miércoles, 24 de mayo de 2017

El Rincón del Tiempo

Desde que lo ví en un lateral del Palacio de Bellas Artes, supe que era y que estaba esperándome este lugarcito que me hizo entrar en un modo nostalgia de inmediato. Cómo describir la nostalgia sin volver lo que uno escriba, una samba o un bolero? Pues aquí va mi intento por caracterizar unos lugares que me han provocado este sentimiento y emoción, en mi reciente trajinar por Ciudad de México.


El primer lugar, como dije, estaba en un rinconcito de Palacio. Casi invisible me esperaba en una esquina de la mole del enorme edificio el cual se está hundiendo 2.5 centímetros al año. Este sitio hasta tenía en letras estilo art deco el nombre de esta columna (lástima que no se lean bien en la foto). Un poco con una atmósfera de oratorio, me puso a evocar en el mapa mental que te transporta a otros lugares, las veladas maravillosas del arte y la cultura que han sido llevadas a cabo en este escenario de profunda belleza. Conversando con un joven aspirante a músico que iba a comprar tíquetes para un concierto, me comentó que era una pena que el Palacio de Bellas Artes no fuera tan conocido por los mismos habitantes de la ciudad. No supe exactamente sobre qué hechos fundamentaba esta afirmación, porque ese día parecía repleto a reventar. Sin embargo, con el tema de la conversación me puse a pensar que aunque la cultura figura como un derecho universal parecería estar incompleto. Por qué? Porque si los escenarios de la cultura y las artes quedan alejados de los habitantes y sus residencias, pues termina siendo un derecho disfrutado por las minorías que se informan, las que pueden desplazarse, las que están "pescando" eventos que conmuevan y pongan a expandir el alma.


El segundo lugar, es el Palacio de Correos. No supe qué misterio o por qué, este edificio que se encuentra cruzando la calle, me pareció una extensión del de Bellas Artes. Quizás fue la naturaleza de la luz la que le puso esta pátina de otro tiempo y lo matizó con cierta magia. 

Foto cortesía Angela Medina D.





Por último, el café Tacuba, que también está a una distancia caminable y donde el tránsito corto de la cocina a las mesas de parte de damas y varones vestidos con unos atuendos blancos e inmaculados que parecen de "otros tiempos", te hacen pensar que este lugar fundado en el año 1912, fue testigo mudo de infinidad de reuniones de intelectuales y artistas, cuyo placer era el co-inspirar los destinos de la ciudad y el de sus obras.


En un momento de mi vida, lejano, leyendo mucho de lo relacionado con la vida y obra de Frida Kahlo, supe que hubiera sido feliz naciendo en México por allá en 1910. Vivir allí el fervor y calor de una revolución curtida por la buena mesa y la palabra exquisita.

Estos tres lugares me han hecho ratificar en mi deseo de antes. Sitios, que me han puesto felizmente nostálgica porque en ellos se han acumulado las páginas y los minutos de un devenir que llamamos tiempo.


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