sábado, 3 de noviembre de 2018

Made in Germany, Museo Kunsthalle


¿De qué hablamos las amigas cuando nos re-encontramos?  El ejercicio de la palabra y la memoria es muy interesante. Es como un concierto a dos voces. O como un tejido que traza hilos hacia atrás, para capturar trozos de historias compartidas en el pasado, y por otro lado, traza nuevas puntadas con las historias no compartidas de la vida presente de cada una. Un tejido que en todo caso refleja en su forma final, el vínculo con la persona que se tiene enfrente, y que comprueba que a pesar de los kilómetros, años, pruebas que ha impuesto el tiempo, sigue existiendo, resistiendo y re-existiendo.

Ya lo había sentido así, cuando estuve un fin de semana en Nápoles, sur de Italia, con Eli ( ver entradas del 25/10/18 al 28/10/18). En este caso, con María en tierras alemanas, pude sentir el vínculo renovado. Y por eso, lo sacamos varias veces a pasear con caminatas a sitios como parques, calles, que siempre permitían antes, tomar un café, una bebida aromática o una cerveza, y casi siempre, degustar una delicia, en la forma de torta.



Interesante el papel de los cafés y las cervezas en estos encuentros. Cuando los temas ( y las bebidas, je!)  se agotan, o avanzan hasta un cierto punto, en el que sabemos es necesario un silencio, empiezan a urdirse los planes de actividades nuevas.

Una de éstas, a la que me apunto a pesar de presentar algunas señales de cansancio, es a visitar el Museo Kunsthalle en pleno corazón del centro de Mannheim, (
Friedrichspl. 4, 68165). Este museo reabrió sus puertas en Junio 2018 en un edificio nuevo que colinda con 
la Friederichplatz, que es la plaza donde está el Mannheiner Wasserturm, otro lugar muy visitado de la ciudad (en tripadvisor aparece como una de las atracciones que “deben ser vistas”).





El arte, esa “otra manera de consentir el alma” (ver entrada 09/10/18, https://sandraoye.blogspot.com/2018/10/el-arte-de-decir-bye-roma-parte-1.html), me descansa. A los 10 minutos, de recorrer el Kunsthalle, estoy despierta y siento otra vez el vigor apoderándose de mis piernas para lo que serán dos horas de caminata “non-stop” porque ingreso al sitio alrededor de las 16:00 horas y a las 18:00 cierra sus puertas.

Después de pagar, el ingreso ( 10 €) y dejar mis pertenencias en un casillero que funciona con 1 euro, el cual al final me es devuelto,  inicio el plan descubrimiento, por lo que parece una exposición no de un artista, sino de muchos; un viaje no por un país, sino por tres: Alemania, Estados Unidos y Rusia. Es una exhibición de la huella que períodos de 1909 a 1939, y, de 2008 a 2018 han dejado en el arte de estos tres países. Por ello se llama Construcción del mundo: arte y economía, y ofrece, desde la mirada de artistas múltiples de países tan disímiles, sus apuestas creativas y lecturas a estas épocas de la historia mundial. Nunca había estado en una obra de esta magnitud, ni con una propuesta tan ambiciosa en cuanto a su montaje y curaduría. 



Sólo en Alemania.

Otra novedad para registrar: hay una pantalla del tamaño de una pared, integrada por múltiples pantallas digitales donde puedes, a un toque, establecer previamente, el recorrido por el lugar, el cual aunque no parece muy grande, acaba siendo engañoso por sus multi-niveles. 

Con cierta timidez provinciana me lancé a "ser interactiva". Una empleada o gestora del museo, se me aparece de la nada, cuando estoy intentando entender cómo funciona la pantalla, y me pregunta en perfecto inglés, si me guía en mi búsqueda. Acepto y la pregunta siguiente es “¿qué tipo de pintura le gusta? Respondo, sin pensar, “el impresionismo”. La pantalla de inmediato me despliega ventanas informativas donde se me indica, qué artistas, obras, piso, tiene el museo para el arte de mi gusto. 




"El caos pasó. Este fue el mejor tiempo" Bertolt Brecht

"Título: Turno de día", Francis Criss, USA

Me agrada el protagonismo de las mujeres en alguna de las obras que las pinta o ubica en el momento de su incorporación masiva a las fábricas, las industrias (incluida la de la guerra), las protestas y las huelgas. Un rotundo aplauso para esta convergencia de tecnologías y este diálogo de lo artístico contemporáneo, moderno, con la historia. 
  






















Antes de decir adiós al museo, me voy a respirar a la terraza del edificio en medio de instalaciones con luces de neón y obras en tiendas de campaña. 


















Mientras atardece se me pasa el poco tiempo que me queda, volando – literalmente hablando –. Lo dicho, sólo en Alemania.








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