Siempre me ha parecido interesante la figura de pelar la cebolla, y las muchas veces que es usada en el lenguaje como algo que nos va a servir porque al hacerlo, se nos va a ir revelando una verdad o vamos a hacer un descubrimiento. Las pasadas semanas he vivido situaciones que han actuado como capas delgadas de una cebolla, que se ha ido desnudando para, sin lágrimas, y con un poco de humor, llegar a la conclusión que en nuestro país, Colombia, arrastramos una tendencia natural al conformismo y la no exigencia de lo que nos es propio. O lo que nos merecemos.
Lentamente este conformismo y no exigencia, se va volviendo una cultura y la cultura se fija en los cuerpos, como un vestido que de tanto usarlo, se va pegando y va adquiriendo las formas de nuestra complexión física, mental, y espiritual. Nos a d a p t a m o s lentamente. Vamos cayendo en un foso, de no-decir, no-protestar, no-confrontar, no-desobedecer a un sistema de comportamientos inapropiados que se exhiben en muchas partes y en cotidianas interacciones. Por ejemplo, ir a un restaurante donde, quien te atiende, no lo hace bien; la comida se demora y cuando es servida, sin respetar el turno de llegada, es poca y te deja, con hambre.
Este es un ejemplo sencillo, que habla de una cultura del servicio al cliente, que está grave. Entonces, cuando te das cuenta, tienes opción de: a) callar por un supuesto deseo de no confrontar a quien te atiende; b) pararte e irte; c) observar y tomar nota mental, de todo lo que estás viendo y que no se debe hacer, para luego, en una forma de evaluación directa, expresar tu insatisfacción.
Y así hay mil y una historias de una serie de servicios que se ofrecen, incluídos, los públicos, por los que estás pagando, y estás sintiéndote extrañamente insatisfecha como persona. Qué hacer? La cultura te dice, es mejor, no hablar. La estrategia del silencio, en últimas, normaliza situaciones que no son adecuadas y, trae como resultado a largo plazo, que nos adaptamos a lo que no nos gusta. Pasamos de no acción en no acción, a una aceptación tal del estado de las cosas como no deberían ser...
Desentrañé después de unos días, con mucho aire y algunas carcajadas, que detrás de esta lógica de "calladita se vé más bonita" caemos muchas veces, y estamos siendo así, programadas, para desactivar la capacidad de exigir, porque tenemos derechos y porque no debemos soportar ni adaptarnos a un estado en que las cosas no se ajustan a nuestro merecimiento. El discurso de los derechos humanos tiene que cruzarse con este discurso del "yo merezco", "yo importo", "yo recibo con gratitud", más allá, de la tradicional frase: "yo pago y por eso, necesito un buen servicio". EUREKA. La vida merece ser vivida en tono "yo merezco".
Santa Marta, merece" Foto: Sandra Erika, of course! |
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