso pan, integral y mullido como un muffin gigante, lleno de pasas y nueces.
Después de la zona de alimentación, visitamos la estación de la luz, y el museo de la lengua portuguesa. Aquí logré el extasis añorado en la iglesia. Esta vez a través de la palabra vuelta prosa y poesía de Fernando Pessoa. Me confieso profundamente ignorante de este escritor (http://es.wikipedia.org/wiki/Fernando_Pessoa). E igualmente profundamente conmovida por la claridad de sus palabras y la contundencia de su desasosiego. Salí del museo con el convencimiento y la confirmación que para mi la literatura y la poesía son los nuevos evangelios. Los escritores y escritoras de su talla, son los que llevan los mensajes que queremos que modelen nuestras conciencias que parecen siempre de siglos pasados y en siglos nuevos emergiendo.
En la noche, el paseo obligado a través de la avenida paulista iluminada, me dejó el cansancio regular del día de los cierres y las despedidas. Bye-bye Sao Paulo. Adeus Sao Paulo. O mejor hasta la vista San Pablo, ciudad re-encontrada y resignificada.

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