domingo, 4 de noviembre de 2018

Un regreso: tres continentes

Volver al lugar que el pasaporte dice que es al que una pertenece (a veces creo que lo de las nacionalidades y las fronteras son ficciones) es un proceso. Y cuando se decide volver en una secuencia escalonada de paradas técnicas, en vez, de en un regreso directo, el proceso es complejo.
Primero, tienes que llegar de donde quiera que estés, al lugar donde debes embarcar. Léase en mi caso, de Alemania a Italia; más exactamente Roma. Luego tienes que embarcar nuevamente, a uno o dos destinos intermedios, para llegar a tu país, en un lapso no de un día sino de tres.  Léase, Roma – Estambul, Estambul – Miami, Miami – Cali. Esto es lo que hice, lo que decidí. Y a pesar, que en algún momento me hice reflexiones auto-flagelantes -es decir, mi voz interna, me bombardeó día y noche repitiendo: “cómo se te ocurrió hacer esto?”; “estás muy loca, vos!!”-, al final, llegué a Cali con una sonrisa.

Sí, muy duro. Sí, el cuerpo lo resiente. Sí, no puedes dormir bien de lo cansada que estás, pero igual, sigues sonriendo, entre tanto.






Del trayecto Frankfurt- regreso a Roma, queda decir, fue un buen vuelo en compañía de la cerveza Worsteiner Premium. 
Lo otro que puedo agregar es que volver a una ciudad en la que has estado recientemente te regala tranquilidad, una cierta suficiencia y desenvolvimiento que el cuerpo agradece. Ya sabes exactamente dónde dirigirte y por qué puerta salir. Qué tren tomar para ir sin pérdida a tu lugar de “pasar” una noche. 

Claro, existen las hadas madrinas  que hacen que el toque de la varita mágica funcione, como Miryam Fuentes. Qué mejor forma de agradecerle, que invitándola a un lugar cercano a su apartamento, para comer algo. Miryam, namaste.


Del trayecto persiga el avión a Estambul en el aeropuerto Fiumicino de Roma, queda la humanidad adolorida, de tanto correr. Una verdadera maratón, gracias a los imprevistos. Quién iba a pensar que a pesar de tener tiempo de sobra y la ruta definida, en una estación del metro en Roma, la cual usualmente tiene ascensor y escaleras eléctricas para tu transporte con equipaje, el día que tú viajas, tenga las dos cosas, fuera de servicio? Esto es aterrador, y hace el ascenso, por las escaleras a pie, eterno, hasta el momento en que un buen “samaritano romano” se llena de compasión y te ayuda con la maleta. 

La nota inolvidable, ya en el aeropuerto, consultando la pantalla para saber la salida del vuelo de Turkish Airlines, me la da, un pequeño tropiezo que tengo con una mujer italiana mayor, quien me insulta y me pega en un brazo. “Ma que cosa". Sin pizca de interés en reaccionar, sigo mi camino, porque siempre es mejor, evitar cazar una gazapera en un aeropuerto, si como resultado de ella puedes perder un vuelo internacional. Un ángel en la estación de metro y una abuela energúmena en el aeropuerto, me dicen que voy en perfecto equilibrio de regreso, ja!

Del trayecto Roma – Estambul, y escala de 22 horas allí, queda compartir lo que considero mi “bonus” en esta aventura Europa 2018: “Touristanbul.” La aerolínea turca  ofrece a quienes tengan escala de más de 6 horas en Estambul, un servicio que han bautizado “Touristanbul”, en el cual gratis (esto es relativo), te invitan con un(a) guía especializado a hacer una visita o tour que dependiendo del día de la semana y las horas en la ciudad, te da derecho a recorridos que varían entre 1.5 a 5 kms. Mi escala, aunque larga, no permitió sino el tour P22 que es el que se realiza en bus turístico, y,  a través de 2 horas y media, con una pausa de 20 minutos, te permite caminar un poco y percibir lo que este puente de culturas, esta convergencia de Europa- Asia significa. Valió la dicha. Continuará



1 comentario:

Edgardo dijo...

Estambul debe ser majestuoso