martes, 4 de abril de 2017

De volcanes y pueblos mágicos: Estado Puebla

Si llegar a Ciudad de México te instala en una zona de descubrimiento todo el tiempo, salir de dicha ciudad, te sorprende y arrebata aún más. En mi primer movimiento, por fuera del perímetro urbano donde 20 millones 843 mil  almas comparten la vida - según datos de la ONU, 2014-  se hizo evidente que, como todas las grandes ciudades, el horizonte de cemento se amplia en múltiples anillos de zonas de pobreza, que han crecido en condiciones subnormales. Finalmente, después de unos cuantos minutos se logra ver restablecido un cierto paisaje desértico y el aire se va aclarando. Aparecen en mi campo visual entonces los guardianes: los volcanes Popocatépetl, activo, y el Iztaccíhualt. Allí la emoción entonces desata toda esa pequeña gradación de sonrisas, pequeños parpadeos y comentarios porque estos majestuosos existen...están allí y lo que anticipan o anuncian es, más verde, como en efecto sucede.

Entre las miradas que lanzo mientras quien conduce toma la interestatal, veo algunos cultivos y zonas de riego que le cambian la fisonomía al paisaje. Bendita agua. Viajo entre personas locales. Jóvenes que están todos trabajando y con quien tengo la fortuna de compartir este trayecto de dos horas y media, en un carro particular, gracias a una de las nuevas formas de hacer "carpooling" o transporte compartido entre ciudades. Un portal Blablacar, permite que a través de las redes sociales se conecten usuarios y conductores, quienes en un ejercicio de plena confianza, ponen a su disposición su auto, compartiendo los gastos del viaje. Esto es muy nuevo para mí y al principio, me parece un tanto arriesgado. Luego, encuentro interesante el experimento social y sumo.
Está todo fluyendo y como no puedo quedarme sin hablar-no se me da muy bien- y estoy con un "morral" de preguntas, hago una: Cuál creen ustedes es el problema más grave que tiene México? Cada uno y una, esperando su turno, me responden. La corrupción aparece como EL PROBLEMA que está a la orden del día. Sin embargo, de repente, el copiloto, rompiendo el esquema, dice: La impunidad. Respuesta que "sazona" compartiendo su punto de vista. " Si no hubiera impunidad, la corrupción no existiría. La gente - palabras más, palabras menos - es corrupta porque no tiene ninguna consecuencia, no hay castigo". Pienso en medio de un incómodo silencio, que claro, tiene razón.
De repente sin saber, de dónde me viene a la cabeza, el ejercicio de la cultura nipona en el que se utilizan 5 veces la pregunta por qué para buscar el origen de los problemas y por tanto, encontrar la causa y enfocar de manera más precisa la solución. Y lo loco, es que lo digo, pero, por fortuna, ninguno de mis "co-carpooling-compas" me hace caso. Y entonces, el tiempo se dilata entre ver algunas casas, más carros y empezar a oír sobre los 9 pueblos mágicos de Puebla. Mi compañero de asiento trasero me comparte sobre esta campaña o estrategia promocional del Estado de Puebla como destino turístico. Y entonces allí está, Cholula, uno de los 9, con su estampa colonial y colorida. Una piramide, rematada por una iglesia, " no estaban un poco locos esos españoles?" se me ocurre decir. Y otra vez, mi ser parlachina, se ve atravesado por el silencio.  
Bueno es hora de despedirme porque mi guía Gabriela Cruz Rojas, me espera en el zócalo de esta ciudad que finalmente me atrapa y caigo avasallada como dicen que alguna vez cayó Cortés, por estas calles, ante la habilidad de interpretación y la diplomacia de la Malinche. 

El encuentro con Gaby estuvo sincronizado y de allí, el vagabundeo por los mercados, las calles de San Pedro de Cholula, donde me llaman la atención, los vendedores de chapulines, que hacen las veces de pasabocas saladitos y/o enchiladitos. 




Para conocer la historia no hace falta sino mirar hacia arriba de las azoteas y ver, las cúpulas de los conventos, iglesias, qué montón de templos, cruces y claro, en esta manera tan pagana de ser y existir, no queda otro refugio que una buena Bohemía, un trago de pulque ( un poco un almidón rancio) y para despedirnos probar un poncho de hermosas flores en lana virgen, tejidas por Carmen y Alejandra, a quienes conozco porque estaban entretenidas "comadreando", bordando y riendo. 
Y a estas mujeres tan majestuosas como los volcanes, nos debemos...existen, están allí dedicadas a la labor menuda del tejido que aprendieron de sus abuelas. A estas artesanas de la vida nos debemos. 

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