sábado, 4 de noviembre de 2017

Tres cruces y alrededores en Montevideo

Resulta que después de un viaje con Copa que me llevó al norte para volver a bajar, por aquello que todo lo que sube, baja, terminé en Montevideo, después de 9:33 horas de vuelos. Estoy haciendo una gran antesala a un gran evento de mujeres feministas y latinoamericanas, al que asistí alguna vez en mis tempranos años de descubrimiento en la universidad. He decidido empacar mi morral/maleta una vez más para llegar a las orillas de esta esquina del mundo y hacer un viaje de reconexión y sabiduría. Me estoy reconectando con mi ser activista y no sé si saldré más sabia pero la intención es fluir con los días y para mi eso es lo esencial constitutivo de la sabiduría en este momento. El aquí y el ahora, viajando.
Fluyendo...en modo fluir, no hice una reserva temprana en un hostel que conozco por una experiencia en el sur previa, llamado Che Lagarto, y como todo es perfecto, Natalia desde el aeropuerto internacional Carrasco, llamó y me reservó la última cama en una litera. La de la parte superior, para mayor exactitud. Namaste Natalia.
Che Lagarto queda en el barrio Tres Cruces que es de calles amplias y con andenes en buen estado. En general, un sector con muchos talleres automotrices y de alguna manera lleno de operarios y operarias (hasta encontré una gran bodega de la Otis en una cuadra) que tiene sorpresas reservadas como, por ejemplo, en un mismo bloque, de un lado de la acera, árboles frondosos y verdes, y del otro, todos sin hojas y muriendo. Una metáfora de lo que es Montevideo? Vida y muerte floreciendo y perdiendo el impulso, al tiempo? Qué es la existencia, si no ésto?
En este barrio que aloja la terminal de transporte muy cerca de donde me hospedo, y adonde me fuí caminando, lo único que llamó mi atención, fue una gran bandera de Uruguay y al otro lado, una gran cruz. Inmediatamente los referentes, me llevaron a preguntar: Bueno y dónde están las otras dos cruces que dan origen al nombre? Hasta abordé a un par de jóvenes imberbes y les disparé la pregunta. Y ellos, me miraron con cara de incredulidad, y me dijeron: " porque aquí hay tres cruces", señalándome el circuito vial. "Ahhhh, gracias!". Yo mirando para arriba, buscando las otras cruces y tenía que mirar para abajo, al piso, al trazado de las avenidas y calles para entender el por qué el nombre.
Así también es la existencia. Mirando y buscando las respuestas a nuestras preguntas, desde nuestros propios referentes, desde las verdades a las que estamos acostumbradas y no, desde las que se nos revelan, nuevas.

Mi siguiente paso, fue hacer un recorrido por los alrededores de la terminal, que usualmente son sectores deprimidos ( de nuevo, mi mapa mental) y encontré que aquí, resolvieron esto de una manera astuta. Hay una mole de mall o centro comercial, llamado Las Tres Cruces, que ofrece al caminante toda suerte de productos y servicios. El consumo le cambia la cara a todo. Risas.

Las horas de la tarde cuando el cuerpo estaba tratando de manifestarse en su grito más sordo, y decía que quería descansar, me decido a llegar a un parque cercano, que divisé en el bus que me trajo desde el aeropuerto, por un valor de 2 dólares (empresa Copsa). Me voy en esa hora en que la luz es más potente porque quizás el sol sabe que está a punto de ocultarse y me encuentro a una gran cantidad de gente -jóvenes en su mayoría- sentada sobre el pasto, las bancas e incluso sobre los andenes, tomando su tradicional mate y al lado, las viandas más particulares: pastelitos, empanadas, pascualinas. Y comen y conversan, conversan y comen...de lo divino y lo humano. Se ven conectados y conectadas. Se ven dispuestos a la palabra. Se ven tejiendo sabiduría entre bocados y sorbos de mate.

Qué bien me ha recibido este pedacito de Montevideo! Me alegro estar descansada hoy y que haya sol afuera, para poder seguir devorando todo.

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