Hay balance físico, – la espalda, a veces me grita, junto con un dolor que ha aparecido
en mi codo izquierdo por razones desconocidas-, emocional – buenos y regulares momentos vividos, ninguno realmente
malo-, y energético – nada como mi
tapete de yoga para recargarme-. Hay
balance de lo que viste y de lo que se quedó por ver, y, claro, te das cuenta de algunas
oportunidades que no tomaste y se han ido para siempre como agua entre los
dedos.
Por ejemplo,
tan pronto pisé suelo romano, mi anfitriona, Junko Nakai tenía lista para mí
una revista con información de lo que había
a nivel cultural en la ciudad durante el mes de Septiembre. Me la
entregó mientras íbamos en el tren rumbo a la stazione Ostiense donde era
nuestro punto de bajada. Mi llegada fue el 19 y por eso, la revista tenía
información de un concierto en homenaje a uno de los compositores italianos vivos
más interesantes que conozco, Ennio Morrecone. Él es un gigante porque ha
compuesto música para cine y, para mi alma sensible, existe desde que supe que
era el compositor del tema de la película, La Misión, el cual me encantó. Pues bien, él iba el 27
de Septiembre a tener en el auditorio Parco della Musica de Roma, una fiesta
musical en celebración de sus 90 años a través de un concierto. Me dormí y no compré de inmediato las entradas ergo no hubo Ennio. Sin embargo,
en esta misma revista pude enterarme de otras cosas que sí disfruté; como la
descripción de la terraza Les Etoiles adonde estuve.
Mi cuota de actividad
musical, quedó redimida y con creces, gracias, a mi anfitriona, quien como
regalo de cumpleaños, tenía tíquetes para asistir al Teatro della Opera
de Roma a ver el ballet, La bella
addormentata, en un gran momento de asombro por la belleza del lugar y el
despliegue de virtuosismo encarnado por los bailarines y bailarinas de la obra.
La primera bailarina entre otras cosas, era de Argentina (Susanna Salvi), según
pude informarme después. De este momento quedaron las imágenes en mi retina-cabeza.
Un gran lugar, una experiencia única.
Mi
aproximación al arte, ha cambiado con el paso de los años y los kilómetros viajados.
Es arte, una escena en un parque, un jardín, una pinta o graffitti en cualquier
pared o calle. Es arte, la caída del sol bañando la ciudad y más cuando puedo contemplarla
desde una terraza con una copa de vino en la mano. Es arte, un encuentro con
una buena amiga y una conversación hasta la madrugada alrededor de unas cuantas
anécdotas. Es arte, la vida.
Claro, están
los templos, las catedrales, las basílicas del arte, como llamaría yo, a los
museos, que cuando estás viajando, siempre se tornan en un desafío. Tantos y
tan poco tiempo, para realmente detenerte en ellos y poderte dejar transformar
visitándolos. Son desde mi punto de vista, esa otra manera de “consentir” el
alma.
En esta
ocasión, entrando en la recta final de mi estadía en Roma, y por la historia
personal, me incliné a visitar el museo Galería Borghese, en la fabulosa y
extensa área verde llamada Villa Borghese (el equivalente del Central Park aquí
en Roma?). La entrada se consigue únicamente por el sitioweb y hay que llegar
unos 15 minutos antes de la hora (lapsos de 2 horas por persona) para
reclamarla en la puerta (15 €).
No voy a detenerme
mucho ni a construir una visión con palabras de lo que pasó mientras recorría
este lugar. Dejaré mejor que las imágenes hablen por sí solas. Debo insistir,
sin embargo, en que haciendo un despliegue de astucia, y considerando que la
hora de la partida era inminente, me orienté en el mapa, y vi que una de las
alas de ingreso al parque de Villa Borghese quedaba próxima a la Piazza del
Poppolo, lugar que no había visto. De manera que B I N G O! camino a la Galería, pasé por esta plaza para cerrar con
broche de oro, mi tiempo en Roma.
Encontrarán aquí un álbum en el que verán la plaza del Poppolo y algunas imágenes del parque Villa Borghese. En el siguiente álbum/entrada subiré fotografías de piezas dentro de la galería. Disfruten!
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