miércoles, 17 de enero de 2018

De Tinder y otros relatos

No es extraño encontrar en esta época de comienzos de año a personas cerrando el ciclo de encuentros famililares por allí desperdigados por las calles que frecuentamos. A veces inclusive coincides con estos habitantes temporales de la ciudad, en tus cafés, restaurantes, supermercados favoritos, y entonces, se suscitan conversaciones que empiezan por lo anodino y terminan en lo profundo, en la nuez, en la esencia del ser.

La conversacion va desde la sorpresa de ver a las personas que hace poco estaban kilómetros, oceanos aparte, allí sentadas o paradas frente a vos. Me pasó y tras recuperarme de la sensación de asombro inicial, pasando a tomar el hilo de la vida, y después de preguntar lo reglamentario, aparecieron genuinas preocupaciones por aspectos relacionados con la política nacional e internacional, la situación económica y los asuntos del corazón.

Como este último tema siempre me ha parecido de humano interés, mi recolección de las conversaciones en el tapete de la memoria, me lleva a apurar dos o tres percepciones. Las conversaciones con los hombres y las mujeres, son muy distintas. Las sostenidas con los hombres están llenas de un realismo descarnado y en su momento, genuino y valiente. En el caso de las de mujeres está lleno de idealización y romanticismo. Entre las personas más jóvenes, hay matices que parecen salidas de una buena escena de películas corte europeo. Entre las mujeres, en este caso, mayores de los 40 años, hay un acento nostálgico y quizás, imbuído, de esa pátina particular que el desencanto logra hacer caer, sobre las cosas.

Me encontré digamos con Dante (nombre ficticio), Luna y Beatriz (ficticios también). Dante en sus bermudas informales y con su humanidad afectada por una reciente lesión en una rodilla, al abordar el tema de en qué va la vida en el país de Trump, suelta algunos apuntes afilados como una hoja de afeitar. Entre palabra y palabra, no sé por qué quiebre de la comunicación, se me ocurre preguntarle: " Y tu corazón, cómo va?". Ante esto lo único que hace después de respirar un poco más despacio que lo que venía haciendo, responde: " Allí no hay nada". Quizá lo dijo, usando otras palabras. Ploppp, me quedo un poco catapultada por la imagen de este ser, quien podría estar de pie o sentado frente a mí, con un enorme hueco entre el pecho, donde nos han dicho que está el corazón. No puedo decir que la imagen me afligiera instantáneamente, pero sí luego, cuando en lo que suele hacerme a veces la imaginación, veo cómo el hueco se logra agrandar y de repente parece como si se lo "tragara" en un segundo. Ahí sí me quedo en modo pasmada.
La otra conversación fue con Luna y Beatriz en diferentes momentos y entornos. Luna es una mujer de 24 a 26 años, que me parece interesante porque siempre está tratando de superar los límites y traspasar fronteras. Lo que mejor la define ante mis ojos, es el ser inquieta. Vamos! ...a esa edad, quién no lo es?. Sin embargo, cuando tocamos el tema del corazón, inmediatamente, se remonta a contarme que precisamente tiene después de tomarse un café conmigo, una cita con un "alguien" que ha logrado contactar a través de una aplicación en su teléfono móvil: Tinder. Entiendo que ahora mucho de lo que llamamos relaciones se mueve a través de estas redes y aplicaciones. Ella, me explica cómo funciona y manifiesta su emoción de una cita más. Entretanto, mi cerebro racional, se hace bajito, una pregunta: Será esto confiable? Y no profundizo, deseándole que todo salga bien.
La conversación con Beatriz, transcurre en la esquina de uno de los barrios más emblemáticos de Cali, San Antonio, en la que ella me comparte planes de irse en el verano de 2018 a Francia porque tiene dos amigos, que estarían gustosos al recibirla. " De pronto allá conozco entre sus amigos, un hombre interesante. Quiero tener pareja". Uffff dicha! Viajar, siempre es bueno, ahora, con este propósito de encontrar a alguien, me suena que si el resultado sale de acuerdo con las expectativas, puede ser espectacular para ella. No digo nada. La abrazo deseándole también que todo le "cuaje" y sigo mi camino.

Son los pasos en mi camino precisamente después de estos encuentros, que me llevan a pensar, que igual cayendo en una generalización, algunos hombres están viviendo en el "sin corazón", mientras, la mayoría de las mujeres, están en el "demasiado corazón". Y el sin-sin, no es malo. Tampoco es malo, el mucho-mucho. Sin embargo, entre unos sin un corazón para compartir y otras, con un corazón que siempre hay que llenar de relaciones como hay que llenar los directorios de contactos de los celulares, o, las páginas de las redes, de "likes", pues creo que vamos construyendo un abismo cada vez más grande entre mujeres y hombres para esta emoción humana, que llamamos amor de pareja.

Qué pasaría si Dante se dedicara a hacer que le nazca de nuevo un corazoncito para cuidar y amar, por si mismo? Y que les sucedería a Luna y a Beatriz, si antes de buscar otra vez en Tinder o Francia, un nuevo encuentro con un alguien, se buscaran en cada latido de su corazón y se hicieran, una pregunta:  para qué quieren un encuentro más con un otro?.
En fin, nunca esperaré las respuestas en esta columna porque ni siquiera las estoy buscando. Quienes me conocen saben que me encanta hacer preguntas. Risas.
Termino con esto. En la película francesa, " La fiesta de la vida", hay una escena que me hizo ir al baño de la risa. Un hombre entrado en su madurez plena, intercambia conocimientos con un joven, entre los cuales está, el de cómo buscar, en un radio de no sé cuántos kilómetros, una mujer disponible, utilizando las poderosas herramientas de la georeferenciación y la tecnología ( leáse aplicación para búsqueda de pareja). El hombre como niño con golosina nueva, se pasa enloquecido viendo entonces en la pantalla de su celular, dónde aparecían las candidatas, sin casi darse cuenta, que las tenía todas enfrente.
Y del corazón? Todo un universo en construcción.
Imagen tomada de libro de Amalia Andrade

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