martes, 9 de mayo de 2017

Entre basílicas, museos, pirámides...y más ( Tercera parte)

En ciudad de México, cuando caminas la sensación prevalente es estar haciéndolo siempre sobre, o, al lado de pirámides. Los españoles llegaron y con las mismas piedras y materiales de las espléndidas obras de alta ingeniería que encontraron, edificaron sus iglesias, monasterios, e inclusive casas-haciendas, según nos dijeron. Este hecho o realidad, puede llegar a hacerte pensar que para qué visitar más lugares fuera del perímetro urbano si ya estás dentro de una gran zona de ruinas y trazos de antiguas avenidas, calles, corredores por donde las culturas pre-existentes a los conquistadores hacían su vida. 
Pues bien, si esta es tu conclusión estás mal. Si viajas a este país y no visitas las pirámides de Teotihucán ( cuyo significado en náhuatl, es," lugar donde fueron hechos los dioses") has dejado de apreciar una de las zonas arqueológicas más importantes del mundo. 
Si estás en el D.F. y no tienes carro para hacer el paseo, necesitas contratar un servicio turístico que te brinde la oportunidad. Eso hicimos con mi amiga Angela y en un cerrar y abrir de ojos, estábamos en pleno Centro Histórico, abordando una mini-van con unos 13 pasajeros, incluyendo el guía y el chofer, rumbo a las famosas pirámides. 
En un día común con un sol poco común, dejamos atrás el bullicio y el tráfico para empezar a recorrer los anillos de cemento y las colinas de barrios pobres de la periferia. Es un poco, un viaje al desierto desde un desierto que en algunos pedazos está pintado de colores.

La primera gran impresión al dejar la ciudad es que, hay un libreto o guión, que el operador turístico ha diseñado y en el cual tienes que "encajar" porque no hay otra alternativa. Un libreto establecido con otras personas, en el que la lógica a seguir no es, vamos al epicentro de tu interés, o sea las pirámides, a recorrerlas, descubrirlas, a perderte en sus vericuetos, sino, vamos antes a una tienda de artesanías con muchas piezas de "obsidiana", un sitio de degustación de mezcales y pulques (licores) y un restaurante típico; entonces es cuando recapacitas, reflexionas y sabes que ya has superado la edad de ser tratada como turista/consumidora porque estás en la de viajera-con-propósito. Entre mi equipaje del día llevo mi tapete de yoga, porque mi propósito, es, recorrer las pirámides, meditar en algunos sitios claves y hacer aunque sea un saludo al sol en la cima de una de ellas. 
Sin dejar que la sensación de estar atascada en un esquema de aquellos que he llamado "rogando a los nuevos dioses" - turistas comprando, los nuevos dioses-, me retiro a una zona verde de juegos con cómodas sillas a devorar algunos snacks que traía y a disfrutar del paisaje. La incomodidad que venía sintiendo se desvanece cuando en el horizonte oteo lo que parece ser la pirámide del sol. O la de la luna. Me parece como dice el título de una película alemana de W. Wenders,  que estoy " Tan lejos, tan cerca" de ellas que dan ganas de emprender la excursión con un paso lento pero seguro, toda una guerrera. Hasta que mi voz racional me lanza un "NO...no es muy prudente con el sol que hace y después, de haber aceptado estar en un "paquete" turístico de un día". Toca , entonces, actuar de turista.


Al fin llegamos y entramos por el punto de ingreso, que también extrañamente no es el más emblemático. Estoy en un rincón en la parte superior del conjunto de los jaguares con la pirámide de la luna a mano izquierda y la del sol, a mano derecha, cuando nuestro guía empieza a hacer un relato que al ir ya en los 30 minutos considero que está un poco largo. Es mediodía, bajo un sol recalcitrante y él, no nos deja ir todavía a ninguna parte! Mi segundo acto de reconocimiento que no estoy en modo "paquete", sino "tapete de yoga" sucede cuando me siento sobre él y empiezo en un rincón discreto, con la música de fondo de la explicación del guía, a meditar frente a la pirámide de la luna.
El gran momento todavía no llega. Cuando estoy pensando que la pirámide del sol, luce desde allí como un espejismo, nuestro guía, por fin, pronuncia las palabras mágicas: "nos encontramos en 1 hora y 45 minutos" y recuperamos la libertad. Iniciamos con entusiasmo la caminata por el corredor central o Calzada de los Muertos, para quedar exhaustas sin haber siquiera subido la primera escala. Ya se nota que el esfuerzo de llegar a la cima de la pirámide más grande, la del sol, va a ser titánico. 






La clave para escalarla está en el ritmo y la conciencia total de la postura de tu cuerpo. Así, el trayecto nunca corto se hace de un escalón a la vez, hasta conquistarla.



Del saludo al sol, hubo que hacerlo...pero mentalmente porque el lugar posible para efectuarlo, está copado de gente y los vientos, a esa altura 63.5 m hacen que se sienta que si una se descuida puede salir volando y que yo sepa, ningún tapete de yoga, se ha convertido en tapete volador o paracaídas. Recordé allí arriba, las palabras de mi profesora de yoga, Ana Palau: " Conecténse con el latido de su corazón así como con el de la tierra". 

Este sitio me parece merece otro nombre: "lugar donde hacer saludos al sol requiere de toda una logística". Namaste.

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