Una
característica de Roma como ciudad turística es que siempre hay movimiento, fluir
constante de gente realizando un peregrinaje eterno a un sitio casi sagrado que
recoge la historia del mundo en una sola geografía. Es usual ver recorriendo toda
calle, corredor o plaza, miríadas de personas, con maletas y morrales, yendo y
viniendo a paso acelerado. De todas las ciudades del mundo que conozco ninguna
como esta en la que se perciba tan bien esta sensación que nunca para de
recibir y expulsar gente independientemente de la hora del día que sea.
Roma así, se convierte en una suerte de remolino que te regala mucha emoción, adrenalina, y a la vez te pide, cuando la recorres algo que en inglés se conoce como “stamina” o “resistencia física, vigor y tenacidad”. Y lo mejor cuando sientes que tu “stamina” está llegando a un visible nivel de agotamiento, es urdir una estrategia que te conecte con una fuente de poder distinta.
Y algo
particular de Nápoles, como capital de la región Campania, es que a pesar de
ser una ciudad de la costa para mi sorpresa, no registra la humedad ni el olor característico
a salitre con el que se identifican usualmente las ciudades cerca del mar.
Después de varios intentos, logramos llegar a la vera del mar justo en frente
del Castel Nuovo Napoles. Continuará.
Roma así, se convierte en una suerte de remolino que te regala mucha emoción, adrenalina, y a la vez te pide, cuando la recorres algo que en inglés se conoce como “stamina” o “resistencia física, vigor y tenacidad”. Y lo mejor cuando sientes que tu “stamina” está llegando a un visible nivel de agotamiento, es urdir una estrategia que te conecte con una fuente de poder distinta.
Como, por
ejemplo, pasar un fin de semana por fuera o ir al encuentro de una gran amiga, de
las épocas de estudiar los temas de paz y transformación del conflicto en
Austria. Elisabet, es una de aquellas amigas que se encuentran en un rincón del
corazón desde hace más de una década y que ante, la noticia de mi “arribo a la
capital italiana” de una manera alegre y rápida propone, reunirnos en algún punto de la
geografía del sur de Italia. El sitio: Nápoles. Las amigas a toda prueba y de
todo terreno, son las que hacen esto de comprar un boleto en una aerolínea de
bajo costo y a toda costa, ir a abrazar en
el sur de Italia, a esta “sudaca” que se emociona hasta un punto
indescriptible. Y claro, también son las que quieren aprovechar la escapadita para tomar aire y culminar con sus vacaciones de verano, antes de volver a enfrentar la vida del "lavoro".
El punto de
encuentro en Nápoles con Eli es un café: El Cuori de Sfogliatella, en la calle Corso
Novara, justo frente a la estación de trenes y buses de Nápoles. Al llegar
allí, descubro que, el Corazón de la Sfogliatella, es la meca para quienes “veneran”,
la sfogliatella que es un pastel napolitano hojaldrado con infinitas
posibilidades de relleno casi todas dulces, como chocolate, crema chantilly, frutas
confitadas, nutella, y, la tradicional o clásica, pasta de almendras.
Un manjar total para toda hora del día con una taza de café, preferiblemente grande.
Un manjar total para toda hora del día con una taza de café, preferiblemente grande.
La reacción
inmediata al vernos con Eli y reconocernos en medio de la multitud de los
alrededores fue además de abrazarnos, ir a celebrar la amistad con lo que la revitaliza
de inmediato: la buena mesa y la palabra. Era ya casi mediodía y lo merecíamos.
Así de la nada,
con la brújula en off, llegamos a una colorida calle, con mucho movimiento y a
un restaurante en el medio de lo que parecía una vía peatonal. Este fue el
elegido (olvidé el nombre), para sentarnos, brindar con vino de la casa,
disfrutar de las delicias de la cocina napolitana (pizzas y pastas con frutos
del mar preparados con una sazón especial deliciosa) y empezar a observar
alrededor, las ventanas con sus ropas tendidas, las calles estrechas, la
vitalidad impresa en cada rostro y persona que caminaba por la avenida más
cercana.
Lo gracioso es
que este restaurante resultó quedar al lado de un punto clave de la ciudad
llamado la Puerta Nolana y una zona con un mercado callejero, que vinimos a
notar un poco más tarde. A veces andar con la brújula en off, paga.
Nápoles tiene
espíritu. Es desorden y caos, es arte y naturaleza.
Sus calles son
un laberinto sin fin, su gente bulliciosa y alegre, sus contrastes un tesoro y
deleite, para cualquier par de personas con ojos curiosos, recorriéndola.
Nuestra misión después de comer y beber el tradicional limoncello, bebida típica
de la región, fue ir tras la búsqueda del mar antes que oscureciera.
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