viernes, 9 de noviembre de 2018

RomAmor, epílogo


¿Qué estamos buscando? La respuesta a esta pregunta es simple: la felicidad. Eso parece ser a lo que vinimos. A ser felices, y  es, por tanto, a lo que debemos dedicar nuestro transitar por este plano.
Cada persona puede darle contenido a la felicidad de acuerdo a su marco de referencia, historia personal y equipaje ancestral. Algunas personas construyen este edificio de la felicidad persiguiendo el amor, otras el dinero, y unas cuantas, buscando destinos para respirar otras culturas y vislumbrar otras geografías.
Soy del último tipo. Aunque en mi viaje reciente, empecé a hacer un ejercicio que conectaba mi búsqueda de la felicidad a través del viajar con el amor también. Escogí Roma, porque al leer el nombre de esta ciudad al revés, se lee Amor (Y también porque una amiga de antigüas misiones en tierras africanas me dijo que llegara a su nuevo sitio de residencia donde sería muy bien recibida).

Y busqué el amor en Roma.

No digo el amor romántico ese que nos han vendido tan bien en los cuentos, películas y canciones populares. Busqué el amor en cada gesto desinteresado que percibía en personas ajenas y extrañas, en situaciones incluso bizarras. Y es que durante el viaje me preguntaba a veces, ¿qué tal si la verdadera misión del amor, es proporcionarlo desde el no parentesco, desde el no apego, desde el no volvernos a ver ni a coincidir en ningún otro espacio ni tiempo? Es la primera vez que me planteo esto.

En la mirada más detenida del regreso, me siento como alguien a quien le gusta ser parte de una comunidad de personas viajeras, que busca llenar la vida de perplejidad ante situaciones que además de únicas me permitan expandir mi repertorio de respuestas. Busco con cada aventura viajera, aprender a partir de experimentar el cambio constante… las casualidades, las sincronías e incluso los contratiempos para moverme, reaccionar, despertar, solucionar con los elementos nuevos del día a día.
Me encanta percibir toda esa energía que está flotando por allí en los lugares que no conozco y que me recuerda que hay otras maneras de vivir distintas a esas que acostumbro tener desde mi pequeña esquina del mundo. Viajar es entonces, romper con los confines que hemos creado culturalmente, que nos encierran y limitan en una manera de ver, ser, hacer, estar y sentir. Es un gozo y desafío, construir los caminos imaginados con variaciones y poder ser flexibles en medio de lo que cada día trae. Busco como ya lo decía Mark Twain derrumbar prejuicios, intolerancia y estrechez de mente. Aquí la frase completa del viejo Mark,  " viajar es un ejercicio con consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente". Y de corazón, agregaría (ver https://sandraoye.blogspot.com/2017/03/en-tiempo-de-ser-viajera-y-caminante-de.html). 

_______



Encontré en Roma dos eventos de amor. Uno, en la casa de Cinema de Villa Borghese, donde la madre de todos y todas, la gurú Shir Mataji Nirmala Devi reverenciaba a los buscadores de la verdad.  Y en un parqueadero de la estación Ostiense, pude ver a un grupo de jóvenes participando en un programa RomAmor llevando un plato de sopa y comida caliente a personas habitando la calle.

Creo en estos gestos, en estas verdades pequeñas que nos traen los días y sus noches mientras viajamos. 

A ellos y a mis anfitriones en este último periplo, J. Nakai, María y Miryam, mi reverencia y gratitud infinita. 


1 comentario:

María del Socorro dijo...

Interesante esa búsqueda de lo que significa el amor. Quizás, como dices, una forma de encontrarlo es con los menos próximos.