En estos días, más exactamente el jueves 1° de Febrero, nos invitaron a Chelsea y a mí, a un programa de televisión del que no daré el nombre, en un canal local por cable. Aparte de comentar que ha sido la peor entrevista de mi vida, -- gracias al cielo, casi nadie ve este canal--, por el periodista tan poco preparado y por sus múltiples comentarios desatinados, diré una de las frases que me salió sobre los problemas que enfrentan los niños, niñas y jóvenes en esta parte de Honduras donde me encuentro. En general estaba comentando el estado de desprotección y un poco el abandono en el que se encuentran. Muchos no crecen con sus padres ni madres porque ellos han tomado el camino al norte donde trabajan y mandan dinero a través de las remesas para su sostenimiento. Y allí, dije, que estos niños, niñas y jóvenes no reciben amor porque el amor no se puede mandar a través de una remesa. Y me devuelvo a mis memorias de viaje, para encontrar esta nota, que habla un poco de lo mismo.
Octubre 22, 2007.
Visita a un Centro de Nutrición con el que OYE trabaja desde hace tiempo a través de la vinculación de voluntarios quienes asisten en horas de la mañana y ayudan con las labores de atención a los bebés y niños y niñas que aquí viven.
En esta visita, estuvimos en contacto con l@s niñ@s como víctimas de la falta de alimento; y no sólo el alimento comida, sino el afecto como alimento. Niños que son “rescatados” de sus familias empobrecidas y que van por un tiempo o indefinidamente a este centro. La ayuda económica la reciben de una parroquia y es escasa. Los niños vienen en malas condiciones, son evaluados por una enfermera y en este sitio, reciben alimentación 6 veces al día y medicamentos. Algunos son desparasitados y otros y otras tienen daños cerebrales más severos que requieren atención más especializada que en este sitio no pueden suministrar.
Conocí a una chiquilla preciosa que tiene 7 meses y es producto de un embarazo no deseado. Su madre tiene 15 años y aunque la visita de vez en cuando, la realidad es que no sabe cómo atenderla ni se siente preparada para ser mamá, ni siente afecto por situaciones que no traeré a cuento. Ahora la suerte de la chiquita está en discusión. La niña-madre no la puede sostener. El padre de la niña-madre está alegando su derecho sobre la bebita.
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