Mi querida María Cecilia,
Hace dos años decidiste partir a un lugar del cuál no sé ni su nombre. Ya no pregunto a dónde estás. Lo que sí quiero contarte , es dónde estoy yo. La Cali de donde te fuiste, la sucursal del cielo, la sultana del Valle, la que ha tenido otros nombres, hoy no la reconocerías. Se convirtió en la sucursal de la R E S I S T E N C I A amiga, la capital de la movilización por la dignidad. Sí, amiga, como lo oyes.
Desde el 28 de Abril esta ciudad despertó de su letargo. La juventud rebelde, reclamando su futuro, cuestionando su presente, nos ayudó a dejar de ser el rebaño que eramos. Me siento feliz de presenciarlo. Estuve en las calles como en el tiempo aquel que marchamos por Montevideo, Uruguay, en el encuentro EFLAC en su versión 14 ( Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe). Más o menos se sintió así; una marea, una creciente, un fluír de las personas en las calles que ya no podían más con el estado injusto de las cosas que hace este mal gobierno. Un estallido social nunca visto, un verdadero grito inconforme en miles de rostros, sobretodo de jóvenes. Se sintió como el encuentro de varios riachuelos, verdaderos manantiales en puntos de la ciudad a los que se les llamó los puntos de la resistencia y la re-existencia, siendo los más reconocidos puerto Resistencia ( entrada al distrito de Aguablanca), la loma de la Dignidad ( en el sector de la Loma de la Cruz), UniFuerza ( en nuestra alma mater, la Univalle), El paso del Comercio, Punto de Resistencia de La Luna, entre otros. Resistencia Civil Pacífica, un ejercicio de ciudadanía en pleno uso del derecho a la protesta social.
Las razones para esta explosión son las mismas: la ciudadanía está cansada de tanta injusticia, desigualdad, corrupción, muerte y violencia. El país necesita cambios inaplazables, mi amiga. No logra concretarse una ruta cierta hacia la paz, ya sabes. Este mal gobierno, ha hecho hasta lo imposible por sabotear los acuerdos firmados para acabar con un conflicto armado de más de cinco décadas. Lo que ví y viví se ajusta a esta descripción magistral de una de mis autoras favoritas, Virginia Woolf. Se parecía mucho a "las corrientes de un arroyo de alta montaña cuyas aguas se juntan, espumean, se mezclan, más y más rápidas descienden por el mismo cauce" ( Las Olas). Espumeantes juntanzas, gaseosas en un principio y luego, monolíticas, aparecieron, las primeras líneas de los jóvenes en estos puntos de resistencia; allí la represión brutal del mal gobierno, vino a querer apagar el grito con una política de estado escrita a punta de sangre, balas, gases lacrimógenos y mucho odio. Amiga, las muertes superan la treintena en el país.
Los verdugos salen en las noches ocultos tras sus uniformes dejando escenas de dolor inimaginables. La muerte anda suelta. La capacidad de aniquilar de las fuerzas del estado, cuando deberían protegernos, ha acabado con el futuro del país, representado por estos jóvenes sacrificados. María Cecilia, la protesta social, estigmatizada, ha hecho que la política estatal haya sido, acabarla a cualquier costo. Inclusive el de una generación. Me siento conmovida, desgarrada, por tanto atropello e impunidad. Desde el 28 de abril hasta hoy, 15 de junio, la sociedad civil colombiana en paro, ha constatado de lo que es capaz un incapaz, como Iván Duque, nuestro flamante primer mandatario.
Los relatos o narrativas, para decirlo de manera más elegante, mi querida María C, van desde los comentarios que todo es una conspiración internacional para desestabilizar al país; otros, hablan de bandas criminales operando en los territorios. Yo te digo, que hay que escucharlo todo. No sé bien a quién atribuir los eventos de saqueos y destrucción de sitios. Sé que a un joven, taxista quién me llevó a una cita con música de rock metalero a todo volumen, le pregunté y me respondió: " El pueblo se levanta. Esto es bueno. Hay quienes aprovechan, las ratas de siempre salen. NO son los del paro" ( 3 de junio, 2021). Hablé también con un par de polícias en un punto de resistencia, María, y me atreví a decirles que no se dejaran "robotizar" con sus uniformes y toda la parafernalia que usan, perdiendo su humanidad en el camino. Han sido brutales e inhumanos. He buscado su humanidad perdida y nada que la encuentro. El otro día ví a un par de ellos, comprando unos desayunos en una cafetería y regalándoles a habitantes de la calle; esos gestos, amiga, no alcanzan. Lo terrible mujer, es que son jóvenes iguales a aquellos que matan. Lo que hace un lavado de cerebro y un corte de pelo, para enceguecer a quienes deberían velar por la ciudadanía y no exterminarla.
Amiga, las noches de horror están seguidas por días de sol que abren una especie de fiesta o carnaval. Los jóvenes crean y resisten. Pintan murales, graffitis en edificios, bailan y componen música. Uno de los himnos amiga, ha sido " El baile de los que sobran" de un grupo de rock en español que creo se llama Los Prisioneros. Los vendedores ambulantes sacan banderas, frutas y toda suerte de bebidas. Muchas veces, querida, me veo mirando hacia el cielo, busco los árboles para tranquilizar mi desasosiego.
Bueno, esta carta, está muy larga, no era mi intención. Voy a cerrarla diciendo que lo que sigue es incierto. Hay peticiones, nuevas representaciones, mucho palabreo y análisis surgiendo de parte y parte. Espero que siga esclarecer los hechos, judicializar a los responsables de tanto atropello ( pérdida de ojos, violaciones y abusos a las mujeres protestando), desapariciones y retenciones sin debido proceso. Espero genuinamente que este mal gobierno sea condenado por la comunidad internacional en su guerra contra la población civil desarmada y protestando.
Amiga, espero que definitivamente cambiemos como país hacia una Colombia justa y sin indiferencia. María Cecilia, querida, este es el relato de cómo dejamos atrás los días de ser la sucursal del cielo, para convertirnos en la capital colombiana de la Resistencia Civil Pacífica. Gracias por tanto jóvenes. A ti, mi amiga, espero que sigas de ese lado del universo en donde creo te encuentras, riendo .