Hace quince días en mi país, Colombia, la normalidad ha sido interrumpida por una amenaza en la forma de un virus que está segando vidas en ciudades de países del continente asiático y europeo. Ya llegó al paisaje del continente americano, dejando una piña de ataúdes y las calles vacías. Las muertes suman cerca de 80.000 en el mundo.
Hace días debió aparecer esta entrada, lo sé. Esta época declarada cuarentena obligatoria y de aislamiento social por el virus en el mundo, ha puesto el tiempo a correr de
manera distinta. Se estira y contrae, para volver a estar impasible en el
tic-tac-tic-tac de las manecillas del reloj.
La cuarentena nos arrincona en un lugar para que no salgamos a
exponernos. Los editoriales de los diferentes medios del mundo han hecho toda
suerte de vaticinios. Están los que auguran que después de esto vendrá el
colapso del capitalismo salvaje. Los que sostienen que es una suerte de mensaje
que quiere dar la madre naturaleza, o los que insinúan, es una conspiración
asiática para darle una lección a occidente que no olvidará. No me alineo con ninguna de las opiniones. Sencillamente,
creo que sí toca entrar en la quietud, y quizás, aprovecharla para hacer un
ejercicio de reflexión que nos cambie.
Hace tiempo vivo entre la ciudad y el campo. A mis estadías en el campo
las denomino la medicina de la montaña (Ver entrada, sandraoye.blogspot.com/2019/05/la-medicina-de-la-montana.html). Eso significa
que he estado en aislamiento elegido desde hace algunos meses. En tiempos como los
que corren encuentro poderosa esta medicina de rincones verdes por explorar, mientras
el mundo se encuentra experimentando paranoia y desasosiego.
Foto: SandraE of course! Caminata por Corregimiento Los Andes, |
La paranoia y con ella, los estados alerta -que para el cuerpo usualmente
implican inflamación y una respuesta que deprime nuestro sistema inmune- parecen
estar en apogeo. Una amiga a quien en estos días pregunté cómo estaba, me compartía:
“Yo estoy un poco paranoica...dijeron que había un contagiado en la unidad
(residencial) así que me da mucha ansiedad salir aunque sea a regar las matas fuera de mi apto".
Estados así, paranoicos y ansiosos, nos hacen alejarnos de lo que
posiblemente es nuestra medicina de la ciudad: regar las plantas y
cuidar un jardín. Nos queda mucho por delante. Mientras sorteamos la espesa
niebla de la incertidumbre durante este tiempo de reclusión obligatorio, simplemente,
quedémonos en casa sin paranoia ni ansiedad.
Foto: SandraE of course! |
Contemplemos. Meditemos. Reguemos
las plantas y pensemos en todo lo que está floreciendo en el mundo gracias a la cuarentena.
1 comentario:
Chévere, Sandra, gracias: Mario Rey
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