miércoles, 14 de noviembre de 2018

La mesa de al lado

Tengo ciertas manías y algunas de ellas, se disfrazan de rutinas. Me gusta, por ejemplo, después de mudarme a un sitio nuevo, encontrar un café, donde pueda abrigarme para mi tarea diaria de volverme palabra mientras disfruto de una buena taza. Este lugar, entonces se convierte en mi centro de operaciones durante el día. Lo escojo por la tranquilidad y el anonimato que ofrece y, claro, por la calidad de su café. 

Puedo tener un café para escribir en horas de la mañana y otro para escribir en la tarde. Me muevo y buscando, en la secuencia de actividades adicionales que programo en el día, los visito, con devoción como la persona creyente entra a una iglesia. Poco a poco, me familiarizo con quienes atienden el lugar, me aprendo sus nombres. Voy identificando los clientes habituales, los flotantes y  empiezo a ser perceptiva de las dinámicas que tienen lugar mientras los visito.


Estoy por ahora viviendo en el sur de Cali, mi ciudad natal. Cerca hay un gran centro comercial en donde he ubicado un sitio que se ha vuelto una marca nacional e internacional de café, y allí he escogido, la mesa del rincón con vista al flujo de personas que vienen a hacer múltiples diligencias durante el día. He visto  suceder de todo desde esta mesa. Hace unos días, una persona del común, un hombre en sus cuarenta años, la convirtió en un banco. Entregaba fuertes cantidades de dinero en efectivo a personas que según pude ver, eran bastante jóvenes. Contaba y recontaba billetes, los cuales a su vez, las personas recibiéndolos, volvían a contar.


Hoy la mesa de al lado se convirtió en consultorio astrológico. Había una mujer joven dedicada a leer las cartas astrales a una pareja también joven. Alcanzo a escuchar antes de ponerme mis audífonos sobre "la ley de la atracción" y "las cuadraturas".

Mientras todo esto sucede a mi alrededor, la chica que atiende el café, joven también, cuyo nombre en esta entrada, será Valeria, me comparte mientras sirve mi taza pequeña de esta bebida aromática que ella, está dudando entre irse o quedarse en Cali, porque ha conseguido un trabajo en un crucero. Está a la espera de la visa para poder arrancar. Me empieza a compartir que es una época de tomar la decisión y saber qué hacer. Se comunica conmigo y en medio de "abrir su corazón", me dice que lo que la tiene dudando, es su hijo de 6 años, Saulo, al que tendría que dejar con la abuela paterna. En medio de sus 28 años y su habilidad para cambiar filtros y servir líquidos calientes, su rostro tiene los ojos oscuros y pesados. Decidirse por un mejor salario, dejando atrás a su hijo, ensombrece su mirada y le hace perder, la templanza, además del sueño por estos días.

Entonces pienso/siento en todos los micro-universos en los que circulamos paralelamente mientras nos sentamos a hacer lo que más nos gusta. Valeria necesita un salario justo y digno, en su país,  para no tener que migrar. O quizás una lectura de una carta astral en la que vea un futuro brillante para dos: su hijo y ella? Mientras trabaja, reflexiona y duda, los prestamistas y las "astrólogas" no dejan de contar billetes ni de leer los destinos de las personas en las estrellas, justo aquí, en la mesa de al lado.

No hay comentarios: